Consecuencias políticas del atentado septembrino de 1828 contra el Libertador Simón Bolívar

Publicado: 2020-09-26   Clicks: 2488

     Historia de Colombia

    El Delirio del Libertador Hace 192 años, la nefanda noche del 25 de septiembre de 1828, sucedió en Santa Fe de Bogotá, el más ignominioso episodio de la historia política de Colombia. Un piquete de sediciosos armados ingresó por la fuerza al Palacio gubernamental de San Carlos, con el oscuro propósito de asesinar a sangre fría al padre de la patria.

     La conjura había sido orquestada por enemigos políticos del Libertador, con la venia y complicidad del general Santander, a quien un año antes el general Bolívar había retirado de la vicepresidencia, y la situación se había complicado debido a la fallida Convención de Ocaña, con la lamentable consecuencia que el general Pedro Alcántara Herrán declaró dictador al Libertador y por la dinámica de la compleja situación del momento, este aceptó esa denominación en contra de sus credos y conducta.

      Es mucho lo que se ha escrito para dejar limpio el nombre del general Santander en la asqueante conjura, aduciendo y hasta justificando un odio insepulto contra los militares venezolanos de esa época, porque eran guerreros y no “gentes cultas” como era la aristocracia criolla santafereña.

     El escenario político de la Gran Colombia era tenso en esa época, como desafortunadamente ha continuado siendo dos siglos después. Había intereses de las potencias europeas para instaurar una monarquía, Estados Unidos promulgaba pasos firmes alrededor de la doctrina Monroe, y las dirigencias políticas criollas se peleaban los cargos públicos por abolengos o por intrigas, pero no por capacidades o visiones de estadistas. Esa no era su preocupación.

     El atentado contra la vida del Libertador trajo como consecuencia la disolución de la Gran Colombia, el intento del general peruano José Lamar para ocupar militarmente a Ecuador y anexarlo parte de ese territorio al gobierno de Lima,y muchas pugnacidades políticas que culminaron con el asesinato del general Sucre, y desde luego el deterioro creciente de la salud del Libertador.

      Atrás quedaban sus glorias militares en los campos de batalla y sus ambiciosas percepciones geopolíticas. El sueño del congreso anfictiónico pasó al olvido, y de paso se estimuló a los traidores panameños para que luego de 14 intentos, se separaran definitivamente de Colombia en 1903.

     El destierro de Santander a Europa conmutándole la pena de muerte a la que se hizo acreedor por conocer el complot y haber guardado silencio cómplice, solo sirvió para dilatar el inicio de la politiquería, la corrupción, las componendas el amiguismo, las guerras civiles, los apasionamientos políticos, las facciones, los odios y las intrigas que a nombre de ideas foráneas o intereses particulares se incubaron en la siquis colectiva de los colombianos desde entonces.

       El nefasto ciclo de la triangulación guerras civiles-nuevas constituciones e intereses de la iglesia, condujeron a la absurda guerra de los mil días, la violencia política de los años 1946-1966 y el fortalecimiento de los comunistas que desde 1929 vienen construyendo el proceso político para la toma del poder, mientras que los dos “partidos tradicionales” liberales y conservadores, con disidencias temporales de vez en vez, continúan empecinados en sostener castas que se creen elegidos por la providencia para malgobernar a un país que les pertenece por derecho propio, dependencia del parlamento de presidentes caudillistas y en general todas las falencias que caracterizan la vida política colombiana contemporánea.

      Mirar con retrospectiva analítica el atentado septembrino de 1828 contra la vida del general Simón Bolívar, sin que los colombianos del siglo XXI interpretemos la gravedad de este oscuro episodio, corrobora que el país carece de memoria histórica, y que es impostergable para cualquier proyecto político, revivir la olvidada cátedra de historia patria, y educar a las juventudes colombianas en el conocimiento imparcial y desapasionado de la evolución cronológica de los actores y los factores de la crónica violencia política, que ahora los comunistas grandes responsables de la misma desde 1947 en adelante, pretenden achacar a sus adversarios políticos.

       El fallido magnicidio de la nefanda noche septembrina aún no ha sido decantado ni asimilado. Prueba de ello es que no hemos salido de la violencia política y la corruptela política y jurídica que se entronizó desde entonces. Diríase que aún no ha cesado la horrible noche.

Teniente Coronel Luis Alberto Villamarín Pulido 

Autor de 38 libros sobre geopolítica, estrategia y defensa nacional

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