
Al cabo de seis improductivas conversaciones telefónicas Trump-Putin, además de dos reuniones diplomáticas en Estambul, surge la duda razonable si Trump carece de claridad estratégica, o si a pesar de la histórica concepción geopolítica de la Casa Blanca no hay en este caso una línea de conducta coherente de cara a la guerra de Ucrania, y si el afán egocentrista del mandatario estadounidense por hacerse notorio como el epicentro del planeta, nos saldrá costoso en el futuro a todos los países de la órbita occidental.
Por lo pronto, ya son evidentes las primeras consecuencias de la ambigüedad geopolítica y estratégica de la administración Trump, asunto medular, que contextualiza toda su política exterior, incluida la respuesta a la sangrienta invasión rusa a Ucrania.
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1. Dinamizar y poner en condiciones operacionales un sistema de armas nucleares depende de una *cuidadosa cadena de producción*que va desde la extracción minera hasta el enriquecimiento centrifugado del uranio, mínimo al 90 por ciento y la subsiguiente conversión en mineral explosivo mediante reacción en cadena.
2. No hay a la vista pruebas contundentes que la cadena de producción haya sido demolida en su totalidad en un porcentaje tal, que por la magnitud del daño Irán renuncie al proyecto nuclear armamentistico.
3. No hay información anterior ni posterior a los ataques, plenamente confirmada in situ, que corrobore si hay o no hay, instalaciones paralelas y clandestinas no ubicadas por la inteligencia israeli, en las cuales se pudiera estar desarrollando un plan B, que por su naturaleza y alcances, firzara un ataque como el sucedido.
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