En pleno invierno de 2022-2023 ¿Repetiría Putin sendos errores de Napoleón y Hitler?

Publicado: 2023-01-02   Clicks: 615

Rusia puede perder la guerra en Ucfrania por culpa del "general invierno" que hasta ahora ha sido su ventaja estratégica

Geopolítica de Rusia

La historia universal indica que una de las mayores victorias militares de Rusia se produjo durante el invierno europeo más frío, que ha soportado Europa durante los últimos 500 años. Estos hechos sucedieron a comienzos del siglo XVIII, cuando el zar Pedro el Grande comandó sus ejércitos para repeler las formidables e invasoras fuerzas del rey Carlos XII de Suecia, que avanzaban sobre la apetitosa ciudad de Moscú.

Sobrevino la Gran Helada (1708-1709). Según anécdotas de la época, las aves se congelaban en pleno vuelo y caían muertas. Por esa razón, el poderoso ejército del rey Carlos XII de Suecia integrado por más de 40.000 hombres,  perdió muy pronto cerca de la mitad de sus tropas, debido a la exposición al inclemente frío y al hambre, pues sus bagajes de campaña estaban vacíos y no tenían reservas de alimentos, además que en la región tampoco encontraban víveres.

Desesperado por escapar del frío, el rey sueco condujo los remanentes de su ejército al sur de Ucrania con el propósito de unirse a las fuerzas del líder cosaco, Hetman Ivan Mazepa. Pero el daño ya estaba causado y no se podían esperar milagros de la noche a la mañana. Durante el verano de 1709, el ejército ruso derrotó a las debilitadas fuerzas suecas en la Batalla de Poltava. Este combate marcó la caída final del imperio de Suecia y sus ambiciosos planes geopolíticos sobre Rusia.

Para consuelo de los suecos ―si es que lo hubiera―, sus soldados no fueron ni el primer ni el último ejército europeo víctima de los estragos del “General Invierno” en las fronteras de Rusia. En el vasto territorio euroasiático, los combates invernales se han convertido en la ruina de grandes ejércitos.

Un leve examen de los acontecimientos indicaría que, este fenómeno ha funcionado a favor de Rusia, ya que una sucesión de poderosos ejércitos han sucumbido en el campo de batalla, debido a equipos inadecuados, líneas de suministro deficientes y mala preparación táctico-estratégica para maniobrar en semejantes condiciones. Pero a medida que la guerra personal del presidente ruso, Vladimir Putin se agudiza contra Ucrania, el ambiente operacional entró en los meses más difíciles del año para acometer operaciones militares sostenidas, saltan a la vista muchos indicios, de que en 2023 podría ser Rusia, y no Ucrania, el bando que sufra las peores consecuencias del “General Invierno”.

Se dice coloquialmente que Napoleón perdió su imperio por un caballo

La más conocida victoria militar del “General Invierno”  en Rusia se produjo en 1812, poco más de un siglo después de la Batalla de Poltava, cuando el voluminoso ejército de Napoleón Bonaparte se retiró desorganizadamente de Moscú. Pero, el efecto fue más letal contra los soldados franceses, pues aunque la mayor cantidad de bajas había ocurrido antes de la retirada, porque las tácticas de tierra arrasada practicadas por las tropas rusas, dejaron a los soldados franceses sin alimentos, ni refugios a lo largo de la línea de retirada.

En junio de 1812, las fuerzas napoleónicas más conocidas como el Grande Armée tenían casi medio millón de combatientes cuando cruzaron el río Neman, localizado en la frontera entre Prusia y Rusia. Pero pronto perdieron un tercio de su fuerza por efectos del calor del verano, las enfermedades, el hambre y el agotamiento físico, cuando el emperador obligó a sus hombres a avanzar a marchas forzadas hacia Moscú.

Aunque inicialmente el exitoso movimiento retrógrado de las fuerzas rusas no fue planeado estratégicamente, pronto los oficiales dirigidos por el zar Alejandro I se dieron cuenta de la ventaja táctica que esta maniobra dilatoria les aportaba.

Entonces, siguieron retrocediendo hacia el oriente y solamente aceptaron combate, cuando se ordenó al general Mikhail Kutuzov que detuviera el avance de Napoleón en Borodino, a 75 millas al occidente de Moscú. Esta batalla fue una costosa victoria para los franceses. Lo que significó pagar un alto costo para entrar en Moscú sin oposición rusa.

Pero fue el “General Invierno”  que se acercaba resultó fatal para los invasores. Sin muchas opciones geoestratégicas, Napoleón desperdició cinco semanas en Moscú, a la espera de que el zar aceptara un acuerdo, naturalmente favorable a Francia.

