Análisis del conflicto colombiano
Al finalizar 2012, fecha en que viene un periodo de recogimiento espiritual, reflexión y balances, invito a los lectores de esta columna a analizar, comentar y difundir este escrito, fruto de la realidad que hoy enfrentan las reservas del Ejército Nacional.
La consuetudinaria tragicomedia de la vida política colombiana, tiene una de sus más notorias vertientes en el olvido y abandono que quedan los soldados de todas las graduaciones, que entregan los mejores años de su existencia al servicio de una sociedad que por la evidencia documentada, ni se defiende, ni se deja defender.
Al cabo de dos o tres décadas de ingentes aportes a la seguridad nacional, cuando los años comienzan a pasar la cuenta de cobro por los esfuerzos realizados, máxime en quienes quedan lisiados o con sentidos problemas físicos o sicológicos; los oficiales, suboficiales y soldados profesionales del Ejército Nacional, sienten en carne viva el peso de haberse sacrificado por sostener una casta de gobernantes ineptos o corruptos y defendido un sistema democrático escrito con minúsculas.
La realidad del militar colombiano pensionado es dramática. Por la edad o las limitaciones físicas derivadas de la guerra, no consigue un empleo adecuado con su capacidad y experiencia. Y si lo consigue le ofrecen un salario de miseria.
Los ingresos mensuales por concepto de asignación pensional del grado teniente coronel hacia abajo (mayores, capitanes, tenientes, sargentos y cabos), son irrisorios y denigrantes frente a los constantes y prolongados sacrificios y aportes de estos cuadros de mando, en procura de la esquiva paz del país.
Y como si fuera poco, a pesar de que desde 1992, la ley 4 ordenó la nivelación salarial del sector público incluidos los militares acorde con el IPC anual, ni los presidentes de la república, ni los ministros de defensa, ni los ministros de hacienda desde 1992 hasta la fecha, han solucionado el problema. Amagues demagógicos y nada mas.
En este sentido, cabe mayor responsabilidad a Juan Manuel Santos, quien por cuestiones del destino ha ocupado los tres sensibles cargos durante ese lapso, con la circunstancia agravante, que él mismo se auto proyecta con palabras elogiosas como el mejor ministro de Defensa, y con arrogancia extrema aduce la vanidosa invención, que él es el cerebro de los grandes golpes contra las Farc.
Pero el problema no es solo salarial. El actual servicio de salud de las Fuerzas Militares para el caso específico del Ejército Nacional es una vergüenza. Tienen mejor servicio médico las empleadas domésticas, como me consta, que sin demoras ni súplicas, llaman a su EPS y en breve lapso consiguen las citas médicas, los exámenes especializados y en casos concretos atención quirúrgica.
La sanidad militar se convirtió en un fortín de nombramientos politiqueros y amiguismos. En lugar de haber activado un servicio de Internet moderno, hay un call center, instalado con un presumible tufillo de corrupción, que produce ira y desazón cuando se intenta usar.
Es necesario llamar durante dos o tres horas continuas a los números telefónicos 3535616-17 para solicitar una cita, pero las agendas médicas siempre están llenas. El 99% del tiempo es dedicado por los operadores del call center a contestar: “No hay agenda. Vuelva a llamar el 14 o el 24 del próximo mes que se abren de nuevo las agendas”.
Cuando con mucha suerte o por medio de alguna intriga, o por medio de una tutela se consigue la cita médica, a menudo suele suceder, que un médico comienzael tratamiento pero ya no está laborando para la siguiente consulta.
Para evitar que los militares pensionados y su grupo familiar hablen con los directores de dispensario acerca de todas estas anomalías, los burócratas se inventaron un servicio de atención al usuario, en el que todos se tapan con la misma cobija, pues las quejas reciben respuestas en las que parecieran tratar de estúpido al quejoso.
Además del calvario para reclamar los medicamentos formulados, para lo cual deja mucho que desear y pensar, el no muy convincente negocio de contratar empresas particulares, para que hagan lo mismo que antes hacían con lujo de detalles un farmaceuta y una secretaria. Lo preocupante del asunto es que no se vislumbra mejoría sino posibilidades de empeoramiento, debido al desaforado crecimiento del pie de fuerza sin previsión estratégica en los asuntos logísticos, debido al afán autopublictario de los gobernantes de turno.
