Proyección geopolítica naval de China en el Pacífico: enorme desafío a seguridad geoestratégica de Estados Unidos

Publicado: 2018-08-30   Clicks: 2498

    Geopolítica internacional

    Aunque mediante artilugios de contrainteligencia, diplomacia calculada y propaganda  de estilo comunista implícita, el gobierno chino ha reiterado en diversos escenarios por medio del Instituto de Investigación Naval de China en Beijing, que “no hay competencia con el poderío naval de Estados Unidos, puesto que simplemente China está protegiendo sus derechos y sus intereses en el Pacífico”, la evolución de los acontecimientos geopolíticos mundiales a partir de la desarticulación de la Unión Soviética y la subsiguiente preeminencia militar, naval y aérea de los estadounidenses, demuestra que el régimen totalitario chino ha venido construyendo de manera progresiva, un impactante poder naval que por su naturaleza y proyección geoestratégica, reta abiertamente a las potencias occidentales en el área marítima de injerencia china y por extensión al resto del planeta.

    Disciplinada y progresivamente, el régimen comunista chino ha venido desarrollando un programa de modernización de defensa y seguridad nacional, que prioriza el fortalecimiento de las fuerzas navales y el incremento de la capacidad de misiles de todas las especificaciones, con el claro propósito de cambiar el poder relativo de combate en el Pacífico, al extremo que Estados Unidos y sus aliados interpreten que hacer que intervenir militarmente en esa región sería demasiado costoso, o lo que es peor que impedir u obstaculizar la “soberanía china” en el resto del mundo, sería la admonición de una guerra total.

    Los hechos que en su momento fueron advertidos por los servicios de inteligencia estadounidenses, en contraste fueron subvalorados, porque los asesores políticos de la Casa Blanca de sucesivos gobiernos desde 1990 en adelante, supusieron que China se quedaba rezagada en la proyección de potencia de fuego aeroterrestre a escala global.

     Por lo tanto, dejaron en segundo plano la realidad estratégica que se cernía paralela: Ahora China puede desafiar la supremacía militar estadounidense en los lugares que más interesan a la política exterior de la Casa Blanca: las aguas territoriales de Taiwán y el disputado Mar del Sur de China y por extensión en el resto del planeta.

    Esta nueva realidad geopolítica significa que un sector de trascendencia geoestratégica en el Océano Pacífico, donde las flotas navales de Estados Unidos han operado sin oposición desde cuando ocurrieron las batallas navales de la Segunda Guerra Mundial contra las fuerzas japonesas, es de nuevo un territorio disputado, con buques de guerra y aviones chinos que posicionados en la zona retan militar y políticamente a Estados Unidos y sus aliados.

Para “imponer soberanía” en estas aguas China no necesita un ejército terrestre que pueda derrotar directamente a Estados Unidos, sino una poderosa y coercitiva fuerza naval. Y a juzgar por los hechos, ya  China logró ese ambicioso objetivo, puesto que ha desarrollado capacidades "anti-acceso" por medio de radares, satélites y misiles, adecuados para neutralizar la ventaja decisiva de la que han disfrutado durante siete décadas los portaaviones estadounidenses en el Pacífico.

    Al mismo tiempo, el régimen chino está expandiendo con rapidez sus fuerzas navales en el Pacífico con el objetivo de desplegar una armada de "agua azul" que le permita defender sus crecientes intereses más allá de su mar territorial, a partir del probado criterio geopolítico  y oceanopolítico ideado por el almirante Alfred T. Mahan a finales del siglo XIX, consistente en fortalecer la marina mercante, custodiarla con naves de guerra, tener puertos de llegada y abastecimiento seguros en el planeta, desarrollar políticas diplomáticas consistentes de comercio en los cinco continentes y explotar las debilidades políticas internas de países subdesarrollados a favor de la intencionalidad global de la potencia naval, que en este caso sería China.

