¿Paz o Guerra?

Publicado: 1998-08-06   Clicks: 2265

      cover la silla vacíaNota del autor: Este premonitorio artículo fue escrito y publicado un día antes que se posesionara Andrés Pastrana Arango como presidente de la República de Colombia. Por desgracia debido a la debilidad de carácter de este cuestionado presidente y la laxitud del alto mando militar que cohonestó con la poca visión estratégica de Pastrana, todo lo escrito en este texto se cumplió al pie de la letra, e inclusive dio pie para escribir el libro La Silla Vacía de mi autoría.

      Publicado en el Diario del Huila de Neiva- Huila el 6 de agosto de 1998

       La guerra de guerrillas que conducen las conducen los grupos armados en Colombia, tiene como propósito la toma violenta del poder político y no simplemente negociar la paz.

       Tampoco delinquen para detenerse en la mitad del camino de un proceso que consideran irreversible, dentro el contexto del materialismo histórico, tesis que guió sus actuaciones, acorde con los postulados ideológicos que aducían poseer cuando aparecieron en el escenario delictivo en Colombia.

     En dicho entorno los jefes de la guerrilla dialogan para dar un salto cualitativo que les proporcione ganancias políticas y no para desarmarse o desmovilizarse, porque tales opciones no están contempladas dentro de su Plan Estratégico.

     Los terroristas buscan alcanzar reconocimiento nacional e internacional con la categoría e fuerzas beligerantes, con el fin de recibir apoyo político, financiero y armado, en el evento de ser catalogados “ejército insurgente con mando responsable que controla área geográficas determinadas”.

     Por esta razón piden el despeje de cinco municipios, que en la práctica afectan a cinco departamentos. El cacareado despeje es un as estratégico de connotaciones geopolíticas insospechadas.

     La acción terrorista gira en torno a una estrategia definida que abarca ingredientes políticos (diplomacia y guerra jurídica), económicos (narcotráfico, secuestro y extorsión) y armados (acciones terroristas sincronizadas a nivel nacional).

      Sin embargo, es preciso aclarar que entre más violen el Derecho Internacional Humanitario, mas pierden cualquier asomo político de la lucha que viró en bandolerismo crónico. Esa es la piedra en el zapato que los induce a acrecentar la guerra, para esconder la realidad de la descomposición ideológica revolucionaria con actitudes propias del “lumpen”.

El dilema para el Estado colombiano es concretar la fórmula mágica para enfrentar de manera integral  a un enemigo soterrado,  que desarrolla un conflicto complejo en esencia, y, cercano al delito atroz en la práctica. Al innegable marasmo social  que genera la multiplicidad de problemas, se suman  la indiferencia crónica de los gobiernos de turno, para enfrentar la guerra sucedida en territorio colombiano durante cuatro décadas de desangre.

     Las próximas negociaciones de paz deben ser concretas y específicas. Es importante que la agenda contemple asuntos puntuales como la entrega de armas, la renuncia de las guerrillas al maridaje con el narcotráfico, la suspensión de cualquier forma de secuestro y la comisión de masacres colectivas de personas tildadas de ser informantes del Ejército, el impedimento para  que recluten menores para las cuadrillas y la suspensión total de las articuladas campañas terroristas.

     No se puede asumir de buena fe que los bandoleros llegarán a las mesas de diálogo con propósitos pacifistas, ya que de antemano destilan triunfalismo y creen que van ganando la guerra, con la venia propagandística de quienes los endiosan y hasta les conceden estatus político desfasado, para que negocien en medio de las acciones armadas.

    Indudablemente las conversaciones que se aproximan, apuntan a concretar un paso estratégico más del plan general subversivo, delineado para la toma del poder y no evidencian por ahora un eventual desarme de los grupos narcoterroristas, que persisten en la idea que la desmovilización no figura en planes a corto o mediano plazo.

     Duro compromiso con la historia tienen quienes representarán a todo el pueblo colombiano en las mesas de diálogo del gobierno con los prevenidos y astutos terroristas.

     Una recomendación basada en el seguimiento científico a procesos similares durante los últimos cuatro gobiernos, sería que los representantes oficiales  tengan en cuenta que, negociar no es entregar la dignidad nacional, que diplomacia no es cobardía, ni que falta de carácter es buen talante.

     La tendencia de la evolución del conflicto, será la presión armada de los terroristas para posicionarse fuertes en las mesas de negociación. Tal premisa significa continuación inútil de la guerra y la ausencia de la paz.

     Tal situación obliga al Estado colombiano a diseñar una estrategia clara e integral para combatir a quienes hablan de paz y hacen la guerra, porque es la única forma de vida valedera que conocen.

     La duda es definir cuál será el futuro inmediato de Colombia: ¿Paz o Guerra?

 

      Obras del Coronel Luis Alberto Villamarín Pulido

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