Retos para la Corte Penal Internacional

Publicado: 2004-12-12   Clicks: 2602

     Analisis del Conflicto Colombiano

      Publicado en la Revista Acore No 113, Bogotá-Colombia, el 12 de diciembre de 2004

      Tras un extenso análisis del papel de la Corte Penal Internacional (CPI) el articulista concluye que esta institución judicial con jurisdicción en casi todo el planeta, debe tener un objetivo político mas integral en torno a la seguridad mundial, y a la vez, menos politiquero en el manejo de asuntos trascendentales.

       La ONU afectada por el olímpico desconocimiento de Estados Unidos para invadir Irak y en suscesos posteriores, requiere replantear planteamientos, objetivos, prioridades y metas. Lo demás es desgastarse es discusiones bizantinas si Estados Unidos es imperialista o no.

    Es hora que la comunidad inetrnacional articule una sola estrategia para combatir de manera integral, por medio de la CPI, el terrorismo, el narcotráfico, el lavado de activos, y el tráfico de armas, como delitos de lesa humanidad que afectan al mundo entero.

    Y es hora que la adormilada diplomacia colombiana, tan cercana a las mieles de la doce vita, pero lejana de la realidad nacional, reaccione y haga todo el lobby necesario para demostrar al mundo entero, que el problema narcosubversivo colombiano no es un simple referido de los derechos humanos en una república bananera, sino una realidad dolorosa y palpitante que afecta la libertad y la democracia en muchos países.

     cover narcoterrorismo la guerra del nuevo sigloEl triángulo fatal que conforman el narcotráfico, el tráfico de armas y el terrorismo, constituyen el principal reto para la Corte Penal Internacional. Si ese no es el enfoque actual del problema, los sucesos indican que no solo esta corte sino la Organización de Naciones Unidas debe enfocar las direcciones de su actuación para combatir mancomunadamente estos tres flagelos

    A manera  de ejemplo, por ser lo que nos atañe:

 — ¿Puede Colombia sola y sin el apoyo de la comunidad internacional, enfrentar con éxito, el triángulo fatal articulado por las redes de narcotraficantes, terroristas y traficantes de armas?—

    La respuesta es no, porque el fenómeno configura un problema universal, que no es local, ni siquiera regional, por lo tanto, requiere medidas y acciones del nivel del primer mundo, que para colmo de males es enfrentado desde la óptica y nivel del tercermundismo, con solo el 3.2% del Producto Interno Bruto colombiano.

   Los gobiernos de los países inmiscuidos en la urgente y necesaria respuesta a la agresión, deberían ser más estrictos en el control de la fabricación y venta de armamento; así como en la implementación de medidas de seguridad, que eviten el tránsito o la presencia clandestina de terroristas, e impidan  la existencia de fortalezas financieras en la banca internacional; al igual que la puesta en marcha de medidas activas para combatir el narcotráfico de manera conjunta[1]. Y por lógica razón la Corte Penal Internacional seria el instrumento jurídico, para actuar en concordancia.

    Ni traficantes de armas, ni terroristas ni narcotraficantes, conformarían el triángulo letal que hoy encarnan como grave agresión contra el mundo civilizado, ni podrían operar de la forma en que lo hacen, ante la negligencia o indiferencia de afectados en acto o potencia, por los tres problemas entrelazados por el narcotráfico, y quizás en muchos casos, con la corrupta complicidad de algunos funcionarios públicos de todas las latitudes, como se infiere de estadísticas oficiales del Programa anti-drogasde la Organización de Naciones Unidas ONU, en las que se estima que en todo el mundo en 1.997, habían 180.000 hectáreas cultivadas con coca y 270.000 hectáreas sembradas con amapola. Para el año 2.004, estas cifras crecieron casi al doble, no obstante los ingentes esfuerzos de erradicación.

    La producción y el tráfico de alucinógenos, sólo dos aspectos por resolver entorno al problema de las drogas, deja miles de muertos y desterrados en Colombia. Pero sobre el difuso velo olvidado de sus cadáveres, gravitan enormes ganancias que produce el comercio de precursores químicos, necesarios para el procesamiento de alcaloides, producidos por algunas multinacionales europeas, así como del lavado internacional de dinero, que se hace con la complacencia o el silencio malicioso de algunos banqueros de países europeos y de los Estados Unidos.