Sin lograr su cometido, el 19 de octubre de 1812, cuando el Grande Armée comenzó a replegarse hacia Europa Central, los soldados napoleónicos todavía vestían uniformes de verano. Habían perdido sus trenes de campaña y podían encontrar muy poca o ninguna comida en el camino de regreso.

Como las desgracias nunca vienen solas, su talón de Aquiles estaba en la caballería para mantener a raya a los merodeadores cosacos. Los lanudos caballos ponis cosacos estaban acostumbrados a las ventiscas invernales, que comenzaron un mes después, mientras que los últimos caballos de carga y de tiro de Europa Occidental, se desplomaban doblegados por el frío y la falta de forraje para alimentarlos.

Los hambrientos soldados cortaban su carne, inclusive en semovientes que aún vivían. De remate, la deserción de las filas napoleónicas o la rendición ante los obsesivos perseguidores rusos, no les garantizaban la supervivencia. Entonces, los cosacos vengadores ensartaban a los soldados enemigos con sus largas lanzas. Los campesinos rusos los masacraban con guadañas.

Temeroso de que durante su ausencia se diera un golpe de estado en su contra, Napoleón abandonó a su ejército, a principios de diciembre de 2012, y se dirigió a París, inclusive antes de que sus hombres congelados pudieran ponerse a salvo. En este momento, sus fuerzas habían sufrido casi 400.000 bajas y lo que es peor, habían perdido la reputación de invencibilidad en los campos de batalla.

Es menos conocida en la historia, pero igualmente significativa, la forma en que el zar Alejandro I de Rusia ganó la guerra de 1812 contra las tropas comandadas por Napoleón Bonaparte. A pesar de haber perdido 200.000 soldados rusos, su liderazgo militar se preocupaba mucho menos por las bajas en sus filas, que los oficiales de Napoleón.

Para esa época, los oficiales rusos trataban a sus soldados campesinos como si fueran siervos (téngase en cuenta que la servidumbre fue abolida en Rusia hasta la década de 1860).

Infortunadamente, parece que esa mentalidad pervive en el ejército ruso dos largos siglos después, pues durante la invasión a Urania iniciada el 24 de febrero de 2024, se ha evidenciado desinterés de los comandantes rusos por el bienestar de los soldados, situación que se agrava por la actitud casual ante las pérdidas masivas, por medio de las denominadas tácticas de picadora de carne.

Helada blanca y terror rojo (1915-1922)

Durante la Primera Guerra Mundial, la actitud de los oficiales de las fuerzas militares de Rusia no había cambiado mucho. La vida en las trincheras soportada por los soldados rusos a lo largo del frente que incluyó a Bielorrusia, Galicia y Rumania durante el periodo 1915-1917, fue una experiencia inhumana. Mientras los soldados soportaban penurias en las inhóspitas trincheras, durante las noches, los oficiales se retiraban a dormir protegidos por la calidez y relativa comodidad de las cabañas de madera, normalmente habitadas por campesinos agricultores.

El antizarista escritor ruso Máximo Gorki fue uno de los mayores críticos de esta situación, al denunciar que asediados por la lluvia y la nieve los soldados vivían hacinados en medio de la suciedad, eran presa de enfermedades, o eran afectados por alimañas. Muchos carecían de botas y tenían que fabricar zapatos artesanales elaborados con corteza de abedul.

Los puntos sanitarios para atender a los heridos en el frente de batalla, eran casi tan primitivos como lo fueron durante la Guerra de Crimea (1853-1856). Realidad, que contrastaba con las fotografías de la zarina y sus hijas, inmaculadamente ataviadas como enfermeras, antes de que ocurriera la revolución rusa de febrero de 1917.

Así mismo, las condiciones invernales durante la Guerra Civil Rusa (1917-1921) desatada tras la caída del zar y de la dinastía Romanov, fueron aún peores. Las víctimas más afectadas fueron los refugiados civiles que huían de la presión bolchevique, situación conocida como el Terror Rojo. Durante el invierno de 1919, el colapso de los ejércitos rusos blancos o zaristas al mando del almirante Kolchak en Siberia, coadyuvó a escenas lamentables a lo largo del atiborrado Ferrocarril Transiberiano.

Para no caer en poder del Ejército Rojo Comunista, que avanzaba desde los Urales hacia el centro de Rusia, y sabedores de la impía crueldad bolchevique, muchos aristócratas, familias de clase media y antibolcheviques de todos los orígenes, intentaban escapar hacia el puerto de Vladivostok ubicado al Oriente del país.