    Según análisis de inteligencia militar y naval estadounidense, el robustecimiento del poder naval y poder marítimo así como la "negación del área" a sus adversarios militares, políticos y comerciales en el Pacífico, se aceleraron a partir de lo que muchos chinos consideraron como una humillación en 1995 y 1996, cuando Taiwán celebró sus primeras elecciones democráticas, y en respuesta China disparó algunos misiles cerca de la isla nacionalista, provocación bélica que obligó al entonces presidente estadounidense Bill Clinton a enviar dos portaaviones a la tensa región.

    Poco tiempo despúes, Chen Guoqiang, analista naval escribió de manera autocrítica en el periódico oficial de la Armada china, que por falta de concepción del rol geopolítico de  China en el mundo venidero del siglo XXI "evitamos el mar, lo tomamos como un foso o un estanque pequeño y alegre para el Reino Medio. Perdimos todas las ventajas del mar y nuestros territorios se convirtieron en la presa de las potencias imperialistas".

    Desde entonces, ha sido notable el robustecimiento del poderío naval de China, país que en 1995 tenía solamente tres submarinos. A finales de 2018, tiene 60 y de acuerdo con los estimativos del Servicio de Investigación del Congreso de Estados Unidos y de las agencias inteligencia estratégica occidentales, Pekín planea completar 80 submarinos en menos de dos años.

   Para el efecto, y de la misma forma como lo ha hecho en el crecimiento de su economía civil, China ha comprado o absorbido tecnologías del resto del mundo, e inclusive, en algunos casos ilícitamente. Hasta donde se tiene información actualizada, gran parte del actual hardware militar chino, es de origen soviético o se basa en diseños soviéticos, pero es evidente que con cada nueva oleada de producción bélica, China despliega capacidades tecnológicas más avanzadas.

    En 1988, China compró a la Unión Soviética, el primer portaaviones, como parte de un programa de asistencia militar a largo plazo, pero el negocio no se concretó como consecuencia de la desarticulación del bloque soviético y la caída del muro de Berlín. Sin embargo, la recién independizada república soviética de Ucrania vendió el segundo portaviones a China, gracias a una transacción comercial de 20 millones de dólares, realizada con un inversionista chino quien afirmó a los vendedores ucranianos, que convertiría ese portaviones en un casino flotante, pero en realidad y como es costumbre del régimen chino, el supuesto inversionista actuaba en nombre del gobierno de  Pekín, que reparó el buque y lo bautizó Liaoning.

    En febrero de 2018, la Corporación de la Industria de la Construcción Naval de China reveló que tiene planes para construir transportadores navales operados con motores nucleares, porque tienen mayor resistencia, frente a los navíos militares antiguos que requieren parar para reabastecimiento de combustible. Según los análisis de los servicios de inteligencia militar occidentales, dos meses después de este anuncio, en abril de 2018 fue puesto en funcionamiento en la ciudad portuaria de Dalian en el mar de Bohai, el segundo portaaviones chino, aún sin bautizar. Su construcción y operatividad se basan en los diseños de Liaoning, pero obviamente ya tienen tecnología actualizada.

    La noticia causó escozor a los gobiernos de Estados Unidos, Japón e India, que se consideran los países más afectados con esta decisión estratégica china, máxime que el presidente Xi Jinping declaró ese mismo mes mientras presidía una ejercicios de guerra naval con 48 barcos y submarinos frente a la isla de Hainan, que "la tarea de construir una poderosa armada nunca ha sido tan urgente como lo es hoy"

    En realidad, desde 2017 la Armada china se convirtió en la más grande del mundo, con mayor cantidad de buques de guerra y submarinos que Estados Unidos, con la circunstancia agravante, que a ritmo vertiginoso China continúa construyendo nuevos barcos. Sin embargo, al parecer todavía la flota estadounidense es cualitativamente superior en concepción tecnológica.

    La evolución de los acontecimientos indica que la expansión naval de China comenzó en el año 2000 pero se aceleró después de que Xi Jinping asumió el poder en 2013. Xi Jinping cambió drásticamente el enfoque militar de la seguridad nacional china a fuerzas navales, aéreas y estratégicas, y recortó el presupuesto a las fuerzas de tierra tradicionales, mientras desató una purga de altos comandantes  terrestres acusados de corrupción.

