Muerte del bandolero Melquisedec Camacho Cortés alias Melco

Publicado: 2021-04-14   Clicks: 2841

     Análisis del conflicto armado en Colombia

     

     La muerte en combate contra tropas combinadas del batallón Palacé y el batallón Colombia, del bandolero conservador Melquisedec Camacho Cortés alias “Melco”, en desarrollo de una intensa incursión táctica terrestre, el 21 de marzo de 1963 en la finca “Las Mesitas” del corregimiento de Barragán en el municipio de Tuluá (Valle), fue un suceso icónico, para el objetivo general del Plan Lazo, y un impacto trascendental para la pacificación de la convulsa zona cafetera del Viejo Caldas y el Norte del Valle.

      Nacido en el municipio de Córdoba (Caldas), actualmente departamento de Quindío, el 8 de junio de 1938, a sus casi 26 años de edad “Melco” acumulaba un extenso prontuario criminal. Durante su juventud fue férreo militante del Partido Conservador, además de integrante de la banda criminal conocida como los “pájaros” y fiel seguidor del tristemente célebre dirigente político León María Lozano alias “El Cóndor”, con quien participó en acciones violentas contra los campesinos del Norte del Valle, a quienes Lozano y sus secuaces querían someter por la fuerza a integrar las toldas conservadoras.

      A finales de la década de 1950, “Melco” fue apresado e internado en la cárcel Villanueva de Cali, sindicado del homicidio de dos soldados, del asesinato de los campesinos Evelio Gómez y Orlando Vargas y de varios agentes de la Policía Nacional. Naturalmente, esos eran apenas algunos de los muchos delitos cometidos por “Melco”.

      Desafortunadamente, como consecuencia de fallas de seguridad en el sistema carcelario incluida la eterna corrupción en la guardia penitenciaria, el 21 de julio de 1960 Melco escapó de la cárcel de Villanueva, para unirse a la cuadrilla de Campo Elías Lozano alias “Polancho”, otro famoso bandolero de filiación conservadora, bajo cuyas órdenes, asesinó el 7 de enero de 1962 a 16 personas en el sector de La Rivera (Valle del Cauca).

      Y dos semanas antes de que el Ejército abatiera a Polancho, es decir el 7 de junio de 1962, Polancho y Melco perpetraron la masacre de Génova (Quindío), en la cual segaron la vida de ocho labriegos de filiación liberal.

      Como Teófilo Rojas Varón alias Chispas era liberal y delinquía en límites del Tolima y Quindío, le habían declarado guerra a muerte a Melco, pero nunca se enfrentaron, sino que cada uno por su lado siguió asesinando y desterrando campesinos inermes, que eran militantes del bando político contrario, con el fin de robar sus propiedades rurales, en las cuales colocaban testaferros como administradores.

      Tras la masacre de Génova, Polancho se quedó en esa región y Melco se trasladó hacia la finca Las Brisas de la vereda El Venado del municipio de Sevilla (Valle), donde asesinó a dos campesinos e hirió a otra persona.

     Perseguido por las autoridades que lo identificaron como el homicida en Sevilla, Melco se trasladó hacia las veredas de Puerto Rico y Maizena Alta en el área rural de Pijao (Quindío), pero ante el riesgo de enfrentarse contra la cuadrilla de Chispas, el previsivo Melco regresó al Valle del Cauca y el 25 de octubre de 1962, cometió la última masacre de su existencia, en la vereda Tochecito del municipio de Tuluá (Valle), donde asesinó a ocho personas de diferentes corrientes políticas.

      Para esa fecha Melco era sindicado de más de 100 homicidios, incendios de inmuebles, robos de propiedades ajenas, acceso carnal violento contra varias mujeres, extorsiones y otros delitos conexos, en los departamentos del Viejo Caldas y Valle del Cauca, los cuales ofrecían 10.000 pesos de la época por el pago de informaciones que condujeran a su captura.

     Era la cruel etapa de la barbarie tripartidista, cuando por parejo forajidos liberales, conservadores y comunistas, degollaban a sus víctimas y les sacaban la lengua por la garganta en lo que salvajemente denominaban “corte de corbata” o “corte de franela” o “quitarle el repollo al muerto para decir que lo habían descabezado o le habían volado la porra”, violaban a las mujeres en presencia de los hombres de la casa, cortaban el pene de los muertos y lo introducían en las boca del fallecidos, ensartaban los bebes con objetos puntiagudos, abrían los vientres de mujeres embarazadas y sacaban su fetos con los machetes.

