Para evitar mas desafueros, el manejo de personal del Ejército requiere revisión y mano dura

Publicado: 2010-11-07   Clicks: 3160

 

       En contraste con los excelentes resultados operacionales contra el narcoterrorismo comunista, materializados en las bajas de importantes cabecillas de las Farc; problemas de evidente infiltración de elementos indeseables, verbigracia el caso de una red de hampones uniformados que vendían armas a las Farc, o los aberrantes hechos de pedofilia en Arauca, sumados a  escándalos anteriores; indican que además de la obvia vergüenza institucional y la asunción del problema ante el país; los sistemas de incorporación, ascensos y destinación a cargos sensibles en el Ejército, ameritan urgente revisión, fortalecimiento de la contrainteligencia y adecuación de un sólido Reglamento de Régimen Disciplinario para las Fuerzas Militares.
    
     La mayor parte de los problemas disciplinarios actuales del Ejército, algunos de ellos incursos en el ámbito penal, derivan en que a partir de la Constitución de 1991, los comandantes de las unidades quedaron sin potestades disciplinarias inmediatas; entonces, en tergiversado nombre del debido proceso y del cumplimiento de la ley, personas proclives al delito, no solo se infiltraron a la institución, sino que hallaron en los mecanismos legales, mamparas y sombras para delinquir o fomentar el mal ejemplo.
     
     Veamos un caso: Antes de la Constitución de 1991, un cadete de la Escuela Militar cometía una falta grave, e ipso facto, era retirado de la institución. Simple y llanamente no podía ser oficial. Hoy las cosas han cambiado, pues además de cometer la falta puede llegar con un abogado defensor, que piensa mas en sus honorarios que en la salud de Colombia. Y de repente con leguleyadas como dilaciones, pruebas falseadas u otras argucias saca al cadete del problema.
      
     Entonces, la Escuela Militar lo asciende a subteniente, y mas adelante vienen los problemas de esta persona en el desempeño de sus funciones.
 
     Nada de raro tendría que desde cuando era cadete, el subteniente del caso de Arauca, hubiera demostrado alguna inclinación inadecuada o que hubiera cometido faltas graves que no le fueron sancionadas o por leguleyadas, o por la necesidad imperiosa de completar faltantes de cuadros de mando debido al desmesurado crecimiento del Ejército durante la epoca de la seguridad democrática, o porque se sabía que era culpable pero no había cómo demostrárselo.
     
      Desconocemos si la Escuela Militar todavía puede hacer las rigurosas visitas familiares con sicóloga y sacerdote a bordo para determinar si el aspirante a cadete tiene las condiciones morales para llegar a ser oficial, o si esto también lo prohiben las laxas leyes colombianas, con el argumento del libre desarrollo de la personalidad.
     
    Lo cierto es que este era un mecanismo para evitar la infiltración de delincuentes o personas de mala reputación. Se supondría que las unidades de contrainteligencia del Ejército trabajan para evitar que esto suceda, pero quizás son insuficientes para esa enorme tarea frente a un Ejército que triplicó sus efectivos en menos de una década.
     
    Los puntuales sucesos obligan a la actual cúpula militar a tomar acción correctiva firme y sin vacilaciones. Si las operaciones Jaque, Fénix, Camaleón y Sodoma demostraron que se necesita calidad y no cantidad, es impostergable considerar hasta donde es prositivo el aumento de pie de fuerza sin cualificar o el incremento de soldados profesionales a sabiendas que no todos son elementos de probada moralidad.
 
     Asimismo investigar la conducta y antecedentes familiares de todos los oficiales, suboficiales y soldados profesionales, desde su incremento patrimonial hasta sus comportamientos familiares, sociales y laborales. Y de seguro que ahi salta la liebre, pues el militar no es una persona común y corrriente. Es alguien sobre quien recae la defensa nacional. De las agresiones internas y externas.
      
     El Ejército colombiano, grande tradicional, respetado en el mundo entero, paradigma de virtudes y última esperanza de los compatriotas tiene una  imagen y un posicionamiento ganado ante el planeta.
 
    Es ianceptable que esa imagen tan grande y llena de gloria, sea mancillada por culpa de hampones de todas las pelambres, que escudados en leguleyasdas se infiltren, y que gracias a ellas, continuen metidos en la institución.
  
    Por eso, es improrrogable una reforma al sistema de incorporaciones y ascensos, a la par con un incremento de las medidas de contrainteligencia. Sin vacilaciones ni actitudes benevolentes innecesarias. Lo que sirve, sirve. Lo demás estorba... Y para eso se necesita un Reglamento de Régimen Disciplinario acorde a un Ejército en guerra, no a una entidad oficial civil sin conocimiento del arte bélico, como sucede con el actual sistema disciplinario....     Además de mucha contrainteligencia....
 
Coronel Luis Alberto Villamarín Pulido
www.luisvillamarin.com
Analista de asuntos estratégicos
 
Obras del coronel Luis Alberto Villamarín Pulido

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