    En la práctica, el Ejército de Liberación Popular, base del poder comunista desde la revolución china encabezada por Mao Tse Tung  en 1949, se ha reducido progresivamente desde 2015 para liberar recursos destinados a financiar una fuerza de combate más moderna. Así, el ejército chino ha licenciado a 300.000 soldados y oficiales, por lo tanto se ha reducido a dos millones de integrantes, pero la cifra continúa siendo superior a la de Estados Unidos, calculada en 1.4 millones en 2018.

    Otra áspera arista de esta realidad, es que mientras el gobierno de Estados Unidos libra una guerra comercial contra China, los buques de guerra y los aviones chinos han acelerado las operaciones  de presencia coactiva aeronaval en las aguas frente a Japón, Taiwán y las islas, bajíos y arrecifes, que precisamente Washington ha reclamado a Pekín en el Mar Meridional de China, en apoyo de las objeciones de Vietnam y las Filipinas a las islas artificiales chinas, construidas con fines militares geoestratégicos en aguas territoriales de los agredidos.

    Por lo tanto, en mayo de 2018, cuando dos buques de guerra estadounidenses -los Higgins, un destructor y el Antietam, un crucero- navegaron a pocos kilómetros de islas en disputa en las Paracels, las embarcaciones chinas se apresuraron a desafiar a las estadounidenses, en lo que Pekín luego denunció como "un acto de provocación", de la misma forma que lo hizo con tres barcos australianos que pasaron un mes antes por el Mar del Sur de China. De remate, cuando Jim Mattis secretario de Defensa de Estados Unidos  visitó Pekin en junio de 2018, el presidente Xi Jinping le advirtió sin rodeos que China no cedería "ni una pulgada" de territorio que considera suyo.

    De paso Xi Jinping reiteró a Mattis, que China quiere cumplir lo que él personalmente dijo en 2015 al presidente Barack Obama en el Jardín de las Rosas, cuando prometió no militarizar las islas artificiales que ha construido más al sur en el archipiélago de Spratlys, pero que desde entonces allí han desplegado misiles, pues argumentan que son necesarios debido a las "incursiones" estadounidenses en aguas chinas.

    Denegación de acceso o contra-intervención

    Aunque se podría decir que en general las fuerzas militares de China no están a la altura del desarrollo tecnológico ni de la capacidad de fuego y la experiencia en combate de las de Estados Unidos, es cierto que China ha logrado avances significativos en “armamento asimétrico” útil para mitigar las ventajas estadounidenses. Este enfoque ha sido definido por analistas de asuntos estratégicos estadounidenses como la ecuación AA/NA, que significa "Anti-acceso/Negación de área", mientras que lo que los chinos lo denominan "contra-intervención". Una vez más la semántica de las definiciones depende de qué y cómo conviene a cada uno de los interesados.

   El eje de gravedad  de la nueva estrategia militar china es un arsenal de misiles balísticos de alta velocidad diseñados para atacar naves en movimiento. Las más recientes versiones de estos misiles el DF-21D y, desde 2016, el DF-26, son conocidos como "asesinos de portaviones", ya que pueden atacar a las flotas estadounidenses mucho antes de que se acerquen a China. Son misiles casi imposibles de detectar e interceptar, y están dirigidos a objetivos en movimiento por una cada vez más sofisticada red china de radares y satélites.

    Según informe del Pentágono acerca del ejército chino, publicado en agosto de 2018, el DF-26, que fue presentado en un desfile militar en Pekin en 2015 y probado en el mar de Bohai en 2017, tiene un rango operacional que permitiría atacar desde China a buques y bases tan lejanos como la isla de Guam.  Como medida complementaria de propaganda bélica, la televisión estatal mostró lanzadores de cohetes que transportaban 22 misiles DF-26, pero se desconoce el número total de ellos y solo se pudo verificar que algunos de estos misiles, son el elemento esencial de combate de una brigada especial, cuya base se ubica en la provincia de Henan en el centro de China.

