¿Podría Arabia Saudita entrar en la era nuclear?... Reflexiones

Publicado: 2019-06-14   Clicks: 1911

      Geopolítica internacional

     Ante la conflictiva evolución de las ya largas y tirantes tensiones entre los gobiernos de Estados Unidos e Irán, resurge con fuerza un temor que desde hace varias décadas, ha venido ocupando espacios en los análisis de expertos en geopolítica, estrategia y seguridad internacional: Que el rico y enigmático reino saudita ingrese por la fuerza de los acontecimientos, al riesgoso entorno de los Estados con armas nucleares.

     Las condiciones están dadas, y en realidad no se sabe si ese proyecto ya está en camino avanzado de desarrollo, pero para nadie es un secreto que desde hace años, ha  sido parte de la proyección geopolítica saudita, máxime que con poderosos padrinos geopolíticos, su vecino y adversario político-religioso Irán, de manera desafiante y en contravía con las sanciones internacionales, ha continuado el ambicioso plan de poseer un amenazante poder nuclear contra el vecindario y la política exterior de Estados Unidos en la convulsa región.

     La primera condición para que el reino saudita pueda ingresar al club nuclear, es que se trata de un Estado autoritario con ingentes ingresos financieros, regido por una cerrera y sui-generis dictadura político-religiosa, con ambiciones geopolíticas mundiales no solo de cooptar todo el islam, sino de extenderlo al resto del planeta y universalizar la Umma o comunidad musulmana única. En ese orden de ideas, la capacidad de guerra nuclear los haría mas fuertes para lograr ese cometido.

     Para tornar más compleja esta ambición, Mohammad bin Salmán bin Abdulaziz Al Saud conocido como MBS​​, heredero al trono sin aún estar en el poder, ha demostrado su sanguinaria mentalidad contra todos los adversarios internos que se opongan a su plan, y obviamente continuará contra todos los externos que le impidan la proyección del islam hacia la Umma. Es su lógica política y así debe interpretarse.

     Desde la ascensión en 1979 de la teocracia chiita de los ayatolas en Teherán, la sunita casa Saud en Ryad ha tenido una piedra en el zapato en su vecindario y ha vivido con su belicista vecino, una creciente guerra fría, materializada en el apoyo de cada uno de los dos ricos Estados petroleros a las eternas guerras locales en el Medio Oriente, el Norte de África, el Golfo Pérsico y el Asia Meridional.

     En ambos bandos, la riqueza petrolera ha sido el fortín para financiar grupos yihadistas, milicias, espionaje, sabotajes, y armas nucleares en el caso de los saudíes en Islamabad. Con el fin de minimizar las amenazas bélicas de India contra el estado musulmán de Pakistán, el reino saudita cofinanció las investigaciones y el proceso de la construcción de la bomba nuclear pakistaní, con el concurso de científicos de la antigua Unión Soviética que quedaron desempleados, tras la caída del muro de Berlín.

     Por su parte con el apoyo directo del Kremlin, de Pekín y de Corea del Norte (que para el caso es lo mismo) la teocracia iraní ha venido desarrollando su propio proyecto nuclear, en muy seguras instalaciones ubicadas en la profundidad de las enormes montañas del exótico país persa. Inclusive ha intentado extenderlo a Siria, donde las fuerzas de defensa israelí han destruido instalaciones primarias y han bloqueado la concreción del proyecto, pero eso no significa que el plan no se refine y se renueve cada vez que los iraníes sufren un traspiés en el mismo.

     Debido a que Irán trabaja intensamente de la mano con Rusia y China para configurar el arco chiita Irán-Irak-Siria-El Líbano con proyección geoestratégica hacia el Mediterráneo, Asia Menor, Norte del Golfo Pérsico y Asia Meridional, y para el efecto guarda como as bajo la manga, la latente amenaza del empleo de armas nucleares contra Arabia Saudita y los demás reinos sunitas del Golfo Pérsico satélites de la monarquía Saud, no es descabellado concluir que argumentando razones de seguridad nacional y la imposibilidad de suficiente presencia permanente las fuerzas militares de Estados Unidos que  impidan un ataque nuclear iraní contra los sauditas, estos últimos con la bendición de las potencias occidentales,  podr[ian desarrollar el peligrosísimo proyecto nuclear de la dinastía wahabbista.

     Ademas de la guerra civil en Siria y las violentas pugnas religiosas en El Libano e Irak, la actual guerra civil en el por siempre conflictivo Yemen, es otro escenario geopolítico donde iraníes y sauditas, respaldados por las superpotencias que apoyan cada lado de los intereses geopolíticos, han echado gasolina al fuego. Día a día el empobrecido Yemen escenifica no solo crueles enfrentamientos armados entre las fuerzas en contienda, sino que saca a la luz el uso de armas de altísima tecnología, suministradas a los rebeldes huthies por Irán, o, a las fuerzas amigas de Ryad por la casa Saud.