A mediados de diciembre de 1917, las fuerzas comunistas alcanzaron la cola de la línea del ferrocarril transiberiano y de paso ocuparon la ciudad y el centro industrial del sur de Siberia de Novo-Nikolaevsk (actual Novosibirsk), junto con numerosos trenes que aún estaban bloqueados allí.

Para rematar las desgracias, una epidemia de tifo asediaba a los habitantes de la ciudad de Novo-Nikolaevsk. Debido a quienes salieron primero, se habían llevado todos los caballos, carruajes y trineos disponibles, los desesperados pobladores de Novo-Nikolaevsk iniciaron la marcha a pie, sin saber que más adelante, en la ciudad de Krasnoyarsk, se encontraría con más de 30.000 enfermos de tifo. Una tragedia se sumó a la otra.

Al mismo tiempo que los comandantes rusos blancos, checos y polacos debatían amargamente sobre la prioridad de sus trenes de tropas, los hambrientos y congelados refugiados morían a un ritmo alarmante. Los cuerpos estaban apilados en las estaciones de los trenes como si fueran trozos de leña para las fogatas. Quienes sobrevivieron, solo pensaban en cómo podrían escapar de la muerte y alejarse cada vez más de los asesinos bolcheviques.

Y mientras este drama asediaba a miles de personas, que sin importar el nivel social anterior, huían apeñuscadas en vagones para transportar ganado, los oficiales del estado mayor del almirante Kolchak, constantemente consumían bebidas alcohólicas.

La depredación bolchevique contra el odiado enemigo de clase burgués o capitalista, continuó la oleada de terror rojo en toda Rusia. En contraste con el abrasador calor de verano en el norte del Cáucaso, durante el invierno, suelen ocurrir descensos de temperatura de más de 22 grados Fahrenheit en menos de una hora.

En febrero de 1920, las divisiones de caballería bolcheviques fueron atrapadas al aire libre por una tormenta repentina. Miles de soldados comunistas murieron por efectos del frío y la ventisca. Para colmo de males, la mitad de sus caballos que se congelaron en la estepa.

Tanques rusos rompehielos durante la Segunda Guerra Mundial

Las estrategias, tácticas y técnicas de combate cambiaron para las tropas durante la Segunda Guerra Mundial, pero las condiciones invernales en Eurasia representaron una amenaza creciente no solo para los humanos y los caballos, sino también para el armamento y equipo militar. A veces esta realidad funcionó en detrimento del componente militar de Rusia.

Pese al empleo de fuerza desproporcionada y el gasto masivo de municiones, el ejército soviético no derrotó la resistencia finlandesa durante la Guerra de Invierno de 1939-1940, luego de la invasión de Finlandia ordenada por Stalin. Los soldados finlandeses, demostraron ser mejores que sus invasores para aplicar tácticas invernales de combate cercano de infantería. Desde los gélidos bosques, los soldados finlandeses camufladas con trajes de color blanco, y subidos en equipos esquí lanzaban demoledores ataques sorpresa y luego desaparecían como fantasmas.

Día y noche, los finlandeses aterrorizaron a los soldados del Ejército soviético. Su valentía y habilidad forzaron a Stalin a aceptar la independencia de Finlandia. Además, esta novedosa experiencia de combate en la nieve, sirvió como lección aprendida para operaciones de infantería durante la Segunda Guerra Mundial.

Durante la rápida mecanización de las fuerzas militares sucedida entre las dos guerras mundiales (1918-1939), la Unión Soviética estructuró la fuerza de tanques más grande del planeta, adoptó un sistema de conservación para evitar que el combustible se congelara, aspecto clave en la capacidad del Kremlin para bloquear a los ejércitos de Hitler en diciembre de 1941. Tanto el ejército alemán como la Luftwaffe no estaban preparados para esa contingencia que era un secreto ruso. En consecuencia, corriendo riesgos de graves accidentes, los soldados alemanes tuvieron que encender fuego debajo de sus vehículos y motores de aviones para descongelarlos.

Por esa razón, los soldados alemanes denominaron aquellas condiciones invernales como “clima para los rusos”. Pronto notaron que para sortear el inclemente clima, los uniformes de invierno del Ejército Rojo, con trajes blancos de camuflaje y chaquetas acolchadas en algodón, eran mucho más efectivos que los capotes alemanes.

