Por Luis Alberto Villamarín Pulido
La sangrienta incursión de la cuadrilla Carlos Patiño de las Farc el 14 de noviembre de 2025, contra una unidad militar de la Tercera División del Ejército, presumiblemente indisciplinada o mal conducida en área rural del municipio de Balba (Cauca), con un lamentable saldo de bajas de las tropas, pérdida de armamento y secuestro de un soldado, publicada parcialmente en un video que viralizaron en las redes sociales los narcoterroristas, exige replanteamientos y acciones concretas, a partir del análisis de lo que está sucediendo en todo el país con las cuadrillas de las Farc tanto de Mordisco como de Calarcá , el Eln y el clan del Golfo.
El siguiente listado de factores podría ser el referente para que el alto mando militar y el ministro de Defensa, se preocupen menos por quedar bien o ser solícitos con el cuestionado mandatario, y dediquen más a la profesión militar con énfasis en la seguridad nacional, en la conducción estratégica, operacional y táctica de las tropas, comenzando por el más elemental criterio táctico y estratégico de cualquier guerra, cuál es la preservación de la integridad de la fuerza:
- En el ámbito político-estratégico
- Ideologizar la seguridad, la paz y la justicia es nefasto en cualquier conflicto armado interno.
La confusa teoría de la paz total, materializada con negociadores sesgados o incompetentes que para el caso da el mismo resultado, disminuye la voluntad de combate de los soldados, frena el ímpetu de las operaciones, entrega la iniciativa al adversario, desinforma a la ciudadanía y aleja a la academia y los medios de comunicación de la tarea de informar y analizar con objetividad.
Está fallando el gobierno en todo su conjunto, para enfrentar una guerra que es contra el Estado y no para justificar intereses personales de reelecciones, corrupción política y aberrante ineptitud para conducir la seguridad y la paz con justicia, como pilares del desarrollo.
2. Falta de idoneidad del mando militar equivale a nombrar a un cordero para orientar leones en la selva
A juzgar por sus ejecutorias, su liderazgo ante las tropas, su claridad conceptual frente a la opinión pública y la constante preocupación derivada de la experiencia de veteranos y reservas exitosos en operaciones militares anteriores, es evidente que ni el ministro de defensa, ni el comandante general de las Fuerzas Militares, ni el comandante del Ejército actuales, tienen las condiciones integrales enunciadas para comandar unidades de combate terrestre.
Ni convencen, ni motivan, ni están presentes en el espíritu o la moral combativa de sus soldados. Es lógico: Un cordero inexperto jamás liderará a leones carentes de machos alfa en las manadas regionales y nacionales.
II. En el ámbito operativo
- La guerra se gana llevando al adversario a combatir a terreno desfavorable para él. No yendo al terreno planteado por el adversario.
En todos los ejércitos del mundo se escucha desde los primeros años de carrera militar, la dura frase del general George Patton dirigida a sus soldados en plena guerra mundial: “Ningún hijo de su *#**# madre, ganó ninguna guerra entregando su vida por la patria, sino haciendo que otro la entregara por la de él”.
Ningún fracaso militar es fortuito. Siempre será el producto de errores que incluyen apatía, falta de liderazgo, desconcentración operacional, falta de apreciación permanente de situación que conduce a errada interpretación del ambiente operacional, ignorancia de los procedimientos tácticos, carencia de mística, desconocimiento del adversario, etc.
Así las cosas, en el actual ambiente operacional colombiano, queda hueca la sapiente sentencia de Sun Tzu “Si conoces a tu enemigo y te conoces a ti mismo, ganarás cien batallas. Si te conoces a ti y no conoces a tu enemigo ganaras la mitad de las batallas, pero si no te conoces a ti ni conoces a tu enemigo, perderás todas las batallas”
Vistos los reiterados acontecimientos a nivel nacional, en los que la iniciativa esta de parte de los narcoterroristas, resulta obvio que no hay capacidad ni del alto mando militar, ni de todos los comandantes de brigada y batallón, o todos los comandantes directos de las compañías y pelotones o sus equivalentes, para leer los escenarios estratégicos, interpretarlos y concluir el curso de acción de más probable adopción por parte de los terroristas. Parecería ser un riesgo acumulado de combates al azar.
