Cuarenta años después de la Operación Anorí contra el Eln

Publicado: 2013-09-05   Clicks: 4515

     Análisis del conflicto colombiano

   condor en_el_aireDurante los meses de septiembre y octubre de 2013, se cumplen cuarenta años de la exitosa operación de aniquilamiento del primer Eln, realizada por tropas del Comando Operativo 10 del Ejército Nacional, contra las cuadrillas del grupo terrorista, encabezadas por los hermanos Manuel y Antonio Vásquez Castaño, en las veredas del municipio de Anorí ubicado en el nordeste antioqueño.

     La brillante campaña militar fue comandada en el área de operaciones por el entonces coronel Hernán Hurtado Vallejo y apoyada con medios logísticos desde Medellín por el brigadier general Álvaro Riveros Avella, luego de la fallida operación Trinitario concebida por el Comando del Ejército para aniquilar en Santander y el Sur de Bolívar  la estructura central del Eln, encabezada por Fabio Vásquez Castaño, discípulo directo de la dictadura cubana.

     Mediante una paciente labor de inteligencia de combate, análisis del área de operaciones, acercamiento con la población civil, flexibilidad permanente de dispositivo táctico, voluntad de vencer, acción sicológica simultánea y coordinada sobre las tropas, los campesinos y los terroristas: sumadas al liderazgo, intuición y capacidad del coronel Hurtado Vallejo para interpretar los cambios sicológicos y la realidad interna de las pandillas dirigidas por los hermanos Vásquez Castaño, el Ejército Nacional condujo una de las más connotados operaciones sostenidas de contraguerrillas en la historia universal.

     A finales de octubre de 1973, los remanentes del Eln que sobrevivieron a Trinitario y Anorí, constituían una menguada pandilla de bandidos, dentro de la cual flotaba un ambiente de sospechas, dudas, temores e indisciplinas, que confluyeron en una masacre comunista, denominada por el Eln como la Asamblea de Anacoreto, al cabo de la que Fabio Vásquez dispuso el fusilamiento de varios de los compinches, que años antes lo acompañaron a sembrar el terror en Santander, Antioquia, Bolívar, Cesar y parte de Boyacá.

    Por desgracia una brillante victoria militar del Ejército Nacional en los campos táctico y estratégico-operativo, se convirtió en un sonado fracaso estratégico-político, debido a la miopía estratégica y egocentrismo del entonces presidente Alfonso López Michelsen, quien en contubernio con el gobernador de Bolívar Escallón Villa, el superministro Jaime Castro y un personaje de apellido Utria, urdieron la detención de la operación de remate final y facilitaron la salida del Eln del cerco táctico.

    De paso facilitaron la resurrección del grupo terrorista, gracias a que tiempo después una célula subversiva infiltrada en una petrolera, logró el aporte extorsivo de varios millones de pesos para refinanciar la organización delictiva.

    Por falta de continuidad político-estratégica y por la naturaleza humana que afecta a todas las instituciones, ni la dirigencia política, ni las Fuerzas Militares, aprovecharon con total eficacia, las lecciones integrales que surgieron de la experiencia en Anorí contra el Eln.

    Para complicar el asunto, surgieron otros grupos terroristas como el M-19, el PRT, el Ado, el Quintín Lame, y el EPL-PLA, que junto con el crecimiento de las Farc y la ausencia de estrategias concretas para llegar a objetivos nacionales en un país con inclinación atávica a la violencia politizada interna,  prolongan hasta la fecha la existencia de guerrillas con mentalidad cenozoica; la pobreza y subdesarrollo estructural; castas corruptas y mediocres en el alto gobierno; ausencia de liderazgo municipal y departamental; y lo que es peor: Desinformación absoluta de la población civil acerca del destino del país.

     Valdría la pena que el Ministerio de Defensa y el Alto Mando Militar, desempolvaran los archivos y contactaran a los artífices de la exitosa Operación Anorí, para extraer de esa experiencia, las enseñanzas y puntos aplicables a las actuales operaciones militares, tales como:

     Técnicas de seguimiento de huellas, entrenamiento de las tropas acorde con el área de operaciones, manejo sicológico de la inteligencia de combate, coordinación con la población civil, flexibilidad táctica de los dispositivos y maniobras al producirse el contacto; puntos de observación y análisis del terreno, etc.

    Se diría que la tecnología ha cambiado el ambiente operacional y que los sucesos de Anorí fueron otros tiempos, mirados con romanticismo propio de una etapa primaria de la guerra contra el terrorismo comunista.

     Sin embargo, quien ha participado en operaciones de contra-terrorismo rural, sabe que la guerra de contraguerrillas demanda paciencia, audacia, flexibilidad mental y buen estado físico-anímico; y, que por su irregularidad táctica, el mejor curso de acción es adaptarse a factores básicos como el tipo de misión, las capacidades y vulnerabilidades de cada cuadrilla, el tiempo atmosférico, el terreno y lo más importante que actividad específica dentro del Plan Estratégico del grupo terrorista, desarrollan los bandidos en cada región.