    El narcotráfico es hoy un negocio globalizado que de acuerdo con las estadísticas que maneja la Organización de Naciones Unidas ONU, mueve 400.000 millones de dólares al año, cifra equivalente al 8% del monto total del comercio mundial legítimo, pero que de paso, nutre el tráfico de armas, dentro del que se negocian en el mercado negro al año, cerca de 80 millones de fusiles AK-47, según estadísticas que circulan en la web.

    La realidad objetiva, indica que existe una  enorme  responsabilidad política y moral para la comunidad internacional, para combatir todo tipo de mafias transnacionales, que ansiosas de obtener astronómicas sumas derivadas del dinero fácil, inciden en el auge de la violencia en diferentes partes del mundo, una de ellas Colombia, donde por causa de la misma no pueden invertir empresas importantes de los diferentes bloques económicos, con la consecuente contracción y bajo nivel de vida de los colombianos. Mientras no se ataque a fondo el problema triangular, habrá un círculo vicioso negativo, para el crecimiento económico colombiano.

    A guisa de muestrario, un informe elaborado en  abril de 1990 por el equipo operativo del Grupo de los Siete, mas conocido como el G-7,  estimó que para esa época, se blanqueaban cada año en el sistema financiero mundial, mas de 120.000 millones de dólares procedentes del narcotráfico, recursos que fuera de generar violencia y acrecentar brechas entre pobres y ricos, en nada favorecieron las economías globales de países como Colombia y Afganistán.

    el cartel de las farc coverAnte la incapacidad multinacional para desarticular ese fenómeno de economía informal e irregular, por ende lesiva para los intereses geo-económicos, el narcotráfico, el terrorismo y el contrabando de armas se funden y encuentran escenarios propicios en países como Brasil, Bolivia, Paraguay, Panamá Colombia, Perú, Ecuador, Perú. Guatemala, Venezuela, Afganistán, Haití y México, donde extensas zonas rurales escapan al control del gobierno.

    O en países como Chile, Argentina, Uruguay, Israel, Jordania, Suiza, Honduras, República Dominicana, Jamaica, Sur Africa, Zimbawe, Marruecos, El Salvador, Costa Rica, Cuba, España, Estados Unidos, Jamaica,  Alemania e Italia, donde se realizan las transacciones comerciales y bancarias, que permiten la subsistencia del negocio.

    Dada la importante ubicación geoestratégica y la trascendental proyección del potencial geopolítico en el entorno latinoamericano y mundial, durante las tres últimas décadas del siglo XX y la primera del siglo XXI, la por siempre convulsa vida política, económica y social de los colombianos, ha sido salpicada por los estertores de la guerra fría, el auge del terrorismo como forma de expresión política, y la lucha internacional contra las drogas, debido a la desafortunada y persistente inmersión de diferentes sectores de la sociedad en este flagelo, convertido por dinámica de los hechos en el factor de financiación de dos de los actores la guerra interna, y por lo tanto en la mas grave perturbación en todos los órdenes para la institucionalidad colombiana, con obvia extensión a quienes interactúan con la nación suramericana.

     En medio del caos surge una lógica demencial. Los narcotraficantes colombianos prosperan con el conflicto interno y con los demoledores efectos del terrorismo internacional, por ende, no tienen interés alguno en la paz, ni local ni mundial.

    El conflicto armado a su vez depende del dinero de la droga. Por eso, para poder combatir y vencer al narcotráfico el país necesita paz. Lo contrario es caer en el círculo vicioso de combatir la guerrilla o erradicar la coca, sin que en el exterior se combata el tráfico de armas o el comercio de insumos para el procesamiento de los alcaloides.

     Producto de esa escueta realidad, los primeros damnificados por el azote del narcotráfico en Colombia, fueron los dirigentes políticos de los dos partidos tradicionales, que a comienzos de los años ochenta miraron con la vista gorda, frente a la evidente financiación de campañas regionales y nacionales, con dineros derivados del tráfico de narcóticos y hasta cohonestaron con ellos.

