Ya que Santos se opone a la reelección entonces que renuncie

Publicado: 2014-10-02   Clicks: 2520

     Análisis del conflicto colombiano

      La actitud camaleónica y desleal de Juan Manuel Santos en relación con sus electores y sus gobernados, no tiene parangón en la historia de los desgobiernos de Colombia, ni parece tener límites.

      Marrullero y con mil argucias incluida la mermelada, los compadrazgos, la exagerada publicidad de su trabajo, el argumento de la paz para buscar su Premio Nóbel, etc., Santos tramó a mucha gente y logró la reelección. Y quien lo creyera, tan pronto logró el objetivo, en aras de su pelea personal contra Uribe, se anticipó y presentó un proyecto de ley que deroga la posibilidad de la reelección presidencial.

      En síntesis, la reelección solamente era buena para él, que en su inmensa vanidad es el epicentro del universo y por ende no desequilibra los tres poderes públicos, pero si es otro personaje el reelegido, entonces ahí si se deslegitima el equilibrio de poderes.

      Luego vino a New York a buscar adeptos para su egoista plan a mediano plazo de conseguir el Premio Nóbel de Paz a costa del erario colombiano. Con un discurso veintejuliero se autonombró atleta de la paz en el mundo. He ahí el cinismo y la farsa del cuento de la paz de Santos. El sabe que en su segundo mandato tampoco habrá acuerdos con los terroristas, pues así se lo han dicho de mil maneras desde Cuba los negociadores y desde los pueblos de Colombia todas las cuadrillas de las Farc y el Eln.

       Pero claro, a Santos no le importa eso. Lo que le interesa es seguir sosteniendo la caña de un proceso de paz, para que los embajadores, los cónsules y toda la burocracia a su servicio hagan el lobby necesario para conseguir esa distinción egocéntrica del Nobel de Paz, que Santos requiere para llegar a ser Secretario General de la ONU.

     Desde luego, él no aspira a sufrir la soledad del mando y a perder la posibilidad  de estar en primera plana, enfermedad que asedia a los demás expresidentes.  Y, el premio Nóbel sería  palanca ideal  para esa ansia de protagonismo de nuestro folclórico mandatario.

     Y para las Farc, la oportunidad de decir que no son terroristas ni narcos, sino grupo político. Así todos ellos contentos, mientras Colombia se descuaderna.

      Estas dos situaciones, no reelección y farsa de la paz, son elementos suficientes para que Santos renuncie al inmerecido cargo de presidente de los colombianos, pues la suerte de un país no puede eternizarse en gravitar sobre la vanidad de un presidente, la soledad del mando de un expresidente, un congreso lleno de intrigas y envidias, jueces, magistrados y hasta un fiscal general aferrados a sus prebendas, reformitis barata y sin visión de Estado, y el resto del circo que desgobierna a Colombia como vemos a diario en los medios de comunicación.

      Qué conveniente sería para Colombia, que la Contraloría General de la Nación publicara con cifras detalladas cuánto dinero ha costado al presupuesto nacional, mantener a los negociadores en La Habana durante dos años con todas sus arandelas; cuánto ha costado la propaganda engatusadora de Santos desde cuando se posesionó por primera vez en 2010 y comenzó a repartir mermelada en todos los medios de comunicación para callar opositores; cuánto costó reelegirlo; cuánto cuesta sostener a un incapaz de ejercer la autoridad; cuánto cuesta la inoperancia de la Cancillería en asuntos de Estado y Seguridad Nacional por estar dedicada a buscar carátulas con fotos de Santos en la Revista Life, apoyo a la relección de Obama con cumbre en Cartagena con regalos estrafalarios y comida para todo el combo de lagartos que allí llegó, etc.

       Es probable que al totalizar esas cantidades de dinero que no son poco monto, con esos recursos se hubieran construido escuelas, puestos de salud, viviendas o generado empleos para muchas personas. Pero no. Con el cuento de la prosperidad y la paz a como dé lugar, el país anda a la deriva, el sinuoso mandatario que hasta agosto de 2014 defendió a capa y espada la reelección pero obviamente, SU reelección, al día siguiente dice que hay que acabar con esa figura.

       Entonces, el primer paso para comenzar a solucionar ese entuerto en que sigue inmersa Colombia, es que Santos reconozca que no es capaz de gobernar por estar dedicado a su autopublicidad, que renuncie porque el mismo reconoce que para la democracia es bueno que no haya reelegidos, y que convoque a elecciones lo más pronto posible.

       Ni más ni menos.

Coronel Luis Alberto Villamarín Pulido

Analista de asuntos estratégicos

www.luisvillamarin.com

New York, 2 de octubre de 2014

 

 

 

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