Análisis del terrorismo internacional
La muerte de Osama Bin Laden es un trofeo de guerra invaluable para la ambición reelectoral del presidente Barack Obama. Con este golpe el presidente de Estados Unidos concitará mayor caudal electoral, al que lo llevó a la presidencia y su carismática figura pasará a la historia no solo como el Premio Nobel de Paz, sino como el mandatario que con paciencia y tacto ha recompuesto las relaciones exteriores de su país, sin ceder contra el terrorismo internacional.
Así como Uribe soñaba con eliminar a Jojoy, Bush soñó con eliminar a Bin Laden, pero fueron sus sucesores quienes lograron esos objetivos internacionales contra el terrorismo. Lo cierto es que el gobierno de Barack Obama llegó con éxito al más ansiado de los objetivos político- estratégicos del Pentágono; y sin duda, el discurso de esta noche lo catapultó para un nuevo periodo presidencial, pese a las escisiones que hay entre republicanos y demócratas y los problemas que ha encarado en el campo económico interno.
Como es obvio de suponer, la furia islámica extremista pretenderá vengar la muerte del jefe sunita considerado por muchos islamistas como el sehik sagardo heredero de la grandeza del profeta Mahoma; y causar golpes con actos terroristas de alta trascendencia mediática, contra intereses políticos, económicos, sociales, culturales y militares de Estados Unidos, sus aliados occidentales y los gobiernos laicos musulmanes. Por obvias razones, esto incidirá en las cada vez más extremas medidas de seguridad que aplican en puertos, aeropuertos de Estados Unidos, la Unión Europea e Israel.
Por su parte los extremistas de la Hermandad Musulmana y de la red Al Qaeda con más de 150.000 células durmientes diseminadas por el planeta aprovecharán la convulsa situación en Egipto, Libia, y el Medio Oriente para desatar la guerra santa contra los "enemigos infieles", los gobiernos laicos musulmanes y Occidente.
Aunque con mucho tacto y altura el Presidente Obama aclaró que esta no es una guerra contra el islam sino contra los extremistas islámicos, la labor organizativa y antioccidental que promueven el odio y la visión del califato universal incrementará con fortaleza tanto el reclutamiento de nuevos mujadiyin como las acciones violentas, porque ya hay una escuela de pensamiento islamista-extremista antioccidental.
Al Qaeda tiene muchas similitudes con las Farc. La muerte de Osama Bin Laden afecta a la organización terrorista, pero no la lleva a la debacle, ni es el fin del fin, porque Al Qaeda tiene una organización piramidal en la que está previsto el reemplazo de cada cuadro de mando. En ese sentido esa es una buena lección para Colombia, Israel y los demás países en la mira de los terroristas, para no caer en triunfalismos ni en suposiciones de derrotas de enemigos que están en pleno auge de su lucha.
Una vez más las operaciones de comandos terrestres con refinado entrenamiento táctico, con base en un minucioso trabajo de inteligencia técnica, produjeron un golpe táctico de connotaciones político-estratégicas, similares a los sucedido con las bajas de Reyes y Jojoy; pero esta vez con la singular característcia, que el contundente golpe se produjo contra la cabeza del terrorismo internacional.
Por otra parte, la crisis política interna en Pakistán se ahondará. Es un secreto a voces que amplios sectores de los servicios de inteligencia pakistaní (ISI) organización con enorme influencia en las decisiones geopolíticas y estratégicas gubernamentales de ese país, apoyan a Al Qaeda. Y con ellos hay muchos imanes extremistas que desde las mezquitas pakistaníes y las madrasas de los talibán, promueven no solo el antiamericanismo, sino contra el gobierno de su propio país, que ha permitido que el odiado enemigo infiel persiga a la organziación extremsita dirigida por el Sheik Bin Laden desde territorio pakistaní.
Es probable que muchos civiles y militares pakistaníes sean blanco de múltiples atentados terroristas causados por suicidas convencidos que esa es la forma de vengar la presencia del enemigo infiel en suelo sagrado del islam. Y quizás esa ola de terror e irracionalidad se extenderá a Europa, el Cáucaso, el Medio Oriente Indonesia, Australia y las Filipinas.
Desde otro ángulo el enorme despliegue mediático generará suposiciones, novelas, falsos testigos, fantasiosos que supondrán operaciones encubiertas, traiciones, compras de conciencias, etc. Habrá películas en Hollywood, documentales, y hasta analistas de ocasión que hablarán de lo divino y de lo humano.
Solo la mesura de los gobiernos comprometidos en la lucha contra el terrorismo permitirá la efectividad de las operaciones venideras, pues igual que en Colombia que se combate contra las Farc, en el mundo occidental la guerra contra el islamismo extremista continuará, por la sencilla razón que la jihad o guerra santa contra los infieles se recrudecerá y continuará por largo tiempo.
La muerte de Osama Bin Laden significa la caída del símbolo del terror y de la semblanza paradigmática de los jóvenes islámicos, pero a la vez un referente para que nuevos guerreros santos se vinculen a la violencia irracional contra Occidente.
Es indiscutible que gana Obama porque la noticia tiene trascendencia total sobre el pueblo estadounidense que lleva en el alma el recuerdo de los ataques terroristas contra las Torres Gemelas. Por razones obvias, los estrategas de la campaña reelectoral de Obama utilizarán el hecho como un argumento muy sólido para justificar su reelección.
Por extensión los mandatarios internacionales, en especial las potencias comprometidas en la extraña guerra en Libia incrementarán su respaldo al mandatario norteamericano, con la consecuencia evidente que este hecho dará una vez más la razón a la teoría del choque de civilizaciones esbozada por Samuel P. Hungtinton.
Coronel Luis Alberto Villamarín Pulido
Analista de asuntos estratégicos