Crónicas de guerra (4) La muerte de Arcesio Alzate

Publicado: 2007-10-12   Clicks: 4498

    alt    altPublicado en el Diario El Tiempo de Bogotá-Colombia el 12 de octubre de 2007

     Por Escritor-estratega

    Arcesio Alzate era un campesino, cuasi-analfabeta, hijo de padres católicos; laborioso, humilde, sencillo y bonachón como suele ser el común denominador de los campesinos antioqueños. Arcesio nació y creció en la vereda El Capotal de San Carlos-Antioquia, alejado del ruido y los afanes citadinos, en uno de aquellos lugares pintorescos y aislados, donde pareciera que el tiempo se detiene entre el verde del exuberante paisaje andino y el azul del cielo.

      A la tierna edad de cinco años, Arcesio sufrió un grave accidente cuando fue pateado por una mula que era arreada por su padre a lo largo de un empinado camino  en el Alto La Tupiada. Producto del golpe, Arcesio quedó con serias secuelas mentales, razón por la cuál era apodado “el desmentizado”, “el bobo” o “el loco”, e inclusive en lenguaje coloquial los campesinos decían que “Arcesio no estaba completo”.

    Cuando el joven tenía 18 años y pasaba su monótona vida dedicado a la agricultura en la miniparcela cafetera de su padre, aparecieron en la región los guerrilleros de la cuadrilla Carlos Alirio Buitrago del Eln. Sin importar las limitaciones mentales del agricultor, Alfonso “el cumbabón” lo incorporó a un “grupo de estudio y trabajo de formación política”, con miras a conformar una milicia popular.

     En desarrollo de una de las actividades clandestinas, “la mona” otra campesina de la misma vereda y amante de Alfonso, le ordenó a Arcesio que cargara a cuestas de una caleta hacia otra, un pesado morral lleno de explosivos. Arcesio contestó con altanería “cárguelo usted si tiene mucho afán”. El cabecilla se enfureció y golpeó la espalda de Arcesio con la parte plana de un machete.

    Ofendido, Arcesio esperó que anocheciera y de regreso a su casa, sacó de otra caleta un costal lleno de documentos y caminó hasta el amanecer cuando los entregó en la base militar de San Carlos. De remate, delató todo lo que sabía acerca de Alfonso, “la mona” y los hermanos López, es decir los miembros del grupo clandestino al cual pertenecía.

    El capitán del Ejército, sugirió al padre de Arcesio que lo llevara a Medellín donde unos familiares del campesino, para que los terroristas no fueran a tomar represalias contra el desertor y así lo hizo, pero al día siguiente, en contra de la voluntad de los tíos, el inestable joven regresó a San Carlos, para pasar la semana santa en su casa.

    Enterado del regreso de Arcesio, Omar un sacerdote católico convertido en terrorista del Eln, ordenó a Andrés, Cristóbal y “el chícharo” que lo siguieran y “lo pistolearan”. El viernes santo de 1990, los tres sicarios acribillaron a Arcesio en la calle principal del poblado, en el momento en que se dirigía hacia la capilla a escuchar el sermón de las siete palabras.

    Fue un espectáculo dantesco, pues la víctima caminaba en medio de varios feligreses. El pánico colectivo fue estremecedor. Algunas personas resultaron lesionadas en medio de la gritería y la estampida en todas las direcciones.

    Tras tres días de velación en la vivienda rural, el sepelio del campesino fue solitario y triste aquel lunes de pascua. Simplemente era una víctima mas de la guerra fratricida que el comunismo le declaró a Colombia y que muchos se resisten a reconocer. No tenía deudos con importancia política, social o económica, por eso no había acompañamiento nutrido. Era un “pobre diablo” de los muchos que integran la compleja mezcla humana llamada sociedad colombiana. Su familia estaba sola en el momento supremo de la despedida del mas desafortunado de sus hijos.

      Era tal la pobreza de sus padres y hermanos, que fue necesario hacer una colecta pública para costear los gastos de inhumación del cadáver. En la letanía está el lóbrego recuerdo de la imagen de una anciana campesina descalza con los pies encallecidos por el trajín del campo, llorando aferrada a la lúgubre caja mortuoria y la figura descompuesta de su esposo, metida debajo de un sombrero negro de borra , raído y descolorizado por efecto del trabajo a la intemperie.

