Cuarenta años después de la muerte de los hermanos Vásquez Castaño del Eln en Anorí

Publicado: 2013-10-21   Clicks: 7117

      Análisis del conflicto colombiano

        condor en_el_aireVarias décadas después de sucedidos los hechos, el general Hurtado Vallejo resumió los hechos así, en entrevista para la redacción final del libro Cóndor en el aire:

     —En uno de los contactos permanentes que tuvimos con los pobladores civiles de Anorí, pregunté al cura del municipio, si era posible hablar con algún campesino que conociera toda la región y que estuviera en capacidad de seguir huellas o rastros de seres humanos, sin perder el trillo. Me presentaron a un experimentado cazador apodado el conejo—

      —Seleccioné dos soldados por compañía y coordiné con el conejo para que los entrenara durante 15 días como rastreadores. Como resultado de este adiestramiento, durante las siguientes persecuciones a las cuadrillas del Eln en Anorí, nunca perdieron el rastro—

     —Prueba de ello es que cada día que pasaba, el Eln tenía menos guerrilleros en Anorí, pero al contrario de lo que pudiera pensarse, en el sentido que menos gente es más difícil rastrearla, las tropas patrullaban sin perder el contacto, porque los punteros de las patrullas estaban entrenados y mentalizados para seguir los rastros—

     —Así llegamos al momento crucial en que no quedaban vivos sino tres guerrilleros plenamente reconocidos. Lucía González y los hermanos Antonio y Manuel Vásquez Castaño—

      —Tenía instalado mi puesto de mando en la finca Astilleros sobre la parte alta de una loma con pendiente bien pronunciada, desde la cual divisaba a la distancia la quebrada El Barcino en un hueco profundo. De repente recibí una comunicación radial:

     —Garibaldi 6, este es Hiena 2. Encontramos las huellas de Manuel y Antonio Vásquez, van hacia la quebrada El Barcino. Mi unidad está bien—

      —La noticia llegó como caída del cielo. Por informaciones confirmadas por Adelfa Fierro sabíamos que la alpargata de uno de ellos, tenía una cruz que dejaba marcada al caminar por el terreno—

      —No había tiempo que perder. Ubiqué la información en la carta y procedí a estrechar el cierre táctico. Embarqué en helicóptero la compañía Hiena del batallón Pichincha y desde el aire indiqué al comandante de esa unidad, donde colocar las posiciones de cierre y bloqueo. Luego lo desembarqué—

      —El cabo segundo Hernán Marín Muñoz describió con sencillez lo que sucedió enseguida:

     —Cuatro horas después de haber instalado una emboscada en cumplimiento del Plan Cazador, el soldado Ovidio Orjuela se acercó hasta mi puesto y manifestó en voz baja:

     —Mi cabo. Vi mover una rama. Alguien se acerca. Debe ser la guerrilla porque un campesino no caminaría con tanto sigilo por entre el monte—

     —Crecieron el ruido y los movimientos de las ramas. Ubiqué al primer bandolero y disparé mi carabina tres veces, pero el sujeto se escabulló con agilidad, se parapetó detrás de un árbol y presa de la desesperación comenzó a gritar:

      —Somos muchos. No combatan contra nosotros porque los podemos acabar—

     —Yo sabía que eso no era cierto, sino que se trataba de una treta de acción sicológica del bandido. Dispuse la maniobra táctica de la escuadra. Tres soldados reaccionaron por la izquierda. Dos se quedaron de contención al frente y otros dos bajaron conmigo por el flanco derecho, con el fin que los bandoleros escaparan—

      —Los soldados Gonzalo López Diógenes, José Lagos Rosero y Mauro Andrade que parecían perros de cacería detrás de la presa, dieron de baja a Jerónimo y Lucía. De paso recuperaron una carabina y un fusil—

      —Emiliano, el otro bandolero, alcanzó a huir porque perdimos tempo precioso para la persecución mientras identificábamos los cadáveres, organizábamos el material decomisado e informábamos los resultados al CO-10—

      Pero la suerte estaba echada porque más adelante otra escuadra de la compañía Hiena dio de baja a Emiliano, tal como lo relató el comandante de esa unidad fundamental:

      —Minutos antes se escucharon disparos de fusil G-3 y carabina M-1 sobre el sector de la tropa que taponaba la salida hacia el río Porce, indicio de que había sido localizado el grupo que estábamos buscando. El terreno es quebrado, montañoso y boscoso. En la parte inferior hay musgo, helechos y bejucos que dificultan la movilidad a pie—

      —Desde el lugar donde nos dejó el helicóptero ordené un registro hacia la quebrada El Barcino, porque presumí que hacia allá podían escapar los últimos bandoleros del grupo. Cuando la patrulla registraba el área en ancho frente, se escucharon varios disparos de carabina, hechos para tratar de despistar a los soldados acerca de la ubicación de quien los efectuó—

      —Minutos más tarde vimos a un individuo que subía con agilidad por la loma, pero que dejaba ver un plástico azul que llevaba en su morral. Iniciamos la aproximación hacia él. Por instinto de conservación el bandido se quedó quieto dentro de unos helechos para ver si pasábamos derecho y el podría escapar—

     —No obstante lo rodeamos. Al darse cuenta que estaba en la sin salida, el  bandido disparó su arma contra los soldados, quienes reaccionaron y lo dieron de baja. Al verificar su documento de identidad, establecimos que se trataba de Antonio Vásquez Castaño alias Emiliano—

      —Dignos de destacar la fidelidad, el coraje y la lealtad de Lucía, supuesta amante de Manuel Vásquez Castaño— asevera el general Hurtado Vallejo y agrega:

      —Que temple, constancia y fervor por los ideales comunistas demostró esa mujer. Murió en su ley al lado del cabecilla. Vestida con ropas masculinas a simple vista aparentaba ser un hombre. Solamente cuando la despojaron de la ropa para la necropsia confirmamos que era Lucía—

       —Ella no se doblegó por el cansancio, ni por la presión sicológica de la persecución, ni por los continuos combates. En realidad Manuel Vásquez Castaño era homosexual, defecto que disimulaba ante los demás compinches con el aparente amancebamiento con Lucía—

      —Al revisar los cadáveres y las armas—agrega el comandante de la compañía Lince— nos dimos cuenta que quien combatió fue Lucía, porque el arma que tenía Manuel Vásquez estaba atascada de barro y ni siquiera olía a pólvora. Que mal combatiente era ese sujeto—

      —Aquel día— concluye el general Hurtado Vallejo— comprendí como estuvo constituido el interior del Eln de esa época. Unos eran ideólogos que preferían morir fieles a la causa, y los otros eran campesinos que no tenían otra alternativa—

     —Si escapaban de la guerrilla podrían ser secuestrados por ellos mismos y fusilados sin misericordia, bajo la sindicación de haber traicionado la causa revolucionaria. Pero fue tan fuerte la desmoralización que en cada combate decisivo alguno desertó—

Para leer la historia completa de la Operación Anorí, contra el Eln en 1973, haga click aqui

 

Coronel Luis Alberto Villamarin Pulido

www.lusivillamarin.com

Analista de asuntos estratégicos

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