Encrucijada de Trump en Afganistán

Publicado: 2017-08-22   Clicks: 2763

    Geopolítica

    El anuncio del presidente estadounidense Donald Trump acerca de enviar más tropas a Afganistán y cambiar la estrategia utilizada hasta ahora de apoyar con inteligencia satelital, entrenamiento de fuerzas especiales, asistir a operaciones conjuntas aeroterrestres de comandos, y bombardeos de alta precisión con los temidos drones, tiene muchos pros para la seguridad del mundo, pero también genera muchas críticas y dudas razonadas.

    En menos de dos semanas, el presidente Trump ha anunciado a varios países que está en condiciones de intervenir militarmente: Corea del Norte, Venezuela y ahora Afganistán-Pakistán, así como la amenaza directa a los yihadistas, que su gobierno está dispuesto a buscarlos, localizarlos y eliminarlos donde estén.

    Coincidencialmente en todos los países donde Trump anunció que podría intervenir hay intereses geopolíticos de Rusia y de China, lo que limita las acciones unilaterales de la Casa Blanca sin contrapesos de las potencias adversarias, además de dolores de cabeza y dificultades internas.

    En los escenarios enunciados, menos en Venezuela coinciden el terrorismo islámico y la eventualidad de una guerra nuclear. Irán podría atacar a Arabia Saudita o Israel; Corea del Norte podría atacar a Corea del Sur o Japón; Pakistán podría atacar a India o viceversa; China podría atacar a India o viceversa… Y mucho más.

    Cover El cartel Farc (I)Por otra parte, el empobrecido Estado de Afganistán ocupa la posición geoestratégica más importante de Asia Central. Rusos, pakistaníes, chinos, iraníes y sauditas, lo han tenido en la mira para expandir sus dominios geopolíticos, geoeconómicos y geohumanos.

    En consecuencia, por Afganistán circulan agentes y espías de esos países, que se confunden con terroristas de Isis, Al Qaeda, los Talibán y Hizbolá; o con traficantes de opio, o con traficantes de armas, o con contrabandistas. O lo que es peor actúan en coordinación acorde con los intereses de cada quien.

     Durante una década, el gobierno estadounidense pretendió reconstruir a Afganistán y no pudo hacerlo porque el enjambre de intereses geoestratégicos y geopolíticos que gravitan a su alrededor lo impiden. El ingreso de la s fuerzas de la OTAN en 2002 implicó el derrocamiento del régimen talibán y la insaciable persecución contra Al Qaeda, pero la doble moral del poderoso servicio de inteligencia pakistaní (ISI), sumada al crimen multiforme que flota en un ambiente, donde cada tribu tiene su propio señor de la guerra, y en el caso específico de los Pashtún, no solo son muy cercanos a los Talibán y manejan el negocio del narcotráfico, sino que reciben dinero de las monarquías del Golfo para promover el sunismo extremista.

    Al mismo tiempo, Rusia que no olvida las épocas de la diplomacia coercitiva soviética, mete la nariz con sus agentes de inteligencia y sabotaje para impedir la consolidación de un gobierno proestadounidense en Kabul. E Irán gobernado por la teocracia chiita, en concordancia con Rusia, está cooptando el occidente afgano donde hay muchos habitantes chiitas, pero además ha hecho contactos con los sunitas talibán para apoyarlos en su empeño de atacar a Estados Unidos en nombre de los credos religiosos supremos.

    Debido a la intensa persecución contra ISIS en Siria e Irak, las estructuras principales del Estado Islámico se han trasladado hacia Afganistán y Pakistán, con miras a extenderse en Bangladesh, el Cáucaso e India y conformar ali la nueva sede del califato universal (Umma). En este sentido, la situación es impredecible porque afecta los intereses diplomáticos, comerciales, religiosos, políticos y geopolíticos de muchos invitados. Afganistán es un polvorín.

   Al parecer, la intención de Trump es repetir lo que está haciendo en Irak contra ISIS,  fortalecer el actual gobierno afgano e incrementar operaciones demoledoras contra estructuras yihadistas, apoyado en el poder de la inteligencia técnica satelital, los mortíferos drones, y la capacitación más intensa de fuerzas especiales terrestres afganas con participación mas directa de tropas estadounidenses, situación que correría el riesgo de escalar la presencia militar como ocurrió con la administración de Lyndon B. Johnson frente al problema de Indochina.

    El problema fundamental es que por empeñarse en destruir el yihadismo, Donald Trump podría caer en el error de un nuevo Vietnam. Primero por olvidar que la guerra la hacen seres humanos con mentes y corazones y que mientras no se neutralice la fuente de la agresión a la par con el trabajo ideológico, político y sicológico, el enorme poder militar será insuficiente para derrotar al adversario como acaba de suceder en la ciudad iraquí de Mosul con los yihadistas de ISIS. Y segundo porque la propaganda adversa a Estados Unidos se esparciría por el planeta como una guerra expansionista del imperialismo yanqui y no como la necesidad de erradicar la fuente del terror. Esa es la contradictoria realidad.

    El dilema para Trump es enorme. Si no actúa es grave, pero si lo hace también. La doble moral de chiitas y sunitas, con la eventualidad de las armas atómicas apadrinadas por Rusia y China, ponen cada vez el Medio Oriente y el Asia Oriental en el centro de la escena, con los crecientes problemas en Corea del Norte y Venezuela, apadrinados por las dos potencias enemigas de Estados Unidos.

    Tantos intereses geopolíticos mundiales, regionales y locales en Afganistán, convierten a este país en un polvorín a punto de estallar y de multiplicar una  conflagración internacional de mayor magnitud. Por mucho menos y sin la misma cantidad de complejidades geopolíticas ocurrieron dos grandes guerras en el siglo XX.

    Asi las cosas, Afganistán podría ser un nuevo Vietnam en lo táctico en el terreno, un hervidero de tensiones armadas en lo operacional, una pieza clave en lo estratégico y el detonante de la gran explosión en lo geopolítico. Pero como con decisión publicitada de Trump o sin ella, Estados Unidos  tiene que entrar con mayor presencia en Afganistán, antes de que la situación se haga insostenible para Occidente, corresponde a los hacedores de la política y la estrategia internacionales de la Casa Blanca, actuar con mesura pero con contundencia contra el yihadismo.  

    La explicación es smple: Todo lo que haga Estados Unidos en Afganistán después de esa decisión de Trump podría servir de disculpa a Corea del Norte para cometer alguna agresión apadrinada por China; o a Rusia a meter tropas como hizo en Siria; y lo mas seguro a los yihadistas con ataques terroristas dentro y fuera de Estados Unidos. Trump y su gobierno están frente a una gran encrucijada en Afganistán.

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