    Ninguno de los dos labriegos profería palabra alguna. Estaban heridos en el alma. Su retoño había sido asesinado por los mismos que lo indujeron a delinquir sin reparar que no era una persona con suficiencia mental para actuar. Pero por desgracia, estas imágenes no son la excepción. Son la regla de lo que a diario sucede a lo largo y ancho del país, como consecuencia del terrorismo que pretende doblegar a Colombia.

     En la homilía el cura párroco del convulsionado municipio, oró por la paz de Colombia, pero no condenó la cobarde acción terrorista. Los pocos curiosos que asistieron a la iglesia daban un aspecto mas triste al doloroso momento. Era el simple cuadro de la indiferencia social, moral y ética de los colombianos frente a un drama tan trágico como la guerra que nos desangra desde mediados de los sesenta.

     Ninguna organización de derechos humanos, ni el personero del municipio, ni la curia, ni las autoridades municipales se pronunciaron al respecto. La razón es muy sencilla: No tenía ningún valor como ser humano, situación que es muy repetitiva en Colombia. Mueren cientos, miles de personas a manos de la guerrilla, pero a nadie parecen interesarle esos muertos.

     En cambio si son terroristas, aparecen colectivos de abogados, Ong´s de todas partes e idiotas útiles, a reclamar la aplicación de los derechos humanos en el conflicto que ellos mismos atizan y con descaro niegan estar oxigenando.

    Aquel triste día, parecía que el mundo se hubiera acabado para la familia Alzate. La pobreza   estructural de sus vestimentas y la nostalgia de sus rostros, resumían el doloroso drama de un país que a diario ve desangrar sus arterias en medio de una guerra obsesiva, absurda y criminal, sin asomos de luz al final del túnel.

     A la semana siguiente, la cuadrilla Carlos Alirio Buitrago distribuyó en el Suroriente Antioqueño un panfleto subversivo en el que aseguraban “ajusticiamos al paramilitar Arcesio Alzate, enemigo de clase del pueblo sancarlitano, infiltrado por el enemigo en nuestras filas para robar los documentos con la información secreta del grupo”.

     En otro aparte del panfleto relacionaba con lugar y fecha los asesinatos de varios campesinos sindicados de colaborar con las Fuerzas Militares. Y a renglón seguido agregaron: “Esta es una advertencia para todos aquellos que traicionen la revolución….. Somos parcos en el hablar y sin agüeros en el actuar”…

Pero, lo relamente increíble de la doble moral leninista del Eln, es que en la página final del mismo pasquín, había una foto de un campesino al lado de un terrorista con la leyenda “Mientras llega la paz, humanicemos la guerra”…. Ver para creer!!!

Coronel Luis Alberto Villamarín Pulido

Analista de asuntos estratégicos

  www.luisvillamarin.com

    El coronel Luis Villamarín es autor de 19 libros relacionados con el conflicto colombiano, el narcoterrorismo y la historia colombiana, algunos de ellos traducidos a inglés, francés, alemán, polaco, son textos de consulta y base para tesis de postgrado y doctorales en prestigiosas universidades de los cinco continentes.

  Lea aquí las obras escritas por el coronel Luis Alberto Villamrín Pulido


Lea mas acerca de Crónicas de guerra (5) Jimmy Arias alias Oscar del Eln por Luis Alberto Villamarin Pulido

     Libros escritos por el autor    

      Operacion Sodoma (Caída del Mono Jojoy, símbolo del narcoterrorismo comunista contra Colombia)   Operacion Sodoma (Caída del Mono Jojoy, símbolo del narcoterrorismo comunista contra Colombia)   Operacion Jaque    Complot Contra Colombia - (Secretos de los Computadores de Raul Reyes)  El Cartel de las Farc 

       La Selva Roja - Nexos de las Farc con el partido comunista   In Hell   Drama, Pesadilla y Espectaculo - Relato del Asalto a la base de las Delicias   Ceso la Horrible noche - Relato de un secuestro Narcoterrorismo: La guerra del Nuevo Siglo 

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