Eso y mucho mas pasa en la sanidad militar, sin que el Ministerio de Defensa tome cartas en el asunto, porque al parecer eso no interesa al ministro de turno, preocupado por hacer politiquería con los golpes exitosos contra los terroristas, pensando en su futuro personal.
No en vano en la última elección presidencial se candidatizaron tres exministros de Defensa (Pardo Rueda, Marta Lucia y Santos). Ganó el menos malo de los tres.
Pero el drama de los militares colombianos no termina ahí. Con ridículas asignaciones pensionales, se ven abocados a enfrentar problemas jurídicos derivados del cumplimiento de misiones de restablecimiento del orden público, por el cual surgen denuncias espurias, muchas veces apadrinadas por verdaderos carteles de bandidos con títulos de abogados, falsos testigos, y en general guerra jurídica comunista.
Solos sin apoyo institucional, sin respaldo moral ni económico de la sociedad a la que defendieron, los héroes anónimos pasan detenidos a cárceles comunes donde se encuentran con los mismos delincuentes a los que combatieron, con las consecuencias previsibles.
Y como si faltara un mal mayor, al presidente Santos se le ocurrió la idea de resucitar el cadáver político de las Farc en un proceso de paz, que no va a funcionar, pero que si funcionase, solo servirá para que narcotraficantes y terroristas como Iván Márquez o Timochenco, mañana sean ministros, gobernadores, senadores, embajadores o alcaldes, tal como sucedió con los hampones del M-19, mientras que quienes defendieron a Colombia estarán en la cárcel. El mundo al revés.
Desde 1991 fecha en que se promulgó la Constitución de 1991 y César Gaviria encontró la posibilidad de politizar el ministerio de Defensa con el nombramiento de impreparados funcionarios para ese cargo, los militares colombianos no han tenido suficiente claridad del Estado frente al fuero militar y el régimen disciplinario.
Por esa razón ha habido malas incorporaciones, infiltraciones de elementos indeseables, puntuales conductas reprobables y posibilidad para que muchos insensatos, beneficiados por la entrega sin par de los militares, despotriquen y hasta calumnien a quien los defiende de la agresión del narcoterrorismo comunista.
Tal es el desolador cuadro de los militares retirados en Colombia: Mal pagos en sus asignaciones pensionales, con un catastrófico servicio de sanidad, sin apoyo jurídico del Estado y el establecimiento al que defendieron hasta con sus vidas, y fuera de eso olvidados, desconocidos, criticados y hasta calumniados por sectores malintencionados de la misma sociedad a cuya defensa le entregaron los mejores años.
A los anteriores males se suman las secuelas sicológicas de la guerra, la dificultad de adaptación familiar luego de tantos años de separación forzada de los seres queridos, la complejidad de articularse a una sociedad permeada por la indiferencia, la corrupción, el delito y la falta de objetivos nacionales, en la cual es evidente que los dirigentes políticos de alto nivel, hoy como ayer, ven al ejército colombiano como un mal necesario.
Quiera Dios que el alto mando militar lea este escrito, recapacite y con la mayor franqueza exprese al presidente de la república y su ministro de Defensa la cruda realidad de las reservas activas, pues no es justo ni lógico que la paga del soldado como diría William Faulkner, se sintetice en el olvido, el abandono y la traición del Estado.
Que la corrección de todos estos males sea un propósito para 2013 por parte del gobierno nacional, el Ministro de Defensa y el alto mando militar, porque los soldados que hoy combaten a los terroristas no son ciegos ni sordos, para no ver ni oir, lo que sucede con sus inmediatos antecesores. Los generales saben muy bien que su obligación básica es el cumplimiento de la misión y el bienestar de las tropas. Así incrementará la fe en la causa. No es ningún secreto.
Coronel Luis Alberto Villamarín Pulido
Analista de asuntos estratégicos
El coronel Luis Alberto Villamarín Pulido es autor de 19 libros y más de 600 artículos relacionados con asuntos sociopolíticos nacionales e internacionales de actualidad. Algunos de estos materiales han sido traducidos a inglés, alemán, francés, polaco y portugués; y, utilizados como material de consulta y referencia en la elaboración de tesis doctorales, maestrías y postgrados en las más prestigiosas universidades y academias militares del mundo.
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