Por Escritor-estratega
Publicado en la Revista Semana el 08 de mayo de 2010
Análisis del Conflicto Colombiano- La paga del soldado.
Con retardo de casi cuatro meses, el Gobierno Nacional acaba de publicar el decreto que regula la pírrica asignación salarial para los miembros de la Fuerza Pública durante el año 2010.
El mísero aumento del 2% en los ya injustos y exiguos salarios de militares y policías decretado por el Gobierno Nacional , ha generado una catarata de críticas y exteriorizaciones de sentimientos reprimidos por parte de la reserva activa, en clara identificación con quienes en servicio activo, exponen hasta sus vidas para que los cómodos dirigentes políticos, disfruten de las mieles en el poder.
Resulta inceible que esa sea la paga y la retribución del Estado a quienes han portado las armas de la república, espina dorsal de la seguridad democrática; muchos de ellos con incapacidades relativas o permanentes derivadas del servicio, o lo que es peor perseguidos por jueces comunistas o magistrados venales, que en el afán de enriquecerse fallan torvos procesos en su contra.
Con sobrada razón el general Landazábal insistía en que el país debería acostumbrarse a escuchar a sus generales. Le agregaría a sus militares y policías. Muy fácil es criticar y vilipendiar a las instituciones armadas, pero muy difícil es desarrollar la labor que ellas cumplen.
Esto solo lo entiende quien ha soportado interminables noches de vigilia con el ojo avizor en la montaña, la selva o la guardia de cuartel. Quien ha comandado soldados en medio de situaciones adversas de enemigo, tiempo y terreno; quien ha sentido cerca el frío de la muerte, la soledad del mando, la incomprensión de aquella sociedad por la cual entrega hasta su vida; el alejamiento prolongado de sus padres, hermanos, esposa e hijos.
Para el militar o el policía, no existen sábados, domingos o feriados. Priman las obligaciones del servicio. Si está en permiso, vacaciones o licencia, y la institución lo requiere, el uniformado debe suspender el descanso, dejar a un lado los seres queridos, uniformarse y regresar al puesto de combate, sin renegar, sin renunciar al juramento y sin contradecir las órdenes.
Sus hijos sufren traumas permanentes por los traslados de guarnición, cambios de colegios, pérdida de amigos, y algo mas grave, porque por vivir en los cuarteles, son testigos directos del drama de la guerra. Sus esposas soportan con estoicismo la pesada carga de educar solas a los hijos, pese a las dificultades humanas propias de cada etapa de la crianza desde la infancia hasta la juventud, incluida la compleja adolescencia.
En síntesis: Los militares ni ven nacer a los hijos ni ven morir a los padres, por estar dedicados al oficio de la guerra y la búsqueda de la esquiva paz para una sociedad que ni gobierna ni se deja gobernar. De remate reciben una paga mísera, no tienen garantías como veteranos de guerra, cada día que pasa los servicios médicos son mas insuficientes. Como esto si fuera poco, sucesivos gobiernos le han escurrido el bulto a pagarles los porcentajes mínimos de aumento salarial establecidos por ley en el IPC, y para colmo de males politqiueros como Mockus proponen acabar el Ejército, o como Santos, Noemí y Vargas Lleras hablan de sostener al seguridad democrática, pero olvidan las garantías sociales y legítimas de quienes los sostienen en sus cargos.
Ojalá que este llamado despierte el deseo de los actuales candidatos presidenciales electos, y de los senadores electos para que en el Congreso de la República se estudie a fondo y se produzcan cambios estructurales en la merecida seguridad social, de quienes sin reclamar sus derechos, luchan a brazo partido por la libertad, la paz y la tranquilidad del pueblo colombiano.
Coronel Luis Alberto Villamarín Pulido
Analista de asuntos estratégicos