      Luego incendiaban las casas y sementeras, mataban los animales domésticos, dejaban letreros en las paredes escritos con la sangre de los muertos, y después iban a beber licor en los sitios de lenocinio. Verdaderas orgías de terror plagadas de inenarrable salvajismo y pasión banderiza, para cobrar a la facción contraria un acto similar.

       Debido a que esta área era jurisdicción operacional del batallón Palacé, unidad que venía de sufrir varios descalabros operacionales por ingenuidad y falta de malicia frente al accionar de los bandoleros, el general Alberto Ruiz Novoa a la sazón ministro de guerra y los comandantes del Ejército y la Tercera Brigada coronel Salcedo, exigían resultados concretos al teniente coronel Álvaro Campo Bejarano, comandante del batallón Palacé, para desarticular las cuadrillas de bandoleros que imponían el terror en la región.

      Por estas razones, el batallón Palacé apoyado por las recompensas pagadas por los gobiernos departamentales por las bajas o capturas de bandoleros; incrementó la labor de inteligencia de combate y la búsqueda de las cuadrillas, para localizarlas y destruirlas.

      Audaz y a la vez seguro, que estando cerca de las tropas, los campesinos no lo delatarían y que los soldados irían a buscarlo lejos de allí, el comandante de la base militar de Barragán adscrita al batallón Palacé, recibió la información creíble por parte de un campesino residente cerca de la instalación militar, que "Melco" se encontraba en la finca "Las Mesitas", con algunos miembros de su cuadrilla y que el resto de bandoleros estaban no muy lejos de allí, en la Finca "Alegrías", de donde regresarían el 20 de marzo, para reunirse con el cabecilla y continuar cometiendo nuevas actividades delictivas, acorde con unas instrucciones que esperaban de Bogotá.

      Con la confianza de que esta vez si caería Melco, se planeó una incursión táctica terrestre basada en que “al bandolero hay que aplicarle la táctica del cazador de fieras: Seguridad y alerta en el avance; sigilo en su acecho; decisión y rapidez al lograr su localización y presteza para eliminarlo. A su ataque se le responde con uno superior.  Si se aferra a su refugio se le acosa con astucia y tenacidad y si trata de eludir la acción, se le aplica todo el peso de la propia fuerza para lograr su destrucción”.

      El 19 de marzo de 1963 a las 08:30 P.M.  el coronel Campo Bejarano ordenó el movimiento de tropas desde Santa Lucía hasta Barragán, para completar una patrulla de combate integrada por un oficial, cuatro suboficiales y 24 soldados.

     Aprovechando la oscuridad de la noche la unidad especial conformada para cumplir la riesgosa misión, efectuó marcha a pie hacia el objetivo, con el fin de rodear el sitio designado como probable ubicación de los antisociales, pues por la premura del tiempo y la necesidad de actuar con rapidez, no habían tenido la posibilidad de verificar la información con otras fuentes, ni mucho menos hacer reconocimientos del terreno, que además, por obvias razones hubieran alertado a los bandoleros.

      Las tropas que llevaban consigo 21 fusiles .30, 3 fusiles ametralladores, y 5 carabinas .30, arribaron a la finca a las 03:30 de la madrugada del 20 de marzo de 1963, con el propósito de asumir el dispositivo táctico y actuar sobre el objetivo a las 05:30 AM, cuando iniciara a clarear el día.

       Pero por sus mentes no pasaba la idea, que la situación táctica se complicaría, que sería un combate muy fuerte, y que para cumplir la delicada misión, perderían la vida tres de los integrantes de la patrulla y otros tres quedarían heridos de gravedad. Son situaciones inesperadas pero posibles en toda operación militar, que siempre será de vida o muerte para los participantes.

       Ya en el sitio, y en contra del intenso frío de la noche en una montaña ubica a más de 3000 metros de altura sobre el nivel del mar, disciplinadamente la patrulla rodeó la vivienda señalada como objetivo, y cubrió los caminos y posibles vías de escape, que la oscuridad de la noche permitían interpretar en el esquema de maniobra sobre el terreno.

        Sin embargo, la situación comenzó a complicarse desde el inicio de la toma del dispositivo táctico, porque siendo las 04:30 AM, es decir una hora después de haber iniciado a rodear el objetivo, los ladridos de un perro denunciaron la presencia de las tropas.

