Órdenes militares deben ser claras, concisas, lógicas y oportunas

Publicado: 2015-07-17   Clicks: 6733

    Análisis del conflicto colombiano

    Desde cuando una persona ingresa a servir a Colombia en las filas castrenses, sus superiores le enseñan que las órdenes militares son claras, lógicas, precisas y oportunas.

     Asimismo le inculcan que la lealtad gravita en ambos sentidos, que las tropas sirven a los objetivos supremos de la nación y no a los intereses políticos del presidente de turno, porque este es pasajero y las instituciones son permanentes.

    Con el presidente Juan Manuel Santos, las tropas han experimentado todo lo contrario. Las razones saltan a la vista:

    Las órdenes e instrucciones de Santos a los altos mandos militares son ambiguas, confusas, desarticuladas frente a la realidad de la guerra narcoterrorista contra Colombia, e ilógicas y carentes de oportunidad en el tiempo.

    No obstante, con muy contadas excepciones, los medios de comunicación impregnados de mermelada y conveniencias particulares de propietarios y directores, han hecho coro permanente al embeleco santista de un proceso de paz, tan iluso como improbable en las condiciones en que está planteado.

    Santos llegó al inmerecido cargo, gracias al error histórico del presidente Álvaro Uribe Vélez, quien para tener a su favor las opiniones políticas del diario El Tiempo, lo nombró como ministro de Defensa, cargo para el que igual a sus antecesores y sucesores, Santos ni estaba preparado ni le importaba actuar en la defensa política de las tropas y la concepción estratégica de la seguridad nacional.

     Uribe urdió ese nombramiento como una maniobra política de manejo de opinión en aras de su segunda reelección, y Santos la vio como la posibilidad de incrustarse en las altas esferas del poder, manipular a favor de sus pretensiones personales los éxitos militares de las tropas, y a mediano plazo, como buen tahúr clavar la estocada traidora a quien lo catapultó.

    La llegada de Santos al ministerio de Defensa coincidió con la ejecución de excelentes operaciones militares contra el Secretariado de las Farc, en las cuales no tuvo ninguna participación diferente a autoatribuirse la genialidad del planeamiento.

     Producto de su condición tránsfuga, de la noche a la mañana Santos se autoproyectó en los medios como el supuesto estratega que concibió genialidades operacionales militares, de las cuales en realidad no tiene la menor idea, y logró que Uribe le diera el visto bueno como sucesor, con la falsa promesa que continuaría el ímpetu militar contra el terrorismo y la defensa política y jurídica de los soldados que lo encumbraron a tan inmerecidos honores.

    Ya en el poder, Santos peló el cobre,  traicionó a 9 millones de electores dejó al garete a los soldados y asesorado por su hermano Enrique revivió el cadáver político de las Farc, para iniciar las conversaciones con el grupo terrorista, sin tener plan estratégico concreto del gobierno, ni objetivos claros, ni negociadores preparados para el efecto, ni línea coherente para la conducción del proceso.

     Durante el lapso que lleva Santos  como presidente, las tropas solo han recibido desplantes de su parte. Pese a haber sido ministro de Hacienda y de Defensa y de conocer el problema, en condición de presidente no ha hecho el menor esfuerzo por hacer cumplir la ley 4/92 en torno a las nivelaciones salariales de activos y retirados. Por el contrario, al inicio de su gobierno, nombró como ministro de Defensa a Rodrigo Rivera un burócrata desleal, despectivo y desconocedor en grado sumo de la esencia militar, que además tuvo la desfachatez e ilegalidad de asegurar que el problema salarial de soldados y policías  no era cierto, pues según sus palabras a los militares y policías se les paga con medallas y afiliciaciones a clubes .

     Ansioso de la permanente autopublicidad, Santos visita a menudo los cuarteles donde pronuncia discursos demagógicos e inclusive irrespetuosos contra la esencia militar. Para este propósito contó con la complicidad del ministro Juan Carlos Pinzón, quien todo el tiempo que ocupó el cargo,  inició la campaña publicitaria para ser el sucesor de Santos en 2018, sin reflexionar que lo hacía sobre los cadáveres, la sangre, el sudor y el sacrificio de los soldados.

