¿Qué estaría sucediendo si hace 30 años, Ucrania no hubiera entregado un gigantesco arsenal nuclear?

Publicado: 2022-02-06   Clicks: 1035

 Preparación de un misil ruso para ser destruido en Ucrania

Preparación de un misil ruso para ser destruido en Ucrania

   Geopolítica de Europa y Rusia

      Tras la caída del Muro de Berlín, el derrumbe de la cortina de hierro y el colapso definitivo de la Unión Soviética, Ucrania entregó 5.000 armas nucleares, a cambio de garantías de seguridad de Rusia, Estados Unidos y otros países.

      Al final de la Guerra Fría en diciembre de 1991, la tercera potencia nuclear más grande del planeta no era ni Gran Bretaña, ni Francia ni China. Era Ucrania, debido a que el Kremlin había estacionado en su suelo un poderoso arsenal nuclear.

     Los silos subterráneos de las bases militares ucranianas contenían misiles de largo alcance que transportaban hasta diez ojivas termonucleares, cada una de ellas, mucho más fuerte que la bomba que arrasó Hiroshima. En ese momento, solamente Rusia y Estados Unidos tenían más armas que Ucrania.

      Para la historia contemporánea, la eliminación de aquel arsenal nuclear ucraniano, es resaltado a menudo, como un triunfo de la diplomacia y la negociación sobre del control de armas. Desde entonces, en diversos escenarios, diplomáticos y activistas por la paz presentaron a Ucrania como una nación modelo en un club exclusivo de aspirantes a convertirse en potencias nucleares.

     Sin embargo, el proceso demuestra que la desnuclearización ucraniana fue una agitación caótica que desató luchas internas, reveses y discordias entre el gobierno y el Ejército de ese país.

      A comienzos de la década de 1990, expertos ucranianos y estadounidenses cuestionaron la sabiduría del desarme nuclear. Algunos de ellos argumentaron, que las armas letales eran los únicos medios confiables para disuadir cualquier agresión rusa.

      El gran sinsabor para Kiev y Washington, es que en 2022, Ucrania no tiene un camino fácil para producir o adquirir los materiales para construir un arma nuclear, que en la práctica sería la herramienta óptima para bajar los humos de agresividad y cinismo de Putin.

      Por lo tanto, el genio nuclear ucraniano, se agita con nostalgia ahora que las tropas rusas rodean la nación y estimulan a la sombra una guerra separatista en las provincias más orientales.

      Especialistas en defensa nacional ucraniana, coinciden que haber desarticulado su arsenal nuclear, equivalió a entregar la capacidad militar a cambio de nada, con la circunstancia agravante que para los nostálgicos de aquella época de poderío militar, no hay ningún movimiento hacia ningún tipo de reconsideración, limitándose a la narrativa popular del recuerdo, de un pueblo que se siente que fue sometido a una injusticia internacional en nombre de la paz de dos poderosos con intereses geopolíticos marcados sobre su nación.

      Luego de la caída de la Unión Soviética, Ucrania se apresuró a sacar las armas soviéticas de su territorio. Pronto evacuaron las bombas, los proyectiles de artillería, las minas terrestres y las ojivas relativamente pequeñas colocadas encima de los misiles de corto alcance, que eran los más fáciles de reubicar y las más propensas a caer en manos hostiles.

    Los más difíciles de remover eran los misiles de largo alcance, que podían pesar hasta 100 toneladas y alcanzar 30 metros de altura.

      Todo ocurrió tan rápido, que en enero de 1992, es decir un mes después de que la Unión Soviética dejara de existir, el presidente y el ministro de Defensa de Ucrania ordenaron a los comandantes militares y a sus hombres que juraran lealtad al nuevo país, medida política que ejercería control administrativo sobre las armas restantes.

Muchos militares ucranianos se negaron a cumplir esa orden, y los comandantes que comandaban las fuerzas nucleares de Ucrania ingresaron a un período de desconcierto tenso, en torno al destino del arsenal y su estado operativo.

      Por su parte, Volodymyr Tolubko excomandante de la base nuclear que había sido elegido para ocupar un escaño en el parlamento de Ucrania, argumentó que Kiev nunca debería renunciar a su ventaja atómica.

     Así, en abril de 1992 Tolubko dijo a la asamblea que era "romántico y prematuro" que Ucrania se declarara un Estado no nuclear, e insistió en que por lo menos, debería conservar menos algunas de sus ojivas de largo alcance, ya que una fuerza residual de misiles, sería suficiente para “disuadir a cualquier agresor externo, refiriéndose implícitamente a Rusia.

      Si bien su punto de vista nunca obtuvo un amplio apoyo ucraniano, si agravó las tensiones existentes. En el verano de 1993, John J. Mearsheimer teórico de las relaciones internacionales de la Universidad de Chicago de Estados Unidos, quien que no era ajeno a la controversia desatada en Kiev, terció en el asunto de la retención atómica y argumentó que para Ucrania era "imperativo" poseer un arsenal nuclear si quería "mantener la paz". En ese orden la disuasión, garantizaría que los rusos dueños de un historial de malas relaciones con Ucrania, no intentaran reconquistarla.