       Acto seguido, un individuo salió del interior de la casa, observó al horizonte que le rodeaba, escuchó atento un rato para confirmar si había más ruidos, pero, como al parecer no notó nada que llamara su atención, regresó a la vivienda. Nadie más, volvió a salir de la casa, hasta cuando el sol comenzó a despuntar el nuevo día.

      Infortunadamente a las 05:40 A.M, uno de los tres soldados operadores del fusil ametrallador fue visto por un bandolero, quien desde adentro del inmueble, disparó una ráfaga de fusil hacia el lugar donde estaba el emplazamiento de apoyo de fuego al equipo de asalto de la patrulla.

      De inmediato las tropas respondieron con nutrido fuego, y a viva voz, el comandante de las tropas ordenó a los ocupantes de la vivienda, que salieran con las manos en alto. La respuesta fue materializada con varias ráfagas de cuatro armas automáticas.

      Debido a que no se evaluó adecuadamente la situación y no se tuvo en cuenta la información de la reunión total de los bandoleros el 20 de marzo en horas de la mañana, siendo las 06:30 A.M. de ese día, el resto de la cuadrilla procedente de la finca "Alegrías" ocupó las alturas en vecindades de la finca "Las Mesitas", y desde allí atacó a las tropas, que en la parte baja de los montículos, rodeaban al grupo encabezado por "Melco" que estaba refugiado en la casa.

       En menos de tres horas, lo que parecía ser una sencilla y fructífera maniobra de envolvimiento táctico, para rodear una vivienda rural y someter a unos bandoleros que allí se refugiaban, se convirtió en un fiero combate con tropas trasnochadas sin posibilidad de preparar alimentos para recuperar energías.

      Tropas, que además estaban recibiendo fuego desde adentro de la casa y desde los montículos, sitios predominantes del terreno, que por insuficiencia de soldados para cubrir el sector y producto de la oscuridad de la noche, no alcanzaron a ser cubiertos en mejor forma, en el momento de desplegar el dispositivo táctico, para propinar el golpe de mano previsto.

      Sin otra opción, los soldados se vieron avocados a responder sendos ataques y a buscar la mejor protección posible en el terreno. Mientras esto ocurría N.N. alias "El Sufrido", quien se encontraba en la casa, intentó aprovechar las circunstancias para escapar, pero fue dado de baja.

       No obstante, a las 07:30 AM, ya habían sido heridos los soldados Armando Alvarado y Mario Tautiva, y el intermitente intercambio de disparos seguía igual. Las tropas dispararon varias granadas de fusil contra la vivienda, pero debido a la falta de entrenamiento con este escaso recurso bélico, ninguna hizo blanco en el objetivo y de remate se agotaron las existencias.

       Así, durante toda la mañana los antisociales fortificados en la casa continuaron disparando para impedir el asalto final de las tropas.

       Informado de la compleja situación que enfrentaba la patrulla, el coronel Campo Bejarano ordenó enviar al sitio el combate, el apoyo inmediato de tropas de refuerzo con un oficial, nueve suboficiales y 38 soldados, quienes llegaron a Las Mesitas a las 02:00 PM el 20 de marzo. 

      La presencia de este pelotón desalojó al resto de la cuadrilla que había llegado procedente de la finca "Alegrías" y ocupado durante siete largas horas, las alturas dominantes del terreno. Esos bandoleros huyeron del lugar con el fin de buscar refuerzos con simpatizantes y auxiliadores, que tenían organizados en la zona, para regresar y sostener más el combate, con la esperanza que Melco saliera vivo del encierro en que estaba.

        Así las cosas, pese a la superioridad numérica y a haber ocupado ventajosamente las alturas circundantes, la que parecía una sencilla maniobra de golpe de mano, se convirtió en el asalto a una posición fortificada con un enemigo rodeado, sin vía de escape y resuelto a matar o morir.

       Por evolución de la dinámica táctica similar en todas las guerras, dicha situación siempre genera acciones temerarias, desesperos de lado y lado, e indefectiblemente muertos de parte de quien ataca, pues queda expuesto a los bien calculados ángulos de tiro de quien espera el desenlace del combate, jugando el todo por el todo con convicción suicida.