     Consecuencia de esa ceguera, el extinto narcoterrorista Pablo Escobar ocupó una curul en la Cámara de Representantes y desde la misma época, la guerrilla colombiana multiplicó el potencial bélico de manera insospechada. Después  de la escandalosa elección de Escobar y de la obvia lavada de manos de quienes cohonestaron con el agresivo capo, sobrevinieron retaliaciones y comisión de actos de barbarie, tales como las muertes violentas de Rodrigo Lara Bonilla ministro de Justicia, Antonio Roldán Betancourt Gobernador de Antioquia; Luis Carlos Galán, Carlos Pizarro, Bernardo Jaramillo Ossa, candidatos presidenciales, Enrique Low Murtra ex ministro de Estado, y las de otros funcionarios, públicos, periodistas, policías, militares, abogados, etc.

     A los magnicidios con fines terroristas, se sumaron otros efectos colaterales como las guerras a muerte entre los capos de los carteles de Medellín y Cali; la aparición de nuevos carteles de la droga en la Costa Caribe, el centro del país y el norte del departamento del Valle; así como las guerras de los carteles de coqueros contra las Farc y el Eln[2]; y por ultimo la inmersión de las Autodefensas Unidas de Colombia, en una guerra abierta contra las mafias de la guerrilla, por el control territorial de las zonas cocaleras, amapoleras y marimberas, así como el predominio en los contactos internacionales con los traficantes de armas, y la extensión del conflicto afuera de las fronteras colombianas.

    En el ámbito internacional sucede algo similar, pese a que las vendettas entre narcos se trasladaron a las calles de New York, Miami, Chicago, Houston, Los Ángeles, Madrid, Barcelona y Palmas de Mallorca.

    Pero además los tentáculos de la guerra de las drogas cobijan otros espacios geopolíticos. Ante la realidad de la incidencia del narcotráfico en la guerra y la paz del mundo, hasta ahora los dirigentes de organismos  internacionales, comienzan a manifestarse aunque con cierta timidez y sin llamar las cosas por su nombre:

—El terrorismo se financia con el tráfico de droga y emplea sus redes ilegales en todo el mundo. El terrorismo se alimenta sobre todo con las ganancias derivadas del tráfico de droga, un negocio que produce millones de dólares. Por eso en muchos países, en particular en Afganistán, Colombia, España y Estados Unidos, luchar contra el narcotráfico es también luchar contra el terrorismo— denunció en Roma Antonio María Costa  vice-secretario general de las Naciones Unidas.

     A las anteriores cifras se suman otros factores tales como, mas de medio millón de colombianos, muertos por acciones violentas en relación directa o indirecta con la confrontación desde 1.964, año en que las Farc declararon la guerra contra Colombia; la creciente urbanización producida por cerca de siete millones de desplazados hacia los cinturones de miseria de las principales ciudades durante cuarenta años; y la fuga durante la última década, de capitales bien habidos, por cálculos superiores a los 20.000 millones de dólares, con el consecuente estancamiento, o por lo menos leve crecimiento del Producto Interno Bruto, no obstante transitorias recuperaciones de la industria de la construcción, el incremento de exportaciones no tradicionales, e ingreso de remesas enviadas al país por los inmigrantes salidos hacia el primer mundo[3].

     En síntesis el narcotráfico como medio y como fin, es el elemento motriz de la desangrante guerra que asedia a Colombia, epicentro de las finanzas de la subversión izquierdista; causa de la descomposición moral de algunos dirigentes políticos, estímulo de fuertes desigualdades sociales y polo de atracción para importantes sectores de la población, aislados de la economía tradicional, ansiosos de resolver asfixiantes problemas socio-económicos. Por eso cada gramo de coca que se comercie en el mundo, o cada dosis de marihuana o de morfina, son aportes directos a la financiación del terrorismo y el tráfico de armas que enlutan a Colombia.

     Una de las más graves consecuencias del fenómeno del narcotráfico, es la inmersión de las guerrillas de las Farc en el negocio, para financiar la guerra revolucionaria contra la institucionalidad, matizada por la ausencia de estrategias concretas del Estado para reprimir la agresión, con el ingrediente incorporado, quelos paramilitares también se financian con recursos del narcotráfico para combatir la guerrilla y las células de apoyo, enclaustradas en la población civil.

    En ambos casos, las drogas que los dos grupos terroristas colombianos exportan del país, llega a los mercados del primer mundo para aumentar las arcas de terroristas y negociantes de armas. Una prueba mas que el problema es global y no local.

