Cada día que pasa, queda demostrado con mayor claridad, que mediante el ataque terrorista del 7 de octubre de 2023 por parte de Hamas contra Israel, habilidosamente Irán y los enemigos del odiado estado judío logaron imponer la iniciativa estratégica, manejar los tiempos y la dinámica del desenlace operativo, al mismo tiempo que condicionaron el teatro de operaciones a los malabares diplomáticos y periodísticos de la guerra psicológica, mediante la publicación de imágenes escabrosas en torno al drama humanitario de la población palestina, convertida en propaganda, metódicamente manipulada en el resto del mundo, pidiendo el cese de la necesaria respuesta militar israelí contra el yihadismo.
El primer cese al fuego durante cuatro días, alargado por cuarenta y ocho horas más, con el fin de incrementar el número de rehenes israelíes liberados, luego de poco claras maniobras diplomáticas de China para lograr por medio de Qatar la liberación de ciudadanos tailandeses y filipinos, no constituye muestrario de buena voluntad de Hamas, Irán o Qatar.
Contrario sensu, es prueba clara y concreta, que los yihadistas y sus cómplices juegan maquiavélicas cartas para desatar incertidumbres y aumentar el rechazo interno contra Netanyahu, y así resucitar la profunda crisis política que padecía Israel antes del ataque criminal, quitar el ímpetu de la ofensiva militar que traían las tropas israelíes en Gaza, pasar de victimarios a víctimas, e imprimir el ritmo de las conversaciones aparentando sentido humanitario que opaca o soslaya las atrocidades del 7 de octubre.
En la otra orilla de esta guerra sui generis, novedosa en la doctrina de guerra mixta moderna, está el poder relativo de combate político-militar-diplomático israelí, que debe adecuarse al desafiante ambiente operacional, ya que debe hacer todo lo posible por ganar esta guerra y cambiar la balanza estratégica de las amenazas externas con los proxies de sus adversarios incrustados en Gaza, Cisjordania y el sur del Líbano, pero además, que debe cumplir el propósito de desalojar a Hamas del gobierno en la atiborrada zona, liberar a todos los rehenes y participar activamente en la reconstrucción de Gaza, para evitar o por lo menos minimizar que los sufridos niños palestinos de hoy, sean los yihadistas de mañana.
Suceda lo que suceda con la prolongación de la tregua, y el regreso de los rehenes, lo cierto es que llegará el momento que esta especie de luna de miel propagandista y publicitaria, que se han dado Hamas y sus cómplices, no impedirá que las fuerzas de defensa israelíes, continúen las operaciones; tampoco detendrán las muertes de ambos bandos que serán copiosas, ni serán paso inmediato para la soñada existencia de dos estados que se respeten e interactúen en beneficio mutuo.
En contraste con los buenos deseos de organismos humanitarios sensatos, o de la palabrería de los pacifistas siempre ideologizados, máxime de quienes son anti israelíes o anti estadounidenses, la guerra se recrudecerá debido a los intereses vitales de Israel frente a la amenaza de quienes quieren desaparecerlos del planeta, sumados a la ineludible necesidad que por ahora tiene Netanyahu para atornillarse al poder, y así, evitar juicios políticos o penales que pueden hasta encarcelarlo.
Mientras los estados musulmanes, sean chiitas o sunitas, no erradiquen el cáncer interno del extremismo islamista, y mientras no se suspenda en muchas mezquitas y madrasas, chitas y sunitas por parejo, la enseñanza de odio religioso y cultural contra Israel y la cultura occidental, el problema seguirá latente.
En consecuencia, la prolongación del cese al fuego es positiva porque garantiza el regreso a la libertad de algunos rehenes, pero no resuelve estructuralmente el problema, ni deja claro como será la compleja negociación para liberar a militares israelíes a cambio de terroristas presos.
Tampoco trae tranquilidad persé en Gaza o en Cisjordania, donde el odio bulle en la clandestinidad contra los sionistas. Mucho menos impide, que obedeciendo órdenes de Teherán, los jefes de Hizbolá desaten otro infierno desde El Líbano y Siria.
Pero por extensión, tampoco descarta ni reduce la intención israelí de retaliar incesantemente contra los yihadistas, o lo que es mas grave de proceder con mayor contundencia contra el arsenal nuclear en construcción de los iraníes.
Palabras más, palabras menos, el intercambio de rehenes por palestinos presos de cuatro, seis, ocho o veinte o mas días, es apenas un pequeño componente del enorme fardo de connotaciones del ya prolongado conflicto palestino-israelí. Muchos actores implicados. Muchos intereses excluyentes alrededor y muchas posibilidades de que la situación deteriore con consecuencias impredecibles.
Teniente coronel Luis Alberto Villamarín Pulido
Autor de 40 libros de geopolítica, estrategia y defensa nacional
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