       Cuando por fin los soldados que llevaban muchas horas sin dormir ni comer, pudieron consumir raciones frías para recuperar energías, el oficial al mando de la maniobra táctica, ordenó lanzar un nuevo asalto táctico contra la casa, pero el ataque fue repelido otra vez por los bandoleros, con la trágica muerte de los soldados Bernardo Gómez Apolinar, Camilo Ríos, y José Aponte, integrantes del primer escalón de asalto, quienes sin cubierta ni protección en campo abierto, quedaron expuestos al fuego de armas largas, disparado desde la vivienda.

       Enseguida arribó un helicóptero para evacuar a los soldados muertos y heridos. Así llegó la noche del 20 de marzo, sin que las tropas pudieran ocupar el objetivo y sin poder acercarse más a la vivienda, porque el terreno era desfavorable para hacerlo.

       Quien se acercara quedaba sin protección física y a expensas de ser blanco de los bandoleros, y si se aproximaba demasiado a la casa quedaba expuesto al fuego de apoyo de sus compañeros, máxime que unos soldados estaban vestidos con uniforme camuflado y otros con uniforme de fatiga, o de entrenamiento militar en orden cerrado y orden abierto.

       Para solucionar el problema el comandante de la operación, cerró el dispositivo alrededor de la vivienda ocupando posiciones seguras, para impedir la fuga de los antisociales durante la noche.

       Así, afectados por el frío de la cordillera, la neblina y la oscuridad, los soldados trasnocharon y amanecieron con el ojo avizor, inclusive los que no habían dormido la noche anterior, porque tenían bajo su responsabilidad el avance por fuego y maniobra sobre el objetivo y no podían permitir que los bandoleros huyeran del sitio del combate.

       Cuando despuntaban los primeros rayos del sol del 21 de marzo de 1963, y las tropas se aprestaban para continuar el combate, de la vivienda salieron mujeres.  Una de ellas, muy delgada y de apenas 19 años de edad, llevaba en sus brazos a una niña de menos de un año de nacida. La bebé no estaba bien abrigada, pese al fuerte frío de la zona.

        Esa mujer era la concubina de Melco. La otra era una menor de edad reclutada para la cuadrilla del bandolero. Cuando hablaron con el comandante de la operación, ambas mujeres informaron, que había un túnel desde el interior de la casa con dirección hacia el bosque, por el cual podrían escapar los bandoleros.

        En ese momento llegó al lugar del combate el comandante de la compañía de asalto del Batallón "Palacé", quien había sido enviado desde Buga, con refuerzos de 3 oficiales, 14 suboficiales y 76 soldados.

        En las primeras horas de la mañana del 21 de marzo, aterrizó un helicóptero en cercanías de la finca "Las Mesitas". A bordo de la aeronave llegaron Gustavo Balcázar Monzón gobernador del departamento del Valle y de filiación liberal, el coronel Jorge Salcedo Victoria comandante de la Tercera Brigada, el jefe de Estado Mayor de la misma brigada, coronel Carlos Lombana Cuervo, y el teniente coronel Álvaro Campo Bejarano comandante del batallón "Palacé", quienes a menos de 300 metros de la casa, presenciaron el desarrollo de la fase final de los acontecimientos.

        Inclusive estuvieron hablando con las dos mujeres detenidas, quienes negaron todo el tiempo conocer a Melco, o saber algo acerca de los bandoleros. Al ser preguntada por quién era el padre de la criatura que tenía en sus brazos, la mujer aseguró que el padre de la niña había muerto meses atrás en otra región. Para cada pregunta tenían una coartada como respuesta.

       Al filo del mediodía, las tropas de primera línea empeñadas en combate directo con los bandoleros, recibieron del batallón "Colombia" el apoyo de un fusil sin retroceso calibre de 57 mm, cuyos disparos de granadas ablandaron la resistencia de los bandoleros, y así facilitaron la continuidad del asalto para consolidar el objetivo. Ante el fuerte dispositivo y la cantidad de tropas desplegadas en la finca “Las Mesitas”, el resto de la cuadrilla no pudo regresar a prestar apoyo al cabecilla.

       Pero los antisociales se refugiaron dentro del túnel. Entonces el comandante del batallón Palacé ordenó que los soldados produjeran mucho humo en la boca de entrada al túnel, quemando ramas, paja y hojas secas con el fin de obligar a los antisociales a abandonar el escondite.