Inclusive en se mismo año, el gobierno ucraniano estuvo considerando tomar el control operativo de sus misiles y bombarderos nucleares. Pero eso no sucedió. Se quedó en buenos deseos.

      En contra de la línea de pensamiento que pedía seguir con las armas atómicas, Ucrania exigió que a cambio del desarme nuclear, necesitaba garantías de seguridad férreas. Y al final, ese fue el punto clave del acuerdo firmado en Moscú a principios de 1994 por Rusia, Ucrania y Estados Unidos.

      A finales de 1994, las promesas se concretaron. El acuerdo, conocido con el nombre del Memorándum de Budapest, firmado por Rusia, Ucrania, Gran Bretaña y Estados Unidos, estipuló que ninguna de las naciones usaría la fuerza o amenazaría a Ucrania, y que todas sin excepción, respetarían su soberanía y las fronteras preexistentes.

      El mencionado acuerdo también estableció que, si ocurría una agresión externa contra Ucrania, los signatarios buscarían una acción inmediata del Consejo de Seguridad de la ONU, para restablecer los derechos ucranianos.

      Aunque en esencia Kiev no logró lo que quería inicialmente, las garantías legalmente vinculantes insertas en un tratado formal ratificado por el Senado de Estados Unidos, recibió garantías de que la Casa Blanca tomaría ese compromiso político internacional de seguridad mundial, tan en serio como sus obligaciones legales.

     Las “repatriaciones del poderoso arsenal hacia Moscú” demoraron media década. Así en mayo de 1996, salió de Ucrania hacia Rusia, la última de sus armas nucleares.

      Pero el hecho que deshizo aquella hazaña diplomática de desnuclearización ucraniana, fue el “fracaso colectivo” de Washington y Kiev, para tener en cuenta el ascenso del autócrata Vladimir V. Putin.

      Por lo tanto, después de que las tropas rusas invadieran Crimea a principios de 2014 e intensificaran una guerra separatista en el oriente de Ucrania, Putin descartó el acuerdo de Budapest, al calificarlo de nulo y sin efecto. En consecuencia el ambiente bélico está en ascenso en Ucrania. Muchos pobladores civiles se están armando y se han multiplicado llamados al rearme atómico.

      Por lo tanto, en marzo de 2014, Volodymyr Ohryzko para la época ministro de Relaciones Exteriores, argumentó que Ucrania tiene el derecho legal y moral de restablecer su estatus nuclear.

      En julio del mismo año, un bloque parlamentario ultranacionalista presentó un proyecto de ley para la readquisición del arsenal. Inclusive, una encuesta pública reflejó que la aprobación pública se situó en casi el 50% para el rearme nuclear.

      El asunto se tornó más tenso en 2021, cuando Andriy Melnyk embajador de Ucrania en Alemania, dijo que Kiev podría buscar armas nucleares si no puede convertirse en miembro de la OTAN. De inmediato, el Ministerio de Relaciones Exteriores negó que tal opción estuviera bajo consideración.

      Por sus partes, muchos analistas políticos conceptúan que los movimientos y amenazas de Ucrania son gestos vacíos, debido a la maraña de desafíos científicos, logísticos, financieros y geopolíticos que enfrentaría Kiev, si optara por el rearme nuclear.

      Si Ucrania intentara retomar el arsenal nuclear, podría enfrentar similares dilemas a los que se ha enfrentado la teocracia de Irán, que ha trabajado durante décadas para adquirir conocimientos y materiales requeridos para construir una bomba nuclear, todo de lo cual carece Ucrania.

     Pero el peor escenario derivado de la agresión rusa y la nostalgia de recuperar su programa militar atómico, es que la crisis actual pueda convertir a Ucrania, de lo que fue un ejemplo de los beneficios del control de armas nucleares, en la prueba patente de los riesgos del desarme atómico, y en consecuencia, inducir a iraníes y sauditas a proseguir el desarrollo de programas de armas nucleares.

      Por lo tanto, si no se logra una solución diplomática que desestimule a Rusia de su deseo expansionista, aumentará la ya existente impresión, de que los Estados con armas nucleares pueden intimidar a los estados que carecen de ellas y reducir los incentivos para el desarme.

      Y en el evento, que Ucrania retomara la carrera nuclear, los altos costos del rearme la dejarían sola en cualquier crisis o confrontación con Rusia. Por ahora, muchos países apoyan a Ucrania. Sin embargo, si regresara al club nuclear, tal apoyo se agotaría rápidamente.

      En síntesis, no es fácil concluir que habría sucedido si Ucrania hubiera seguido con las armas nucleares en su poder, ni cual sería entonces, la estrategia de Putin para cooptarla. Lo que si es cierto, es que el problema no son las armas nucleares en sí mismas, sino que las tengan Estados regidos por autócratas con egos superlativos y delirios de someter a sus antojos, al resto del planeta.

      Teniente coronel Luis Alberto Villamarin Pulido

      Autor de 40 libros de geopolítica, estrategia y defensa nacional

        www.luisvillamarin.com

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