Algunos historiadores militares rusos han atribuido la tasa comparativamente baja de congelación y pie de trinchera devastado por la escarcha entre las fuerzas soviéticas durante la segunda guerra mundial,  a la antigua práctica militar de utilizar vendajes de lino en capas en lugar de calcetines. De remate, los soldados alemanes también sufrieron más rápidamente, porque sus botas altas tenían tacos de acero que les quitaban el calor.

En febrero de 1943, cuando los restos del Sexto Ejército alemán bajo el mando del mariscal de campo Friedrich Wilhem Paulus finalmente se rindieron en Stalingrado, suceso considerado como el punto de inflexión psicológico de la Segunda Guerra Mundial, más de 90.000 prisioneros alemanes salieron cojeando de la ciudad, porque tenían los pies devastados por la escarcha.

Como si esa limitación logística y sanitaria fuera poca, su sufrimiento se incrementó por las órdenes de Hitler de sostener esa línea defensiva y la incapacidad técnico-táctica de los panzer alemanes para contraatacar en la nieve, debido a las estrechas vías que les quedaban para maniobrar y el congelamiento que se presentaba en los depósitos de combustible de los carros de combate.

Así, en 1945 el general invierno también desempeñó un importante rol en la victoria del Ejército Rojo. El gran avance soviético en enero de ese año, mediante una maniobra ofensiva en profundidad lanzada desde el río Vístula hasta el río Oder, dependía del clima.

Los meteorólogos rusos habían pronosticado "un invierno extraño con "fuertes lluvias y nieve húmeda" después de las fuertes heladas de enero de 1945. Stalin y el mando supremo del Ejército Rojo estipularon el 12 de enero para iniciar la ofensiva, y facilitar a los tanques soviéticos aprovechar el suelo congelado, antes de que comenzara el deshielo.

De paso, Stalin quería controlar la mayor parte del territorio polaco antes de reunirse con Franklin Roosevelt y Winston Churchill en Yalta en la primera semana de febrero del último año de la gran guerra.

La maniobra de los tanques soviéticos sobre el terreno congelado favoreció la intención estratégica de Stalin. En Polonia, el frente oriental alemán se derrumbó bajo el ataque de los blindados, porque las anchas orugas del tanque T-34 soviético superaban las dificultades del hielo y la nieve, mucho mejor que cualquier panzer alemán.

Tras los logros del Ejército Rojo en la guerra de invierno de 1945, su capacidad de maniobra táctica en el campo de batalla adquirió notable reputación en Occidente. Pero tras la invasión mal planificada de Checoslovaquia por parte de la Unión Soviética en el verano de 1968, pues las fuerzas del Pacto de Varsovia carecían de mapas, suministros de alimentos y combustible adecuados, los analistas militares occidentales comenzaron a sospechar, que sus apreciaciones estratégicas y tácticas, podrían estar sobreestimando las habilidades y capacidades bélicas de las fuerzas soviéticas.

Finalmente, durante la década de 1980, el colapso del imperio soviético estuvo marcado por el fracaso político-militar para controlar Afganistán, un terreno imposibilita la guerra de invierno a cualquier ejército convencional. Luego, durante el colapso económico de la década de 1990, el gobierno de Boris Yeltsin no pudo pagar a los oficiales y soldados por igual y la corrupción se incrementó.

Algunos soldados rusos estuvieron al borde de la inanición, porque sus raciones se extraían clandestinamente de los cuarteles y luego se vendían ilegalmente a compradores civiles. Simultáneamente, se incrementaron el robo, la intimidación y la indisciplina. Las piezas de repuesto de los vehículos, el combustible, las bombillas, las botas y cualquier equipo de campaña para clima frío, desaparecieron de los almacenes militares y terminaron en el mercado negro.

Como una desgracia acumulada, la corrupción empeoró aún más, después de la caótica invasión rusa contra Georgia en 2008. Para sostenerse en el poder y a pesar de saber que campea la corrupción en algunos sectores del ejército ruso, Putin aumentó el presupuesto de las fuerzas armadas. Por lo tanto, el despilfarro en proyectos de prestigio alentó a contratistas y a generales a abultar sus cuentas bancarias personales con los dineros del Estado ruso.

Por lo visto hasta ahora en la guerra en Ucrania, poco parece haberse hecho en la reevaluación de la doctrina militar del Kremlin. La concepción táctica rusa de la guerra urbana aún no ha evolucionado desde la Segunda Guerra Mundial, con su artillería, llamada por ellos el “dios de la guerra”, que reduce todo a escombros. Este enfoque fue muy evidente, durante la calculada intervención rusa en la guerra civil siria a partir de 2015, que fue plenamente tolerada por la débil administración de Barack Obama, y enseguida, cohonestada por la locuaz administración de Trump.