       Efectivamente, cuatro antisociales trataron de abandonar la casa por el otro extremo del túnel, donde fueron dados de baja por la tropa, gracias a la efectividad como tirador escogido de un sargento segundo dotado con una precisa carabina M-2 calibre .30, quien abatió a cuatro antisociales en la boca de escape del túnel.

        Al término del sangriento choque armado, las tropas recogieron los cadáveres de los bandoleros Melquisedec Camacho Cortés alias "Melco", Isaac Rodríguez alias "Carcomido", José Melo Vargas, NN. alias el "El Sufrido" y NN. alias "El Arrugado". Así mismo fueron capturados en el lugar de los hechos Julio César Cerquera Devia, Clarivel Gómez Dávila, y Obdulia Cuestas de Morales.

        El material de guerra incautado a la cuadrilla de bandoleros, incluyó tres carabinas San Cristóbal, una carabina M-2 que había sido hurtada al Ejército en una emboscada, un fusil calibre .30, un revólver y una pistola. Igualmente, durante el registro posterior al inmueble, fueron encontrados algunos documentos de interés para la inteligencia militar, entre ellos, una reclamación escrita que hacía Melco al gerente de Expreso Palmira, por el fallecimiento de su padre, en un accidente de tránsito de un autobús de esa empresa de transporte intermunicipal.

       Melco murió de un disparo en la cabeza que le desalojó un ojo de la cara. De su cuello pendía una cadena con un medallón de oro que tenía por un lado una imagen del Sagrado Corazón de Jesús, y en el anverso tenía las imágenes de la Virgen del Carmen y del Perpetuo Socorro. Su cuerpo era extremadamente delgado, igual que el de su compañera sentimental de 19 años de edad, con quien convivía desde hacía siete años y tenía a la bebé próxima a cumplir un año.

       El propietario de la finca Mesitas donde ocurrió el cruento enfrentamiento armado era Álvaro Vargas, un colono de filiación conservadora que en esos días había viajado a Bogotá y a Tunja, a llevar mensajes de Melco a algunos dirigentes de su colectividad política, cómplices de la violencia política tripartidista de la época.

      Como Vargas no regresó a la región nunca se supo cual era su misión, ni quienes sus oscuros contactos políticos en la capital de la república y la capital de Boyacá, donde se rumoraba, que dirigentes conservadores apoyaban a sus bandas armadas, con dineros obtenidos del comercio de esmeraldas.

       En síntesis, la operación contra Melco conducida bajo los conceptos tácticos de movilidad, iniciativa y sorpresa, dirigida por un mando acertado, flexible, astuto y decidido, produjo la eliminación definitiva de un grupo de bandoleros que, mediante la violencia y la extorsión, imponía su voluntad en el Norte del Valle y el Viejo Caldas.

       La muerte de Melco obligó al resto de sus compinches a desintegrar su cuadrilla en forma definitiva. En el ámbito político, el Directorio Nacional Conservador y el presidente Guillermo León Valencia militante orgánico de ese partido, aprovecharon la caída de Melco, para desligar cualquier nexo formal de esa colectividad política con el sanguinario bandolero.

       Por su parte, Gustavo Balcázar Monzón, gobernador del Valle de filiación liberal, aprovechó el éxito de las tropas, para resarcir que su partido estaba combatiendo con éxito a los agentes generadores de violencia, inclusive el 21 de marzo de 1963, en horas de la noche, convocó una ruidosa rueda de prensa en su oficina, en la que prácticamente se autodescribió como uno de los héroes de la jornada.

       A pesar de los tres soldados muertos y los dos heridos, la baja en combate de Polancho significó para el coronel Álvaro Campo Bejarano un alivio de la presión que tenía por las constantes acciones criminales de bandoleros en su jurisdicción, incluidos dos estruendosos fracasos por impericia táctica en la misma zona a finales de diciembre de 1962 y comienzos de 1963, contra la cuadrilla de los hermanos Arenas, que le causaron dos emboscadas de aniquilamiento con alta cifra de soldados muertos, en erróneos y calcados esquemas tácticos derivados de falta de previsión operacional.

       En esencia el Plan Lazo estaba funcionando y el país entero respaldaba la acción decidida de los soldados para traer paz y coadyuvar al progreso en todas las regiones del país. Vistos con retrospectiva, no hay duda que las certeras bajas de Polancho, Melco, Chispas y el resto de sus bandas, fueron puntales decisivos para trazar la senda de la necesaria paz en la convulsa región.

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