    En consecuencia, tales misiles representan un desafío particular para los comandantes de las Fuerzas Militares estadounidenses porque para neutralizarlos se requeriría un ataque aéreo de arrasamiento  en el interior del territorio chino, lo que sería el obvio origen de una guerra a gran escala. Sin duda, la Armada estadounidense nunca antes se había enfrentado una amenaza similar, cuyas connotaciones “cambia las reglas del juego" para la defensa de los intereses geopolíticos y geoestratégicos de Estados Unidos.

    Por otra en 2018, parte los llamados "asesinos de portaaviones" operados por China se han complementado en el Mar del Sur de China con el despliegue de misiles. Este armamento incluye el nuevo misil crucero de guerra naval YJ-12B, cuya capacidad destructiva se enfoca sobre las aguas marítimas ubicadas entre Filipinas y Vietnam.

     Ambiciones geopolíticas chinas para consilidar un pozo de agua azul

    El portaaviones chino que inició a operar en abril de 2018 es la prominente manifestación de un proyecto de modernización destinado a impulsar a China en el nivel superior de los poderes militares, puesto que solamente sería superada por la Armada de Estados Unidos que opera 11 navíos con motor nuclear.

    La inteligencia militar estadounidense ha determinado que en un puerto cerca de Shanghai está en construcción el tercero de seis portaviones chinos. El alto mando militar chino con amplia influencia en el ejército terrestre, tradicionalmente concentrado en prepararse para repeler una invasión por las fronteras, ha variado gradualmente el objetivo estratégico de defensa nacional, para proyectar su poderío militar sobre las "aguas azules" del mundo, con el fin de proteger los crecientes intereses geopolíticos, económicos y diplomáticos de China, desde el Pacífico hasta el Atlántico.

    Por ende es necesario comprender la evolución y reenfoques estratégicos militares chinos, pues aunque los portaviones atraen la mayor atención, también es cierto que la expansión naval de China ha sido mucho más amplia. Durante los últimos diez años (2008-2018) la Armada china, oficialmente la Armada del Ejército de Liberación Popular, ha construido más de 100 buques de guerra y submarinos, cifra superior a la de las flotas navales de varias naciones.

    Asimismo en 2017, China también presentó la primera de una nueva clase de cruceros pesados, o "súper destructores", que, según la Oficina de Inteligencia Naval estadounidense, "son comparables en muchos aspectos con la mayoría de los buques de guerra occidentales modernos". Para complementar la realidad del nuevo escenario geoestratégico, en julio de 2018  fueron lanzados dos nuevos "súper destructores"  desde el dique seco en Dalian.

    El crecimiento de la flota naval china es tan desmesurado que  en 2017, China contabilizó 317 naves de guerra entre navíos, fragatas y submarinos todos operativos en línea viva, en comparación con 283 naves de guerra opeativas en la Marina de Estados Unidos, que como se sabe no ha tenido rival en mar abierto desde el colapso de la Unión Soviética en 1991.

    Pero, a diferencia de la Unión Soviética, que drenó sus arcas durante la carrera armamentística  de la Guerra Fría, el gasto militar en China equivale a un porcentaje manejable dentro de una economía en crecimiento y férreo control estatal. Según cálculos del Instituto de Investigación de Paz de Estocolmo, en 2018 el presupuesto de 228 mil millones de dólares destinados para gastos de defensa desde Pekín ocupa el segundo lugar en el mundo, después del presupuesto militar de Estados Unidos tasado en 610 mil millones de dólares. No obstante, además de la falta de experiencia de las tropas en combate, la efectividad total del presupuesto chino para la defensa se ha obstaculizado por la corrupción, fenómeno delictivo que Xi Jinping ha jurado eliminar.

    La inexperiencia militar china se reflejó en enero de 2018, cuando Estados Unidos detectó uno de los más avanzados submarinos chinos que se acercaba a las disputadas islas conocidas como Senkaku en Japón y Diaoyu en China. Por elemental regla de contrainteligencia y seguridad operacional de guerra, un submarino de ataque nunca debería haber sido visto.