     Cuarenta años después de la categórica derrota militar del Eln en Anorí, Gabino uno de los pocos sobrevivientes a aquella época, encabeza una nueva farsa y un nuevo sainete de búsqueda de la paz en Cuba, donde nació el Eln y ha tenido cómplices desde siempre.

      Falla el presidente Santos al aceptarles la tendenciosa oferta en aras de su inmerecida reelección y vanidosa búsqueda del  Premio Nobel de Paz; pero también fallaron y eso es un juicio pendiente por la historia, los presidentes de la república y los ministros de Defensa desde 1973 hasta la fecha, por no haber decantado con visión científica, estratégica y geopolítica, las claras enseñanzas de la Operación Anorí.

      A manera de autocrítica positiva, también fallaron las Fuerzas Militares y la Policía Nacional, que por estar empeñadas en combatir mil focos de violencia orquestadas por el Partido Comunista y sus cómplices en mil partes del país; se enfrascaron en los combates diarios, ganaron o perdieron batallas tácticas e inclusive mantuvieron la iniciativa táctica, pero a la larga no han tenido el control político-estratégico de la situación, como se refleja en las actuales conversaciones de la Habana.

     La razón es sencilla: Después de Ruiz Novoa y con excepción de Bedoya Pizarro y Landazábal Reyes, los mandos militares de turno no han hablado con suficiente claridad y contundencia al gobierno nacional; la guerra ha sido vista como un problema entre militares y bandidos, y la paz, como un problema del presidente de turno con los terroristas, mientras que el resto de los colombianos cae en la estupidez colectiva de crrer que es población civil ajena al conflicto.

    De remate los generales Tapias y Mora iniciaron la nueva etapa del mal ejemplo a los subalternos para conservar el puesto, al agachar la cabeza frente a los desaciertos y decisiones inadecuadas de los presidentes de turno, hasta el vergonzoso extremo de la recién salida cúpula que toleró y cohonestó las payasadas de Santos, como la de disfrazar un hijo de lancero y fuerzas especiales, burlar el pago de los derechos salariales contemplados en la ley 4 de 1992, o sacar al Escuela Militar a hacer proselitismo a favor del embeleco de la paz. 

      Un vistazo crítico indicaría, que por la dinámica de los acontecimientos los generales y almirantes de las Fuerzas Militares y de Policía desde 1970 en adelante, han sido entrenados y formados como excelentes o sobresalientes conductores tácticos pero sin suficiente concepción estratégica-operacional y sin capacidad de influencia político-estratégica, como se refleja en su reiterativa preocupación por incrementar el número de bajas de los  bandidos, pero sin consolidar áreas geográficas, mediante la participación conjunta del Estado en su dimensión.

      Y por parte de la dirigencia política, no ha habido ni concepción táctica, ni proyección estratégica, ni siquiera amor por Colombia. Durante los últimos 50 años, Colombia ha soportado dirigentes cascarrabias y autócratas como Carlos Lleras Restrepo, laxos y débiles de carácter como los dos Pastrana y Belisario Betancur, politiqueros oportunistas como Santos, López y Gaviria, vergüenzas históricas como Ernesto Samper, mesiánicos como Uribe, o intrascendentes como Turbay y Barco; todos, secundados por séquitos de burócratas ansiosos de hincar los colmillos a la nómina oficial y obviamente al presupuesto, además de viajes al exterior, viáticos y otras prebendas, mientras los soldados y guerrilleros se matan entre sí, y ellos disfrutan de las mieles de su cargos.

      Entretanto, el Partido Comunista y sus cómplices ha desarrollado el metodológico Plan Estratégico de las Farc, el Plan Vuelo de Águila del Eln, originó al aberrante fenómeno de las autodefensas ilegales, cohonestó con el narcotráfico y convirtió los campos colombianos en escenarios de la más ignominiosa guerra entre hermanos, para articular el prolongado desorden civil con visos de anarquía, como el reflejado en el reciente paro agrario.

      Este es el dramático perfil de la situación político-estratégica de la guerra contra el terrorismo comunista en Colombia, cuarenta años después de la derrota militar del Eln en Anorí. Todo parece indicar que en lugar de haber mejorado, la situación es peor que en 1973.

    Esta es sin duda, una de las principales razones para que Colombia sea tercermundista, subdesarrollada, y hasta catalogada en varias ocasiones como preludio de estado fallido, debido a la inconsecuencia e ineptitud de sus dirigentes, en contraste con el enorme potencial de sus gentes.

 

Coronel Luis Alberto Villamarín Pulido

www.luisvillamarin.com

Analista de asuntos estratégicos

Para leer la historia completa de la Operación Anorí, haga click aquí

 

 

 

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