Luego de la convulsa aprobación temporal del congreso de Estados Unidos, para evitar que el sistema Federal se paralizara por falta de legitimidad del presupuesto para la vigencia 2023-2024, la marcada división bipartidista por el apoyo al gobierno de Zelensky, ahondada con la destitución fulminante del presidente de la cámara Kevin McCarthy, sucedió lo inesperado y mayor agravante del ya complejo problema de la agresión rusa contra Ucrania.
El 7 de octubre de 2023 miles de yihadistas combinados de Hizbolá, Isis, Al Qaeda, Hamás y otros grupos terroristas islámicos, realizaron una audaz incursión terrestre, vulnerando la seguridad física de la frontera israelí con la Franja de Gaza, asesinaron a más de 1800 personas, dejaron heridas a más de 1000, y secuestraron cerca de 200 seres humanos entre ancianos, mujeres, menores de edad y hasta bebés.
La obvia retaliación del cuestionado gobierno de Netanyahu fue demoledora. Diez días después de sucedido el atroz ataque islamista, los bombardeos aéreos y de artillería israelí sobre objetivos identificados por sus servicios de inteligencia, como epicentros del terrorismo yihadista, ha dejado cerca de 3000 muertos, cientos de heridos y muchas edificaciones pulverizadas.
Debido a que no son claros ni el objetivo político, ni el operacional ni el estratégico de la contundente acción militar contra Gaza, estos suelen confundirse en los medios de comunicación por parte de los analistas políticos, con el propósito general, “que es el de erradicar a Hamas de la vida política de los palestinos y recuperar sanos y salvos a los secuestrados”.
Para ahondar mas la crisis, se sacó a la luz lo que es un secreto a voces, que Irán está comprometido hasta los tuétanos en la acción criminal. Como Irán es proxy de Rusia, tiene tropas acantonadas en Siria y controla militarmente la base naval de Tartus en el Mediterráneo, la Casa Blanca ordenó el desplazamiento de dos portaaviones con toda su flotilla misilera de apoyo, para apostarlos frente a las costas israelíes.
Sin objetivos políticos, estratégicos y operacionales claros, con el enorme riesgo de sufrir muchas bajas durante la necesaria ocupación terrestre, y sin claridad acerca del destino de miles de desplazados, refugiados y evacuados civiles de Gaza, ni cuál sería el plan de reconstrucción de la zona una vez logrado el propósito general, Netanyahu creó un gabinete especial de guerra, que por la naturaleza de la situación bélica, está inmerso en más bombardeos y alistamiento del ingreso de tropas terrestres al incierto escenario de trampas, francotiradores, túneles, minas, armas antitanque, emboscadas, incursiones de comandos en la retaguardia, nuevos secuestros de israelíes etc.
Caído en la trampa de ir a pelear la guerra al escenario que favorece al adversario, Israel se enmarañó en el juego dialéctico de Hamás, que de ser victimarios, están pasando a convertirse en víctimas, por medio de la propaganda y la mañosa solidaridad de comunistas, antijudíos, despistados y envidiosos de la grandeza estructural del Estado de Israel.
Obligado por las circunstancias el presidente Biden envió al hasta ahora muy eficiente Secretario de Estado, Antony John Blinken a suavizar los ánimos en la convulsa región. Luego de un agotador periplo con innumerables reuniones durante más de una semana, infortunadamente, Blinken no logró los resultados deseados.
A Biden que busca ganar réditos personales, con dramáticos sucesos internacionales en los que están en vilo la paz y la seguridad del planeta, no le quedó otra alternativa, que ir personalmente hasta Israel y Jordania, con el fin de buscar salidas consensuadas a la crisis, máxime que China ya metió la nariz en la diplomacia del Golfo Pérsico y está posicionando la expansión geopolítica de la nueva ruta de la seda, mientras que el maridaje ruso-iraní apunta a que pronto la teocracia chiita de Teherán, tendrá armas nucleares.
Por las anteriores razones, Joe Biden estará el miércoles 18 de octubre en un escenario convulso, corriendo enormes riesgos para su seguridad personal, pues es blanco de la inteligencia rusa, los terroristas iraníes, los fundamentalistas palestinos y muchos enemigos naturales de Estados Unidos en el mundo.
Como es previsible de suponer, Biden no logrará ningún redito político personal, en una reunión muy rápida y con una agenda enfocada en convencer a Netanyahu que no siga con la invasión terrestre, algo que difícilmente aceptaría el primer ministro israelí, que sabe que si afloja frente a la guerra contra Hamás, se desataría otra tormenta política interna en Israel, y podría terminar hasta encarcelado.
Pero si Netanyahu escucha a Biden y acepta detener la invasión, con los resultados que los terroristas tampoco devolverán a los rehenes, entonces el mandatario estadounidense cargaría la culpa del fracaso israelí. Y, no se lo perdonarían ni los israelíes a Estados Unidos, ni los reelectores a Biden.
O si al contrario, Netanyahu se sale con la suya y ata más a Biden en el apoyo militar para el Estado judío, podría ocurrir un ataque mutuo entre Israel e Irán con el riesgo de que Rusia apoyaría a Teherán, y de paso al minimizar la ayuda estadounidense a Kiev, el Kremlin podría incrementar las acciones exitosas en Ucrania. De remate, China podría invadir a Taiwán y estaría configurada la tan temida, pero cada día, paradójicamente cada vez mas cercana, tercera guerra mundial.
Si semejante tormenta se desatara, Biden perdería las elecciones en Estados Unidos, y desesperados por evitar otra guerra, los votantes norteamericanos optarían por la no recomendable solución de reelegir a Trump. En la práctica, Estados Unidos necesita liderazgos diferentes a ellos dos en el futuro de su administración política.
Hoy, mas que nunca, el ambiente geopolítico mundial está requiriendo mentes brillantes de estadistas con visión de estrategas y no de oportunistas, quienes, por afán de atornillarse en el poder, acometen empresas tan riesgosas como las que se han desatado, alrededor de las atroces guerras de Ucrania y Gaza.
Esos son algunos de los riesgos geopolíticos, políticos internos y de seguridad que corre el mundo con la visita de Biden a Israel.
Teniente coronel Luis Alberto Villamarín Pulido
Autor de 40 libros de geopolítica, estrategia y defensa nacional