    Por otra parte, el segundo portaaviones chino también parece haber experimentado complejos problemas operacionales. Sus primeras pruebas en el mar se anunciaron para abril de 2018, pero se retrasaron inexplicablemente. Los juicios penales de responsabilidad se llevaron a cabo en mayo del mismo año. El gerente general de China Shipbuilding fue investigado por "una grave violación de las leyes y la disciplina", pero se desconocen las consecuencias que por la naturaleza del totalitarismo comunista, podrían desembocar en pena de muerte contra el acusado.

    Argumentación defensiva y justificativa china

    Producto de los efectos de la propaganda y el patrioterismo, los avances militares de China han envalentonado el liderazgo del país. En el verano de 2018, los medios estatales declararon al portaviones Liaoning "listo para el combate", después de que se trasladó con otros seis buques de guerra a través del Estrecho de Miyako que divide las islas Ryukyu de Japón, con el fin de realizar sus primeras operaciones aeronavales en el Pacífico.

    Desde entonces, la fuerza aeronaval del Liaoning circula rutinariamente por los alrededores de Taiwán. Dichas maniobras son complementadas con aviones de combate y la amenaza latente de los bombarderos.

    Por ejemplo, el nuevo caza furtivo J-20 de China realizó la primera misión de entrenamiento en el mar en mayo de 2018, al mismo tiempo que el bombardero estratégico, el H-6, aterrizó por primera vez en la Isla Woody en las Paraceles. Fue la demostración de fuerza más clara, mediante la que China probó que desde ese aeródromo o desde las Islas Spratly, los bombarderos podrían atacar a todo el sudeste asiático o las fuerzas aeronavales estadounidenses que ingresen a la zona de interés geopolítico chino.

    Para completar las preocupaciones, el informe del Pentágono fechado en agosto de 2018, señaló que los vuelos de los H-6 chinos en el Pacífico tenían la intención de demostrar la capacidad de atacar bases navales y aéreas estadounidenses en Japón y Corea del Sur,  o inclusive llegar tan lejos como Guam.

    Al ambicioso expansionismo geopolítico sobre el entorno geoestratégico próximo a las costas chinas, se agrega que los intereses geopolíticos de Pekín se están expandiendo en los cinco continentes, frente a la mirada impávida de las potencias occidentales, que no han encontrado la fórmula mágica para bloquear la disciplinada y creciente estrategia integral china.

   Para la muestra un botón: En 2017, China abrió su primera base militar en el extranjero ubicada en el puerto marítimo de Djibouti, en el Cuerno de África muy cerca a la yugular del petróleo en el Golfo Pérsico donde Estados Unidos tiene ingentes intereses geopolíticos, con el sospechoso argumento, que esa base se utilizará para apoyar la participación china en las  patrullas aeronavales multinacionales de antipiratería, que desarrollan varios países frente a las convulsas costas de Somalia.

    Todos los informes de inteligencia estratégica elaborados por las agencias occidentales, coinciden en que Pekín está planeando acceder a una red de puertos y bases en todo el Océano Índico. En apariencia son proyectos con fines comerciales, pero en la práctica serían las bases para articular una cadena de reabastecimiento de combustible y reabastecimiento militar que facilitará las operaciones aeronavales de largo alcance orquestadas en Pekín, verbigracia lo ocurrido en 2015 cuando buques de guerra chinos evacuaron del puerto de Aden en Yemen a 629 ciudadanos chinos y 279 de otras nacionalidades, que quedaron atrapados en medio de la guerra civil que consume al convulso país.

    Esa acción humanitaria, fue el abrebocas de lo que está por comenzar a verse en el mundo contemporáneo cuando por ejemplo, Pekín podrá enviar una flota de guerra a cualquier lugar del planeta, con capacidades suficientes para efectuar aterrizajes forzosos con el fin de proteger los activos chinos, y por razones obvias este tipo de provocaciones podrían desencadenar impredecibles reacciones militares, políticas y diplomáticas.

    En síntesis: la proyección geopolítica naval de China en el Pacífico, se está convirtiendo  mayor desafío a la seguridad geoestratégica de Estados Unidos y sus aliados.

    Luis Alberto Villamarin PulidoCoronel Luis Alberto Villamarín Pulido

    Presidente del Centro de Geopolítica Colombia

     www.luisvillamarin.com

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