Análisis del conflicto colombiano
Como era previsible las bajas en combate de varios cabecillas de las Farc entre ellos Jairo Martínez, Román Ruiz, Chaqueto y Jaimito, desataron una tormenta mediática, especulaciones de todas las vertientes y obvios dolores internos para las Farc y sus cómplices, que de inmediato pidieron el cese bilateral del fuego, la equiparación política de los soldados caídos en acción con los terroristas abatidos, y la sindicación al Estado colombiano de ser el responsable de las muertes de los bandidos, que por obra y gracia de la propaganda izquierdista se convirtieron en buenos ciudadanos.
Desde cuando Tirofijo dirigía a las Farc, hizo carrera el ardid de presentar dos opciones al gobierno de turno, en las que según palabras del anciano cabecilla “si decía si perdía y si decía no también perdía". Así manejaron las Farc el tema del “intercambio” de terroristas presos por militares, soldados y dirigentes secuestrados. Con ese mismo tema Chávez y sus cómplices colombianos alebrestaron a la mamá de Ingrid Betancur para que sindicara y desprestigiara al Estado colombiano como el responsable del secuestro por inmadurez de su hija, etc.
Producidos los contundentes bombardeos contra tres campamentos de las Farc y la sorpresiva operación contra Jaimito tercer cabecilla de la cuadrilla Teófilo Forero en el Caquetá, las Farc y los cómplices agazapados dentro y fuera del país, recurrieron a la misma estratagema: La solución para que no caigan mas terroristas y desde luego para que las áreas ocupadas por las cuadrillas sean desmilitarizadas, mientras los guerrilleros se rearman y reentrenan, es hacer un cese bilateral, con el canto extensivo de los “garantes” de Cuba y Noruega. Si el gobierno Santos dice que si pierde, y si dice que no también.
Como no hay opción intermedia, en este caso es mejor perder por decir que no. En estrategia militar y geopolítica, los planes y las decisiones se basan en hechos concretos, medibles y verificables. Por ende, las soluciones en estos dos campos de la seguridad nacional, deben ser prácticas, objetivas, claras, directas y sostenidas en el tiempo. En ellas no caben ni las supuestas buenas intenciones del adversario, ni los cantos de sirena de los cómplices desarmados, ni los intereses figurativos de intermediarios con antecedentes de animosidad como Cuba, o de desinformación de la realidad colombiana como Noruega.
De contera, la experiencia militar enseña que nunca ha sido positivo ni productivo detener el ímpetu ofensivo de las operaciones de destrucción de las estructuras armadas adversarias, cuando se tiene la iniciativa, se ha superado la etapa del reconocimiento por fuerza y el ataque coordinado ha abierto paso a la explotación del éxito y la consolidación. El bombardeo final sobre Japón, fue la acción que terminó la Segunda Guerra Mundial. No hubo concesiones diferentes, porque los japoneses no entendían la rendición de otra manera. Y esta parece ser la coincidente conducta de las Farc frente al fin del conflicto.
Detener el ímpetu ofensivo de un ejército victorioso, es un salto al vacío y un peligroso paso hacia una derrota político-estratégica. Lo que menos puede hacer Santos frente a esta coyuntura, es dejarse impresionar por los pedidos de socorro de las Farc, por parte de quienes interpretan muy bien para su conveniencia los intereses del narcoterrorismo comunista y de los garantes que también quieren Premio Nobel para ellos, sin importar el costo que pague Colombia.
Por el contrario, las Fuerzas Militares deben incrementar la ofensiva táctica y estratégica contra las estructuras armadas de las Farc, que por lo visto hasta ahora no entienden de otra manera, la necesidad de desmovilizarse y entregar las armas. La razón es sencilla: Para las Farc estas conversaciones no significan un paso hacia el fin del conflicto y el alcance de la paz, sino un medio para ganar espacio político, robustecimiento armado, fortalecimiento de bases de apoyo y continuidad hacia el objetivo de la toma del poder. Cualquier bandera blanca de su parte, en un momento difícil como este para las Farc, es una estratagema más de dilatación del proceso y la búsqueda del alivio de presión militar con el argumento del cese bilateral.
