Desconcertante ambigüedad de Santos con las Fuerzas Militares

Publicado: 2013-04-10   Clicks: 5052

     Análisis del conflicto colombiano

      La ya prolongada ambigüedad de Juan Manuel Santos frente a las Fuerzas Militares es desconcertante, porque así el oportunista mandatario diga lo contrario, su falta de claridad incide directamente en la moral, el estado anímico, el compromiso individual y colectivo, y desde luego, en los ansiados resultados operacionales positivos, en defensa de la paz, la tranquilidad, la democracia y la institucionalidad del país.

    Pese a que esta última semana Santos ha dedicado esfuerzos a alabar a las tropas y a tildar de enemigos del proceso de paz, de gestores de propaganda negra, de dinosuarios y de mentirosos a quienes con mucha razón cuestionan que por andar embelesado en su reelección, Santos ha permitido que las Farc lo manoseen; por lo que circula en la red y por los comentarios que se escuchan entre oficiales y suboficiales de grado teniente coronel hacia abajo, circula una corriente de insatisfacción, rechazo y dudas acerca de la lealtad de Santos con los militares y del eventual éxito de las negociaciones de paz en Cuba.

    Las razones de estas dudas tienen componentes históricos medibles y verificables. Santos fue ministro de Hacienda, ministro de Defensa y ahora presidente de Colombia. En esas tres posiciones tan sensibles para el bienestar de las tropas, ha tenido el sartén por el mango pero no hecho lo suficiente, para solucionar un increíble problema de violación a la ley por parte de los gobiernos Gaviria, Samper, Pastrana, Uribe y Santos, quienes a pesar de ser  mandato de la Ley 4 de 1992, también hicieron muy poco para que los salarios de militares y policías se nivelen de acuerdo con el IPC.

    Al mismo tiempo, el decadente servicio de sanidad militar es cada día más angustioso para quienes pasan al retiro, pues la incapacidad administrativa, la burocracia, la improvisación y quizáshasta presumibles casos de corrupción,  son el pan de cada día en dispensarios y hospitales militares.

    En lugar de avanzar hacia los sistemas, las aplicaciones, los trámites electrónicos, por deducible corrupción los genios civiles asesores de alta administración, se inventaron instalar un monumento a la ineficiencia y la ineptitud denominado Call Center, en el cual después de un interrogatorio sin sentido, los operarios responden con el mayor desparpajo: “No hay citas, las agendas están cerradas, intente a partir del 15 del próximo mes”.

     Y si de respaldo jurídico se trata, cientos de oficiales, suboficiales y soldados son víctimas de colectivos abogados descompuestos moral y éticamente, que solo aspiran a llenar sus bolsillos o los de sus cómplices de las Farc, con condenas contra el Estado y encarcelamientos de militares inocentes sindicados por carteles de testigos falsos, pruebas espurias y evidentes sesgos ideológicos. Y en honor a la verdad Santos no ha hecho mayor cosa al respecto.

    Pero su poco clara “lealtad” y “alabanzas públicas” a los soldados y policías no terminan ahí. Sin tener la mas mínima idea de estrategia militar operativa, ni de manejo de tropas y quizás ni siquiera de grados militares en el Ejército, Santos se autoatribuyó ser el “cerebro táctico” de la Operación Jaque y presa de su infinita vanidad, ha expresado en diversos escenarios, que “modestia aparte soy el mejor ministro de Defensa de la historia de Colombia”

    Pero esa auto-inmaculada bondad y cerebral capacidad directiva de tropas, no se vió reflejada cuando de manera cínica rehuyó  asumir alguna responsabilidad por las presuntas ejecuciones extrajudiciales de Soacha, y otros errores procedimentales de sus dirigidos. Al mejor estilo de un mediocre general de apellido Pedraza Peláez que mal-integró el Ejército, Santos es el dueño de los éxitos de las tropas, pues los errores y fracasos son de sus subalternos, que nunca lo podrían igualar en sapiencia, brillantez estratégica y habilidad política.

     En campaña presidencial, Santos prometió continuar la lucha frontal contra el narcoterrorismo comunista, pero al otro día de su posesión llamó a Hugo Chávez su nuevo mejor amigo, tuvo el descaro de decir que las Farc ya no están en Venezuela, e inició una pugna personal contra su antecesor, situación  sin precedentes en los últimos cien años de vida republicana, que ni siquiera se iguala a lo sucedido en las aciagas épocas de violencia liberal-conservadora.