Fácil sería decir y acomodar la versión de que la falla radica en la inteligencia y en la responsabilidad de los ejecutores directos. Pero el fondo del problema es que si no hay conducción política, ni estratégica, en la práctica, solamente la buena voluntad de algunos quijotes salva el buen nombre de la institución, aporta seguridad incompleta y eterniza el conflicto.
2. La doctrina táctica debe corresponder a la situación actual. No a la guerra de las estrellas ni a conveniencias políticas
El aprendizaje de conducción táctica en las aulas durante los cursos de ascenso y la praxis en el terreno, no es para osar sapiencias ridículas, ni para ocupar los primeros puestos con posibilidades de viajes de estímulo al exterior, o lo que es peor para llenar el currículo personal con lo que se aprende en el exterior.
Esas enseñanzas son para ponerlas en práctica mediante el análisis de cada situación particular, la iniciativa y la constancia. Seguir enfrascados en la poco clara e inadecuada doctrina Damasco, inserta como una puñalada trapera de Juan Manuel Santos y los cómplices militares que la validaron, no aporta soluciones efectivas a los ataques terroristas de Mordisco, Calarcá, el Eln o el clan del Golfo. Defender lo indefendible además de estúpido es nefasto.
3. La mejor defensa es el ataque. No aferrarse al terreno para suplir con heroísmo la falta de previsiones y planes alternos
Cuando una unidad de combate que está en desarrollo de operaciones contra terroristas rurales como lo sucedido en el Patía, instala el vivac transitorio está obligada por ley de la naturaleza de la guerra asimétrica a proveerse la propia seguridad, aplicando los principios básicos de las operaciones defensivas, verbigracia negar al adversario terreno crítico, retener la iniciativa, canalizar su avance o su ataque, conducirlo a la zona de muerte, desgastarlo y contraatacarlo.
En ese orden de ideas un plan de reacción y contraataque debe ser flexible sin aferrarse al terreno, tener puestos de escucha y observación, realizar patrullas de inteligencia y de combate, prever áreas alternas de reunión, tras los repliegues, dejar destacamentos en contacto que dilaten y desgasten al atacante.
Si los terroristas rodean una unidad militar y la golpean, es innegable que la indisciplina táctica allí materializada es una sumatoria de errores acumulados, y que, de no corregirse, será cada día peor, porque cundirá la incertidumbre, y se entrará en el escenario descrito por Sun Tzu de “desconocerse a si mismo y desconocer al adversario”, yendo a perder todas las batallas.
Síntesis: El problema real es ausencia de liderazgo en todos los niveles. No por falta de capacidades ni de doctrina táctica o estratégica. Probablemente reside en falta de compromiso del alto gobierno, decisiones politiqueras, ideologizadas, sesgadas y corruptas alrededor de la conducción estatal de la seguridad nacional la paz y la justicia; incompetencia manifiesta del ministro de Defensa y la actual cúpula militar, incapaces todos de concebir e imponer una dinámica operacional ofensiva y contundente, por estar empeñados en satisfacer el ego del Mesías de los pobres; y, falta de aplicar la doctrina táctica en las operaciones por parte de los encargados de conducir las tropas, ya sea por incompetencia, incertidumbre, falta de compromiso, o por otras razones aquí esbozadas.
Preocupa el utilitarismo que candidatos presidenciales lenguaraces están dando al asunto. Todos ellos, salvadores y fervientes defensores de los soldados, igual que hicieron sus mentirosos antecesores. El problema es estructural y requiere soluciones estructurales, no habladores promeseros de casas en el aire.