La navidad de los soldados colombianos en medio de la guerra

Publicado: 2020-12-23   Clicks: 1281

       Análisis del conflicto armado en Colombia

      Llueve torrencialmente. Al tiempo que ruge el atronador sonido que sucede a los relámpagos, se ilumina temporalmente el horizonte y las copas de los árboles se estremecen vigorosas. Es 24 de diciembre en plena selva putumayense. La información que tiene Combatiente 6, capitán comandante de la compañía Centauro, es que un grupo combinado de las cuadrillas 32, 48 y la Teófilo Forero, va a atacar los desguarnecidos cuarteles de policía en su jurisdicción, saquear las oficinas del banco Agrario y asesinar a algunos pobladores civiles en la plaza pública, como es costumbre por parte de las Farc.

      Son las 10 de la noche. Con mecánico ritmo y extremas previsiones, los soldados se mueven como siluetas sigilosas por entre la manigua. Están empapados hasta la médula por efectos del torrencial aguacero. Ante el riesgo de ser blanco de un rayo que ha estallado muy cerca de ellos, el puntero de la patrulla detiene la marcha y hace una exploraciòn acompañado por el soldado que le presta seguridad.

      Gracias a los aditamentos de visión nocturna, el puntero detectó que toda la unidad estuvo cerca de caer en un campo minado, que con anterioridad fue instalado por los terroristas. La fuerte lluvia removió la tierra del sendero y dejó a la vista cinco minas anti persona más conocidas como quiebra-patas, ubicadas muy cerca una de otra, a la distancia que usualmente, hay entre soldado y soldado, cuando una patrulla militar explora un terreno.

       Ante la disyuntiva de detener la marcha o avanzar hacia el objetivo, el capitán ordena demarcar el sitio, “hacer una oreja” en el terreno para eludir la trampa explosiva y avanzar hacia el objetivo. Dos horas más tarde, la lluvia ha amainado, pero la tensión del inminente combate sigue latente. Ya los soldados ocupan las posiciones de combate previstas alrededor del caserío. La sicosis de estar cerca de más campos minados, no los deja tranquilos. Ya les ha pasado antes.

       A un kilómetro de distancia las luces del poblado están encendidas. Truenan cohetes, voladores, y triquitraques. Los habitantes del alejado caserío celebran la llegada de la navidad. Tenues llegan a los oidos de los soldados los sonidos de los equipos de sonido y la algarabía de quienes ignoran que mientras ellos gozan, cantan, bailan y ríen, alrededor de su municipio, está atento y avizor un grupo de soldados de Colombia, prestos para entrar en combate, contra los terroristas que planean asaltar el poblado.

       El soldado ranchero prepara agua de panela y la revuelve con leche en polvo. En riguroso orden y sin descuidar las medidas de seguridad, ni el dispositivo táctico, cada soldado pasa con su jarro por el improvisado rancho de tropa. Consumen la reconfortante bebida acompañada con las galletas que llevan en la ración de campaña.

      Todos saben que es nochebuena y que añoran estar al lado de sus padres hermanos e hijos, pero la situaciòmn tàctica es su realidad. Cuando el soldado “Tolima” pasa por frente al capitán, el oficial le desea lo mejor de lo mejor en torno a la salud del pequeño hijo que tiene en Ibagué y que está próximo a una intervención quirúrgica, por un soplo en el corazón.

      ―Gracias mi capitán― contesta humilde el soldado- levanta el jarro lleno de agua de panela con leche en señal de brindis, y dice:

       ― Feliz Navidad, soldados…. Esto es una fiesta y así nos tocó bailarla esta vez―

        A medida que pasan las horas, el bullicio va desapareciendo del caserío y el cansancio va doblegando a los soldados. A las seis de la mañana, el capitán se comunica con los tenientes y sargentos comandantes de otras unidades de su compañía, quienes desarrollan similar labor en los alrededores de otros municipios en la región. Los susurros tácticos por el radioteléfono, le informan que todo está sin novedad.

      A las siete de la mañana hay comunicación diaria con el comandante del batallón.  Tras el reporte de lo sucedido, el coronel ordena al comandante de la compañía recoger el dispositivo sin dejar huellas ni rastros de que las tropas estuvieron cerca del poblado a la espera de los terroristas. Luego, dispone que se acerque al lugar donde está el campo minado antipersona, e instale un observatorio tipo emboscada, a la espera de que lleguen los “explosivistas” de las Farc a revisarlo. Si llegan debe capturarlos e interrogarlos, para conocer información concreta del grupo criminal.

       Combatiente 6 cumple la orden al detalle. Instala la emboscada. De antemano sabe que por ser una situación continuada, él y sus soldados pasarán también la noche del 31 de diciembre en medio de la manigua, expuestos a más lluvia, más truenos, más inclemencias del tiempo, pero también a más lluvia de fuego enemigo, truenos de granadas y morteros guerrilleros, sumadas a las inclemencias de miles de pobladores civiles, que ignoran y hasta les importa muy poco, ¿qué hubiera sido de las vidas de esos soldados, en caso de un combate contra los terroristas, que en contraste iban a asaltar y asesinar a algunos de los habitantes del caserío?.

      El silencioso final de año en medio de la monotonía de la selva, transcurre lento y pegajoso, cual si fuera sopor tropical de la manigua. El 31 de diciembre se repite la operación. Todo transcurre sin problemas. Esta vez, los bandidos de las Farc no agredieron a los pobladores del caserío. Quizás algunos de ellos, hicieron parte del jolgorio en el poblado…

      Los soldados destruyen el campo minado. El ruido de los estallidos avisa a los pobladores que por ahí está el Ejército. Los cómplices y los milicianos de las Farc corren presurosos hasta el lugar que ya tienen reconocido, para verificar si la trampa explosiva logró el objetivo terrorista. Al ver que no fue como ellos esperaban, se apuran a notificar a los cabecillas, que los soldados no cayeron en su ardid.

     A pesar de la distancia entre las viviendas rurales, las noticias vuelan. Los pobladores civiles de la región, comentan el suceso como si fuera algo normal. Es la realidad de una guerra absurda planteada por los comunistas armados y desarmados financiados por el narcotráfico y otros delitos, contra los colombianos.

      Es enorme el olvido y la indiferencia de millones de colombianos beneficiados por el sacrificio de los soldados, que entregan hasta sus propias vidas por garantizar seguridad al resto de los compatriotas. Igual que la compañía Centauro, así pasan el 24 y el 31 de diciembre miles de soldados colombianos en la espesura de la selva o de la montaña, o a orillas de las carreteras, o en las garitas de los cuarteles, o en unidades disponibles listas para salir a operar.

     Para ellos no hay derecho a la llamada telefónica, al saludo de alegría navideño de las 12 de la noche, ni la copa de vino para celebrar, ni las 12 uvas del 31 de la noche de año nuevo, ni el abrazo cálido de los seres queridos, ni la suerte de sus familiares… nada diferente a cumplir el juramento de lealtad a la bandera. Pronto vendrán más misiones similares o con mayor riesgo. Es el habitat de los soldados colombianos.

    ― Feliz Navidad, soldados…. Esto es una fiesta y así tocó bailarla esta vez―

    Teniente coronel Luis Alberto Villamarin Pulido

     Autor de 38 libros de geopolítica, estrategia y Defensa Nacional

      www.luisvillamarin.com

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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