    No obstante, es evidente la indiferencia de la comunidad internacional afectada por el narcotráfico, para combatirlo de manera integral, mediante soluciones multinacionales, que no se limiten a la erradicación de cultivos y la interdicción temporal o transitoria de ingentes cargamentos de alcaloides, que a diario circulan por los aires, las aguas marítimas y las fronteras terrestres del mundo entero. O lo que es peor considerar que le problema de las guerrillas terroristas se circunscribe a un asunto policivo interno de orden público, y a una cuestión de derechos humanos por descuido del Estado colombiano, sin intuir o hilar que día a día el terrorismo internacional se liga mas y configura una grave agresión contra el género humano, no solo contra Colombia, España o los Estados Unidos.

     Quizás la legalización de las drogas, tema tabú y siempre cuestionado por moralistas, sea la solución para disminuir los precios de la cocaína, la heroína y la marihuana en los mercados clandestinos, con el fin de anular o eliminar los elevados costos de las dosis personales, para que el negocio deje de ser atractivo y lucrativo.

    El punto medio, es evaluar: ¿que será más dañino?, si la  degradación de los drogadictos, o el inútil desangre que asedia al mundo y financia en gran parte el terrorismo, que ahora ataca a sensibles intereses económicos y políticos de países industrializados, como lo demuestran los atentados terroristas en New York, Washington, Madrid, Riad, Casablanca, Moscú, Estambul, etc y tiene en la mira al Reino Unido, Italia, Francia, Canadá, Japón y Australia.     No es nada nuevo el señalamiento por identificar eventuales nexos entre las organizaciones extremistas, unidas por medio del tráfico de estupefacientes para financiar las guerras contra el enemigo común, gracias al papel de idiotas útiles que juegan las mafias del narcotráfico en ese proceso, pues ya había sido denunciado en otras instancias internacionales, que no son precisamente los Estados Unidos los afectados, sino toda la comunidad que consume sustancias adictivas en el mundo y por reflejo, los países donde actúan los terroristas.

      Conclusiones

     La Corte Penal Internacional debe tener un objetivo mas político integral en torno a la seguridad mundial, y a la vez, menos polítiquero en el manejo de asuntos trascendentales.

     La Organización de Naciones Unidas afectada por el olímpico desconocimiento de Estados Unidos para invadir Irak y sucesos posteriores, requiere un replanteamiento de objetivos, prioridades y metas. Lo demás es desgastarse en discusiones bizantinas, acerca de si Estados Unidos es imperialista o no lo es.

     Es hora que la comunidad internacional articule una sola estrategia para combatir de manera integral, por medio de la Corte Penal Internacional,  el terrorismo, el narcotráfico y el tráfico de armas, como delitos de lesa humanidad que afectan al mundo entero.

     Es hora  que la adormilada diplomacia colombiana tan cercana a la mieles de la dolce vita, pero tan lejana de la realidad nacional, reaccione y haga todo el lobby necesario para demostrar al mundo entero, que el problema narco-subversivo colombiano no es un simple referido de derechos humanos en una república bananera, sino una realidad palpitante y dolorosa que afecta al mundo entero.

Coronel Luis Alberto Villamarín Pulido

www.luisvillamarin.com

 

Analista de Asuntos Estratégicos, ganador del 2003 Latino Literary Awards con la obra la sila vacía en Los Angeles California, autor de 10 libros relacionados con la violencia en Colombia, tiene estudios de ciencias políticas en la Pontificia Universidad Javeriana, posee todas las especialidades de combate en guerra irregular que tiene el Ejército colombiano, profesor militar, investigador científico, condecorado dos veces con la Medalla de Servicios Distinguidos en Orden Público por acciones de valor frente al enemigo al mando de unidades en el campo de batalla. Autor de 26 libros relacionados con defensa nacional, contraterrorismo, geopolítica, estrategia e historia continental. para leer los libros haga click aquí.

 


[1]Según la DEA —agencia antidrogas de los Estados Unidos—, Colombia es considerada por Washington como el primer productor mundial de cocaína, con casi 600 toneladas anuales, y uno de los principales abastecedores de heroína, con siete toneladas al año.

 

[2]Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, guerrilla comunista línea Moscú. Ejército de Liberación Nacional, guerrilla comunista línea Cuba.

[3]Las destrucciones de municipios, caseríos, oleoductos, puentes, producidos por los ataques terroristas de las Farc superan los 50.000 millones de dólares durante cuatro décadas de conflicto armado.

     Obras del coronel Luis Alberto Vilamarín Pulido

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