El llamado a consultas por parte del gobierno Trump del diplomático John T. McNamara, encargado de negocios de la embajada estadounidense en Bogotá, rompe una tradición de respeto mutuo entre los dos Estados, creando un lamentable escenario diplomático, que ni siquiera llegó a estos niveles durante el vergonzoso periodo presidencial de Ernesto Samper Pizano (1994-1998).
Desde la llegada de Gustavo Petro al Palacio de Nariño la tirantez, las tensiones y el mal ambiente diplomático han crecido geométrica y matemáticamente, por cuenta de las conductas grotescas, irrespetuosas, descalificadoras, aderezadas con arcaicos sesgos ideológicos comunistas del mandatario colombiano, proclive todo el tiempo a agredir verbalmente a los gobiernos del hemisferio norte, vulnerar las leyes colombianas en franca relación de connivencia con delincuentes, legitimar descaradamente el narcotráfico y evitar sin tapujos la extradición de narcotraficantes requeridos por cortes federales estadounidenses.
El más reciente error de Petro en las relaciones binacionales con la potencia norteamericana, se desató con la a todas luces premeditada publicación en un diario español, de unos audios en los que se escucha al cuestionado excanciller Álvaro Leyva Duran, sugiriendo a otro contertulio, hacer componendas que incluyan a terroristas del Eln y el clan del Golfo, para sacar del gobierno a quien hasta hace pocos meses era su adorado amigo del alma.
Sin medir consecuencias, Petro desató una serie de comentarios, conminando de paso a la vicepresidente a qué renuncie, para quizás, abrirle camino a Benedetti en ese cargo.
Y, tal vez creyendo que abrirá la ruta para una asamblea constituyente, escudado en irresponsables mensajes típicos comunistas, al autovictimizarse como supuesto objetivo de halcones republicanos estadounidenses, que, según su versión, estarían urdiendo derrocarlo en alucinante complot con Leiva Duran.
La demagógica maniobra de Petro resultó nefasta para él y para la relación bilateral. Experto en sacar ventajas de los errores de cálculo de sus adversarios políticos, Trump que tampoco ha querido nombrar embajador en propiedad en Colombia, convocó a consultas al encargado de la diplomacia estadounidense en nuestro país.
La desfasada y calenturienta respuesta de Petro, llamando a consultas reciprocas al embajador de Colombia en Washington atizó más la hoguera. Pronto se filtró la noticia que la primera respuesta de la Casa Blanca fue retirar la visa a algunos funcionarios de alto nivel del gobierno colombiano.
Sumadas a esta sanción reconocida por algunos de los salpicados, coinciden algunos analistas que con la sartén por el mango, probablemente Trump tomará otras medidas drásticas en inmigración, comercio, seguridad y probablemente descertificará a Colombia en la lucha contra las drogas ilícitas, afectando la economía y las aspiraciones de progreso individual de muchos colombianos, que anualmente viajan a complementar formación profesional en Estados Unidos.
Problema estructural. Sin ser la excepción, sino por el contrario ratificando la enquistada regla de que la cancillería nunca ha sido dirigida por especialistas, sino por representantes de los intereses políticos particulares del gobernante de turno, durante tres años del periodo Petro han rotado por el alto cargo tres personajes sin formación geopolítica y a juzgar por los hechos, con escasa idoneidad para prospectar a Colombia en la dinámica y tendencias del orden mundial.
Simultáneamente, no se evidencia ninguna claridad estratégica, por parte de la constelación de candidatos presidenciales, alrededor del enfoque que se debe dar a las relaciones de nuestro país con el resto del planeta.
Si Petro se quedó aferrado a las paleozoicas propuestas estatistas del comunismo de la década de 1960, la sinuosa oposición se quedó pegada en la Colombia de 2002, mientras el convulso mundo actual marcha en otro rumbo y juega otras cartas geopolíticas.
Preocupan por igual, tanto la conducta pendenciera, resentida y retrógrada de Petro, como la escasez o inclusive ausencia de programas de Estado, por parte de quienes como aves de rapiña solo parecen estar empeñados en integrarse a la eterna depredación del país, con la baladí disculpa, que ellos encarnan la salvación colombiana y la salida del caos al que nos llevó Petro.
Eso sí, sin reconocer que Petro llegó al palacio presidencial, por acción e inacción de quienes hoy con razón, pero sin plan alterno, lo cuestionan con vehemencia.
Vendrán días difíciles para Colombia, sin que vislumbremos solucionas producidas por liderazgos enfocados en beneficio de del país.
Y parecería ser, que dependemos de agüitas milagrosas, porque de los dirigentes políticos de todas las vertientes, no se evidencian intenciones de transformación prospectivas, ni organización de proyectos políticos serios, ni mensajes creíbles en torno a etéreas propuestas.
Luis Alberto Villamarín Pulido
Especialista en geopolítica, estrategia y defensa nacional