No obstante, el mayor triunfo de Vladimir Putin ante los ojos rusos fue la toma encubierta de la estratégica península de Crimea al infiltrarla con "pequeños grupos de hombres verdes" sin uniforme de las fuerzas especiales rusas. Esta premeditada invasión,  fue una de las razones de la airada reacción de Putin contra la revolución de Maidan en Kiev, que forzó a su aliado, el presidente ucraniano Viktor Yanukovych, a huir y provocó el inicio de los combates, que nueve años después persisten en la región de Donbas en el oriente de Ucrania, donde es predominante el idioma ruso.

Estratagemas sicológicas de engaño practicadas por Putin

El 24 de febrero de 2022, ocho años después de ordenar la invasión a Crimea, Vladimir Putin lanzó su “operación militar especial” contra Ucrania. Antes de iniciar la aventurada incursión militar, el Kremlin ordenó a la vanguardia del ataque, que incluyera en su equipaje los uniformes de gala para celebrar la rápida victoria. He aquí, uno de los mayores ejemplos de arrogancia militar en la historia.

En contraste, siete meses después colmados de desastres tácticos y operacionales, cuando el Kremlin finalmente se vio obligado a ordenar una “movilización parcial” de la población, el ejercito ruso fue obligado a advertir a los convocados, que escaseaban los uniformes y el equipo. Tendrían que proporcionar su propio chaleco antibalas e incluso pedir a sus madres y novias, que lesa enviaran toallas sanitarias, para ser usadas en lugar de vendajes de campaña.

Asombra la falta de vendajes entre las tropas rusas, especialmente cuando se intensifica el invierno, ya que estos son aditamentos vitales, para evitar que la escarcha agrave las heridas abiertas. Y eso lo saben los comandantes de tropas, pues es experiencia acumulada durante las guerras en que ha participado su país.

A los múltiples peligros del siempre impredecible invierno ruso, se suma que cuando los proyectiles de mortero golpean el suelo congelado, a diferencia del lodo blando, que absorbe la mayor parte de cualquier explosión, los fragmentos rebotan en el suelo congelado, algunas veces de forma letal contra los soldados que están cerca de la explosión.

El general Sergei Surovikin nuevo comandante de las tropas en Ucrania nombrado por Putin, está decidido a reprimir los intentos de algunos soldados para eludir el combate. Muchos han recurrido al sabotaje de combustible, de armas y vehículos, por no hablar de las heridas autoinfligidas y la deserción del campo de batalla, que a pesar del hermetismo ruso tiene índices importantes.

Pero hay algo más: el problema estructural de larga data del ejército ruso, es la escasez de suboficiales experimentados, situación que ha llevado a un limitado escenario de mantenimiento de armas, equipos y vehículos. Por obvias razones, estos problemas serán costosos durante el invierno, para equipos dotados de tecnología sensible, verbigracia los drones.

A medida que ambos bandos ingresan a una época de combates mucho más desafiante, el desenlace del problema dependerá en gran medida de la moral y la determinación de las tropas en los campos de batalla.

Mientras los soldados rusos maldicen la escasez logística y la falta de comida caliente, por ahora las tropas ucranianas se benefician de los suministros de trajes de camuflaje aislantes, tiendas de campaña con estufas y sacos de dormir proporcionados por Canadá y las naciones nórdicas.

Hábil para urdir estratagemas, Putin parece negar el estado real del ejército ruso y la forma en que el general invierno favorecerá a sus oponentes ucranianos. También, el Kremlin puede haber cometido otro error al concentrar sus ataques con misiles contra la red energética de Ucrania y su población civil vulnerable. Sin duda, los ucranianos soportarán el mayor sufrimiento, pero hay pocas posibilidades de que se dobleguen.

Y, si ocurriera el hipotético caso de que las fuerzas rusas ganaran la guerra, está probado que la población ucraniana jamás se doblegará, que la guerra asimétrica se multiplicaría y que la comunidad internacional jamás reconocería una victoria a Putin.

En consecuencia, el gran riesgo sigue siendo que el general invierno derrote a Putin y que todos sus fantasiosos planes de recomponer la antigua Unión Soviética, puedan desencadenar en una aventura nuclear o de armas de destrucción masiva, por parte de un sujeto calculador, que sin darse cuenta que el mundo ha cambiado, practica son sus tropas las mismas líneas de acción que tenían los zares.

Teniente coronel Luis Alberto Villamarin Pulido

Autor de 40 libros de geopolítica, estrategia y defensa nacional

www.luisvillamarin.com

 

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