     Con la circunstancia agravante que Rusia y China venden armas a Irán y que Estados Unidos con algunos países de la Unión Europea las venden a Arabia Saudita. Y parte de esas armas de alta tecnología son las que llegan a manos de los dos bandos en conflicto en Yemen, e inclusive son usadas contra blancos fuera de sus fronteras.

     Geopolítica del Terrorismo IslámicoEn atención a las condiciones reales que indicarían la probabilidad de que el reino saudita adquiera su propia capacidad nuclear con fines bélicos, se infieren sólidas razones geopolíticas para que en contravía con los objetivos compartidos por la comunidad internacional de pacificación  global y limitación de los arsenales nucleares, Arabia Saudita se una al club; y en consecuencia, la geopolítica del nuevo orden mundial de un giro, tan extraordinario como riesgoso, similar o mayor al escenificado en el planeta, al final de la segunda guerra mundial, con el advenimiento de la guerra fría entre soviéticos y estadounidenses.

     El petróleo es el eje de gravedad de los dos ricos estados musulmanes, que desde siempre han estado en irreconciliable prospectiva político-religiosa. Arabia Saudita cuenta con la ventaja de ser la cabeza y el corazón que irriga con dinero y doctrina sunita la expansión del islam en todos los países musulmanes y no musulmanes, e inclusive por la radicalidad de sus clérigos en el entrenamiento de imames que se esparcen el sunismo, más de una vez se les ha vinculado con la financiación de grupos yihadistas como Isis, Al Qaeda y los talibán.

    En la otra orilla, la teocracia dictatorial iraní, no solo pretende asentarse en el arco chiita, sino bloquear la preminencia sunita en el islam y avanzar a largo plazo en la conquista del planeta para el islam chiita.

    Gracias al contubernio con dos superpotencias enemigas de Estados Unidos, el régimen de Irán ha incrementado su proyecto nuclear e inclusive logró engatusar al mundo como consecuencia de la laxitud de la administración Obama, al firmar un supuesto pacto de desarme nuclear, que en esencia todos los comprometidos, sabían que se trataba de un brochazo con barniz, para ocultar una realidad que seguiría en curso.  

     Y para completar su ambicioso proyecto, Irán financia y entrena a Hizbolá un grupo terrorista que es más fuerte y mejor consolidado que los yihadistas sunitas, que ya se posesionó de El Líbano, que es fuerte en Siria y que tiene ramificaciones en los cinco continentes, a la espera de que las condiciones político-estratégicas, les permitan entrar en acción contra objetivos judíos y occidentales.

     Como se puede inferir de esta realidad, que uno de los dos ricos estados petroleros, o que los dos  en conjunto se armen con arsenales nucleares, no solo pone en riesgo la estabilidad y la paz del mundo, sino que afecta directamente a Israel, pues entre sunitas y chiitas radicales de ambos estados musulmanes, pervive el credo de que el “odiado enemigo sionista” no puede convivir con ellos y debe desaparecer de la faz de la tierra.

     Si a esto se suma que la capacidad administrativa y gubernamental de los regímenes dictatoriales saudita e iraní, no es la adecuada para dirigir a sus gobernados y mucho menos a sus satélites, en el desafortunado pero muy probable giro hacia la “nuclearización” saudita, se correría el enorme riesgo que esas armas nucleares terminaran en manos de los grupos terroristas de ambas vertientes, con la venia de los líderes de cada línea político-ideológica-religiosa islámica, con el fin de causar daños a sus odiados adversarios políticos. O podría convertirse en bumerang contra los gestores como sucedió con los muyajidín en Afganistán a comienzos de la década de los ochenta.

     En ese escenario de múltiples tensiones y desinformaciones, no caen nada bien las ambivalentes posiciones del presidente Trump alrededor del problema, máxime que ha anunciado que no solo Estados Unidos debe garantizar la seguridad de los tanqueros en los golfos de Omán y Pérsico, o en los mares aledaños.

     Es un error estratégico mayúsculo ceder espacio de influencia geopolítica a sus adversarios chinos y rusos, que desde luego acogerían gustosos que se les de participación para expandir sus intereses, no solo en Irán y Arabia Saudita sino por extensión en todo el entorno musulmán, complicando más la situación.

       Por las anteriores consideraciones, resulta muy válido en el actual entorno geopolítico reflexionar, si ante la evolución de los acontecimientos Arabia Saudita está entrando al club nuclear y lo impredecible de las consecuencias de que esto llegue a ser una realidad.

     Coronel Luis Alberto Villamarín Pulido

     www.luisvillamarin.com

     Especialista en geopolítica, estrategia y defensa nacional. Autor de 35 libros sobre estos temas.

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