Imposible repetir el nefasto error histórico de Alfonso López Michelsen y su entonces superministro Jaime Castro, en 1974, recién terminada la Operación Anorí, cuando el Ejército colombiano tenía arredrado al Eln y la derrota final del grupo terrorista era cuestión de días. Los bandidos encabezados por Fabio Váquez sacaron la bandera blanca, con arrogante actitud López Michelsen detuvo la ofensiva militar, y los escurridizos delincuentes aprovecharon la supresión de la ofensiva militar para salirse del cerco y reabastecerse en otras regiones.
Como las Farc desean jugar con el sentimiento humanitario de los colombianos ansiosos de que haya paz, para por debajo de la mesa seguir rearmándose y preparándose para la guerra, la respuesta militar debe ser más intensa, acompañada de una dosis significativa de operaciones sicológicas sobre los terroristas rasos, mediante mensajes masivos y sostenidos tales como:
1. No deben seguir cayendo en combate, defendiendo cabecillas terroristas que viven como reyes en Cuba, Venezuela y Ecuador.
2. El narcoterrorismo comunista solo ha traído sangre destrucción y muerte a Colombia.
3. El paso esencial para que haya paz en Colombia es la desmovilización y entrega de armas de los grupos narcoterroristas.
4. En lugar de morir en bombardeos o combates contra las tropas, los guerrilleros rasos y sus cabecillas intermedios, son personas que por sus capacidades personales, pudieran aportar esfuerzos positivos al desarrollo integral del país.
5. Entregar computadores y documentos de las cabecillas, cuando deserten.
Otra explicación para no suspender las operaciones ofensivas, es que las Farc nunca han dicho la verdad al país. Mentir es el eje de gravedad de todo comunista armado o desarmado, pues esa es la esencia marxista-leninista, entonces es obvio que esta vez tampoco obran de buena fe.
En síntesis, la forma más rápida de conquistar la paz con las Farc es ganarles la guerra, sosteniendo la voluntad política de hacerlo, no usándola como un arma de amenaza o de zanahoria y garrote. Una vez más queda demostrado que durante cinco décadas, las Fuerzas Militares siempre han ganado la guerra en el campo militar, pero ha faltado voluntad política para llevar la ofensiva militar hasta el final, y desde luego acción integral socio-económica para evitar que la pobreza, el abandono, la miseria y la corrupción de los dirigentes políticos en todos los niveles, sean caldos de cultivo para reclutar más terroristas.
En este momento, el Estado no puede dar pie atrás a la ofensiva militar. Debe incrementarla y apoyarla con programas sociales y de desarrollo integral a largo plazo. El llamado al cese bilateral propugnado por los terroristas no es un clamor nacional, ni una necesidad político-estratégica de las tropas. Es una trampa de las Farc, y lo más lógico es no caer en ella.
Por ahora, la mejor opción es continuar el ataque coordinado, explotar los éxitos con contundencia y trabajar con visión estratégica en la consolidación sostenida de las comunidades arrebatas a las Farc. O sea neutralizar su Plan Estratégico. Pero para ello se necesita voluntad política. Lo contrario es seguir en lo mismo de siempre.
Coronel Luis Alberto Villamarín Pulido
Analista de asuntos estratégicos
www.luisvillamarin.com
El autor de la columna, coronel Luis Alberto Villamarín Pulido es analista de asuntos estratégicos, especialista en geopolítica, defensa nacional y contraterrorismo, temas sobre los cuales ha publicado 26 libros y mas de 850 artículos, algunos de ellos traducidos a inglés, francés, polaco, portugués y alemán. Sus obras han sido referentes bibliográficos para doctorados, postgrados y pregrados en prestigiosas universidades como Harvard, Pensilvania State, Oklahoma, Georgetown de Estados Unidos, London Economics del Reino Unido, Complutense y Bilbao de España, Lieja de Holanda, Nacional de Taiwán, Autónoma de México, etc. Para leer las obras del coronel Villamarín haga clic aquí