Análisis del conflicto colombiano
Con vergonzoso despliegue la revista Semana publicó pormenores del bochornoso comportamiento de una burócrata, cuota politiquera del Partido Verde dentro de la unidad nacional de Santos, adscrita como una "corbata" más de las que pululan en la Embajada colombiana en Washington, quien pasada de tragos y de calibre en sus palabras, fue arrestada por la policía en el Estado de Virginia.
Quizás la pintoresca funcionaria creyó que estaba en la Zona Rosa de Bogotá, donde podía irrespetar a los policías, mostrar su credencial de funcionaria oficial de altísmo nivel, y mencionar amistades con la casta que ha malgobernado y desangrado a Colombia por siempre.
Es probable que en esta ocasión la folclórica canciller Holguín que según sus palabras autoelogiosas está ahí porque baila muy bien mapalé, procederá como en el caso de Nicaragua y el mar territorial perdido.
A lo costoso que resulta para el erario colombiano sostener esos especímenes de ineptos e irresponsables que se dan silvestres en embajadas y consulados, tal vez se sumarán los gastos de unos cuantos burócratas que viajarán hasta Washington a averiguar la veracidad de los hechos, porque si destituyen a la irresponsable borrachita, no solo se corre el riesgo de una demanda por acoso laboral o algo así, sino que Juanma pierde a una de sus multiplicadoras de demagogias para captar votos reelectorales.
Y esto puede ser así, porque hace poco se posesionó en Washington como embajador de Colombia ante la Casa Blanca, un personaje de esos que con tinoIndalecio Liévano denominó “miembro de la fronda aristocrática y politiquera que se creen dueños del país” y agregamos de nuestra cosecha, que por su rimbombante apellido, va allí a pasarla bien sabroso, gozar de las mieles del exilio dorado pagado con aportes de los contribuyentes, y eso sí, a que todos los colombianos residentes en Estados Unidos, lo atiendan a cuerpo de rey por donde se mueva.
El 1 de febrero, se reunieron en el consulado patrio en Manhattan, el embajador Urrutia, el representante a la Cámara Jaime Buenahora y los cónsules colombianos de New York y New Jersey. La disculpa del acto politiquero sería presentar al Embajador Urrutia con los líderes cívicos colombianos del área triestatal de New York, New Jersey y Connecticut.
Esa era la trama, pues la realidad de la singular reunión, era para que el nuevo embajador colombiano, un desconocido absoluto en el mundo de la diplomacia y del servicio a Colombia, coordinara con los cónsules en New York y New Jersey, la forma de engatusar a los colombianos residentes en esa zona para la campaña reelectoral de Juanma a la presidencia y de Buenahora al comodísimo y muelle cargo de congresista colombiano desde el exterior.
Muy dado a actuar acorde con su origen y rango aristocrático, el encopetado burócrata recién nombrado Emabajador, se encerró en el cuarto piso del Consulado con Buenahora y los dos cónsules a cranear la estrategia de manipulación de los potenciales votantes.
Cual convidados de piedra, los líderes cívicos esperaron abajo en el primer piso, a que casi una hora después bajara el “amo de la hacienda” a saludarlos de afán para decirles que los cónsules de New York y New Jersey tienen instrucciones, y que él que vive tan ocupado, debía viajar de inmediato a Washington, porque lo dejaba el tren.
Dos episodios diferentes de una sola verdad. Aunque hay contadas excepciones, Colombia está muy mal representada en el exterior en casi todos los consulados y embajadas. No hay Canciller ni política de cancillería para las relaciones exteriores. Hay una funcionaria de rancio abolengo y de “mejor familia” que nombra a su antojo a cualquier mediocre para satisfacer el voraz apetito de poder reeleccionista de Juanma.
Por eso, aparece una funcionaria de rango medio que ocupa un cargo de nombre ampuloso y de seguro cero efectividad, que es aficionada al licor, pero que no es la única que actúa así, pues hace poco tiempo, también Colombia tuvo en el cargo de Embajador en Washington a un alcohólico enfermizo, que cuando se aburrió del alto costo del whisky en Washington y de que allá nadie le hace venias ni reverencias como el “doctor”, regresó a Colombia a ser un espadachín de la reelección de Juanma.
Por circunstancias paralelas es nombrado como Embajador un inepto aristócrata que va con la misión de captar los votos colombianos en Estados Unidos, para reelegir a Buenahora en el Congreso en el inútil cargo de representante de los colombianos en el exterior, y obviamente a ganar fortín electoral para las aspiraciones politiqueras de Juanma.
Por realidades como estas, perdimos en la Corte de La Haya, un enorme tramo de mar territorial; los colombianos en el exterior no cuentan con ningún apoyo del gobierno nacional; y la influencia de la diplomacia colombiana en el mundo es muy pobre.
De paso se corrobora, que el país ha sido mal gobernado desde siempre por la improvisación, la improvidencia, la demagogia, la politiquería, la ausencia de objetivos nacionales y la incompetencia de nuestros cónsules y embajadores que por no ser de carrera, siempre están en inferioridad de condiciones frente a sus pares de otros países, donde si le ponen seriedad al tema diplomático.
Para la muestra un botón: Mientras una funcionaria colombiana, al parecer, adicta a “levantar el codo” o mientras quizás el embajador está empeñado en reelegir a Buenahora y a Juanma, y los demás embajadores, cónsules y la caterva de burócratas que desfilan en las oficinas diplomáticas colombianas en el exterior, duermen sobre los laureles de su ineficiencia; en Cuba y en muchos otros países del mundo, las Farc que no tienen tantos títulos universitarios ni distinciones tan abultadas como las que de seguro hay en las hojas de vida de estos burócratas, todos los días desarrollan un trabajo metodológico de difusión de imagen y desprestigio de ese mismo Establecimiento, al que pertenecen los encopetados e ineficaces funcionarios enunciados.
Eso es lo que da la tierra y no hay abono para mejorarla.
Coronel Luis Alberto Villamarín Pulido
Analista de asuntos estratégicos
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