    Como si fuera el monarca Juan Manuel I, Santos imitó a los británicos. Envió a su hijo el príncipe Conde de Hato Grande o quizás Marqués de los Altos de los Rosales, a hacer la pantomima de prestar servicio militar. Y claro encontró descriteriados con iniciativa que le hicieron el juego al rey y sus ínfulas de aparentar que hasta su propio retoño hace parte de las tropas, por ende estas nunca serán traicionadas.

    El principito no solo fue distinguido como lancero, algo que de acuerdo con los reglamentos militares es una especialidad de combate estipulada para oficiales y suboficiales de excelsas virtudes profesionales, sino que le impusieron una condecoración que tampoco corresponde a los soldados. Ya en diciembre de 2012, el príncipe, andaba por los batallones vestido con uniforme camuflado impecable, boina de lancero y medalla al pecho, repartiendo regalos de navidad a los demás “compañeros soldados”…

    Cualquier parecido con una monarquía africana es pura coincidencia. Tropicalismo barato en su más extensa dimensión.

     Iniciado el sainete de las conversaciones de paz en La Habana, Santos escogió a dedo al general Mora, dizque en representación de las Fuerzas Militares, lo cual no es cierto.     Para esa escogencia no hubo participación ni individual ni colectiva de las organizaciones de la reserva activa, ni su nombre fue sometido a consideración de nadie, ni hubo espacios democráticos para analizar su papel y la conveniencia de esta farsa para la seguridad nacional y la proyección del país. Simplemente fue nombrado y punto.

      Tampoco se tuvo en cuenta que durante el lapso que Mora se desempeñó como comandante del Ejército (1998-2002) y Comandante General de las Fuerzas Militares (2002-2004), las tropas padecieron casi todos los mas grandes descalabros tácticos de la historia colombiana, incluido el “remate de corrida” con la muerte en cautiverio de unos militares, del exministro Echeverri Mejía y el gobernador de Antioquia; además de cargar la vergüenza histórica de haber desocupado el puesto de mando del Batallón Cazadores en el Caguán, para que donde antes ondeara el pabellón nacional, durante tres años y medio se hubiera izado un trapo con las insignias de las Farc.

    Una semana antes del show mediático de la participación presidencial en la “marcha por la paz” aceitada por las Farc, Santos visitó varios cuarteles para alabar a las tropas, pero claro sin tocar los  temas salarial, de salud y de defensa jurídica.

    En contraste, Santos preparó su “jugada maestra de tahúr”: Sacó los ases de su premeditado viaje a los cuarteles. Con dinero de los contribuyentes colombianos y el apoyo de la Cruz Roja financió la extracción segura y custodiada hacia Cuba de varios terroristas desde el Cauca, el Meta y el Guaviare.

   Para lavar la imagen, Santos metió a los militares y policías en su programa personal de publicidad orientada a reelección y Premio Nobel de Paz. En un discurso demagógico e irregular,  ante cientos de uniformados en el Monumento a los Caídos en Acción, vociferó que las Fuerzas Militares no serán negociadas en Cuba.

   Del dicho al hecho hay mucho trecho. Con antecedentes como los descritos, es muy difícil entender cuál es la verdadera actitud de Santos frente a las Fuerzas Militares, que además de sostenerlo en su actual cargo, fueron quienes le dieron los éxitos para que pudiera candidatizarse para la presidencia.

    Hay creciente descontento entre las tropas, que por razones obvias y de disciplina militar no expresan ante los altos mandos, ni mucho menos al presidente y el ministro de Defensa. Es una corriente de desconcierto, incredulidad y escepticismo que amerita acciones inteligentes inmediatas de solución a los tres problemas enunciados y de enriquecimiento mental de los cuadros de mando, a partir del liderazgo real y concreto, pues la Fe en la Causa del general Navas no puede ser un saludo a la bandera ni un lema más del comandante de turno.

      Tampoco se arregla con medidas coercitivas, con cacerías de brujas, ni señalando a los “gestores de la propaganda negra”. Mucho menos con politiquería egocéntrica y displicente, porque si cae la moral combativa de las tropas, de nada sirven aviones, tanques, helicópteros, visores nocturnos, inteligencia satelital, ni los principes-lanceros.  Y lo que es peor para Santos:

     No tendrá quien lo proteja en su egocéntrico trono de veleidades y autosuficiencia seudo-monárquica.

     En conclusión, la ambigüedad de Santos frente a las Fuerzas Militares es desconcertante e… impredecible.

Coronel Luis Alberto Villamarín Pulido

Analista de asuntos estratégicos

www.luisvillamarin.com

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