En menos de dos semanas después de haber anunciado su intención de ser reelegido para ocupar la presidencia de Estados Unidos para el lapso 2021-2026, el magnate Donald Trump ha llevado a cabo cuatro acciones publicitarias calculadas a favor de su imagen, pero aún sin determinar si son las que convienen a la proyección geopolítica interna y externa de la gran potencia norteamericana.
Con mucha habilidad retórica, anunció a los medios de comunicación, que acababa de suspender la orden de un ataque aeroterrestre contra una instalación iraní, como retaliación al ataque antiaéreo y destrucción de un dron estadounidense por parte de las fuerzas de seguridad iraníes, porque supuestamente morirían 150 iraníes.
Aquí surge la pregunta, si se trataba de una operación secreta y una decisión política de la mayor discreción por sus implicaciones, diferente al afán publicitario de incrementar imagen, ¿cuál era la razón para ese anuncio mediático?
Un día después cambió de tercio, frente a la decisión previa de expulsar miles de inmigrantes indocumentados, luego de una discutible conversación con la demócrata Nancy Pelosi. Al unir una decisión con la otra, no queda duda para ningún analista político, que en ambos casos, el señor Trump pretende presentar ante potenciales electores, la visión de que se trata de un estadista con sentido humanitario e intención conciliadora, sin renunciar a la defensa a rajatabla de los intereses de su nación.
Acto seguido durante la cumbre del G-20, anunció al mundo que reinicia conversaciones en torno a la guerra comercial con China, y que el deseo es llegar a soluciones favorables a Estados Unidos. A esta medida mediática pues es necesario esperar la compleja evolución de las por sí difíciles posibilidades de satisfacer a Trump, el mandatario estadounidense, promovió y concretó una mediática reunión con el dictador Norcoreano Kim Jong Um en la zona desmilitarizada entre las dos Coreas, e inclusive de manera simbólica, se convirtió en el primer presidente de su país, en pisar suelo norcoreano.
No obstante las cuatro acciones mediáticas de Trump, a tan solo dos semanas después de anunciar su deseo reeleccionista, es imprescindible analizar con cabeza fría, cuáles pueden ser los escenarios geopolíticos alrededor de estos temas álgidos y puntuales, pues a pesar de la imagen de bonhomía que pretende extender el magnate, también es cierto que sus contrapartes están muy prevenidos frente a sus decisiones y en especial a su ya detectado estilo negociador, consistente en minimizar al interlocutor, intentar hacerlo sentir responsable del problema e imponer los criterios de la Casa Blanca. Del dicho al hecho hay mucho trecho.
Es obvio que en contraste con la conciliadora actitud del presidente de Estados Unidos, Rusia no se detendrá en su proyecto geopolítico, ni dejará de apoyar o auspiciar a los enemigos declarados de la política exterior estadounidense. Por lo tanto, Irán no parará su proyecto nuclear, ni detendrá su plan expansivo en el Medio Oriente, ni dejará de participar en las guerras civiles y conflictos regionales, ni disminuirá el desafío político y geopolítico contra Arabia Saudita, principal socio de la Casa Blanca en el convulso Golfo Pérsico.
Por su parte China tampoco detendrá la expansión geopolítica y geoestratégica, ni dejará atrás el plan de la nueva ruta de la seda, ni suspenderá el ambicioso robo de aguas marítimas, ni olvidará la vieja estratagema de espionaje en todos los campos, ni disminuirá su creciente potencial militar e inclusive de conquista del espacio sideral.
En el caso de Corea del Norte, para nadie es un secreto que detrás de la belicosa actitud de Pyong Pyang está la mano poderosa de Pekín, que lo que menos está dentro de los planes de chinos y norcoreanos es suspender la potencialidad nuclear de la enigmática Norcorea, que unos y otros pretenden exprimir al odiado enemigo yanqui exigiéndole ayudas económicas y humanitarias, sin comprometerse a suspender de tajo el peligroso proyecto nuclear.
En cuarto lugar, es improbable que las amenazantes medidas de Trump contra la inmigración ilegal tengan los efectos deseados, en primer lugar debido al enjambre de medidas políticas, administrativas y de coordinación internas que difícilmente legarán a consenso absoluto. Y en segunda medida, debido a que son muy pocos los estadounidenses dispuestos a hacer por poco pago, el trabajo que hacen los inmigrantes en actividades exigentes como limpieza, construcción, acarreos, en particular durante las épocas extremas de cada estación.
Además, que el cruce ilegal de inmigrantes indocumentados es un rasgo que se volvió cultural y con la circunstancia agravante del narcotráfico, con muros o sin ellos, o con múltiples medidas de seguridad, los traficantes de seres humanos y de drogas encontrarán porosidades en la extensa frontera binacional, para mantener esos flujos. Y en ambos casos mientras haya consumo, habrá oferta.
Dados los anteriores razonamientos cabe preguntar si es adecuado el enfoque que mediante acciones auto-publicitarias electorales está dando el señor Trump a su campaña presidencial y desde luego a un eventual segundo periodo, o si tiene el partido demócrata a un candidato capaz de presentar propuestas más convincentes y creíbles a las que expuso la derrotada candidata Clinton en 2016, que por su naturaleza y prospección demuestren que no es más de lo mismo, caso en que eleector promedio preferiría que Trump continúe en la Casa Blanca.
Aunque es temprano para hacer cábalas o premoniciones con base en lo sucedido en las dos primeras semanas de campaña reelectoral de Trump, comienza a ser válido preguntar: ¿Es acertada la estrategia reeleccionista de Trump? ¿Es esto lo que conviene a Estados Unidos y por extensión a su patio trasero en el continente?
Coronel Luis Alberto Villamarín Pulido
Especialista en geopolítica, estrategia y defensa nacional; autor de 35 libros sobre estos temas.