     Inclusive, Santos llegó al extremo de disfrazar a un hijo de soldado, hacerlo desfilar en medio de las Fuerzas Especiales como si fuera combatiente de verdad, y hasta detener irregularmente el desfile para darle un beso en la mejilla. Cualquier parecido con una dictadura africana no es mera coincidencia.

     En la medida que han avanzado las imposiciones unilaterales de las Farc a los delegados oficiales en Cuba, Santos ha enviado mensajes sin claridad, ni concisión, ni lógica, ni oportunidad a las tropas que en contraste lo defienden y lo sostienen en el cargo.

     Obediente a las órdenes de Timochenco, Santos prometió a las Farc que los terroristas desmovilizados integrarían la policía rural, ordenó suspender fumigaciones con glifosato de los cultivos ilícitos, suspendió los bombardeos contra las guaridas de los cabecillas, autorizó un esperpento de supuesto desminado humanitario y ahora se le ocurrió la genialidad oportunista de decir que no se les llame terroristas, ni bandidos.

     La muerte del soldado que laboraba en remoción de minas en Antioquia, la incineración de un soldado vivo en el Meta, el ataque aleve en el Cauca con la masacre de once soldados y el creciente terrorismo de las Farc, indican lo contrario, pues en los cuarteles, donde nadie cree en el presidente, pese a que los generales acallados con una prima de servicio denominada en lenguaje crítico como de lealtad o de silencio, salen a los medios a hablar de la unidad monolítica y de la mística inamovible de las tropas.

     Ojalá que el ministro Villegas y el general Mejía recién nombrados actúen en consecuencia y corrijan todos estos errores, porque la moral de las Fuerzas Militares está seriamente afectada por la vanidad egocéntrica y universal del presidente Santos.

     La verdad es dolorosa pero hay que decirla para iniciar a solucionar los problemas.

     En síntesis, da la sensación que al navegar en su inmenso ego, la ilimitada vanidad de Juan Manuel Santos, ve a los militares como si fueran su guardia personal a la cual puede manejar a su antojo, no la fuerza armada del Estado. Al mismo tiempo que los trata como si fueran esclavos o personas sin capacidad de raciocinio diferente a ser máquinas de guerra o mecanismos de politiquería cada vez que le place.  Todo eso lo ha logrado debido a la ineptitud del Congreso de la República, incapaz de hacerle un juicio político por estar entregando el país a las Farc.

     De remate por insuficiencia de neuronas y en varios casos de carácter de los altos mandos militares, Santos ha hallado el camino expedito para dar rienda suelta a su veleidoso deseo de utilizar todos los recursos del Estado incluidas las tropas que lo protegen, en aras de lograr el Premio Nóbel de Paz.

     No se trata de buscar salidas de facto, ni vulnerar el orden institucional. Se trata de que los generales y almirantes tengan el temple y la lealtad con el país que les paga sus salarios y les confirió los grados militares que ostentan, y le digan de manera franca y directa que no puede seguir desmotivando las tropas, ni insultándolos en público como lo hizo durante la posesión del general Mejía como comandante del Ejército, cuando en presencia de los generales y almirantes de la guarnición de Bogotá, les dijo que en los veinte años venideros, los soldados son incapaces de ganar la guerra contra las Farc.

     Esto indica que los generales deben hacerle ver a Santos que se autocalifica de haber sido militar, que el Ejército y las demás fuerzas existen no para satisfacer caprichos personales del mandatario de turno, sino para defender las instituciones y al pueblo colombiano y que en consecuencia, las órdenes que emita deben ser claras, precisas, lógicas y oportunas, además de que cumpla con las funciones para las cuales fue elegido, pues ninguna de esas tareas incluye el enorme desgaste humano y financiero del país en pos de un inmerecido Premio Nóbel de Paz.

 

Coronel Luis Alberto Villamarin Pulido

Analista de asuntos estratégicos

www.luisvillamarin.com

El coronel Luis Alberto Villamarin Pulido es analista de temas de seguridad nacional, geopolítica, contraterrorismo e historia militar, sobre los cuales ha escrito 26 libros y cerca de 900 artículos especializados, los cuales se pueden leer haciendo click  aquí 

 

 

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