Urgente replanteamiento en el Ejército colombiano

Publicado: 2014-12-10   Clicks: 3446

     Análisis del conflicto colombiano

     El absurdo secuestro del general Alzate, las reiteradas condenas penales a algunos miembros del Ejército por presuntos nexos con bandidos de las AUC, o de supuestas ejecuciones extrajudiciales; así como el escándalo por supuestos casos de corrupción administrativos en la Aviación del Ejército, o en las escoltas de mineros en Antioquia; sumados a la abierta intencionalidad de las Farc y sus cómplices desarmados de desarticular progresivamente el pie de fuerza y la importancia de la institución armada para garantizar la existencia  de la república que sus tropas crearon; son argumentos concretos que indicarían a los altos mandos castrenses, que es necesario hacer un alto en el camino, revisar con profundidad lo sucedido y diseñar líneas de acción que incluyan fortalecimiento de la deontología militar, revisión y corrección de currículos académicos y redireccionamiento de las relaciones civiles-militares.

    Es probable que debido a las altas exigencias de la guerra, los compromisos operacionales y administrativos del día a día y los aluviones de desinformación que circulan por las redes sociales, el alto mando militar no tenga tiempo para dilucidar estos aspectos, por eso es perentorio advertirlos e invitarlos a que imiten a otros ejércitos del planeta, que a menudo se autoevalúan, hacen reingeniería, se depuran y salen fortalecidos, pese a los obstáculos que ponen sus enemigos naturales, que en todas partes son variopintos.

     Hay muchos aspectos por analizar, evaluar y corregir. Fruto de la experiencia se podrían sintetizar en Régimen, Instrucción, Administración y Mando, no con  miras a proyectar los oficiales del “postconflicto” que con etérea verborrea resuena en los mentideros políticos, las cámaras y los micrófonos; sino a proyectar los oficiales y demás cuadros de mando de un ejército ligado hasta la médula como un patrimonio del pueblo colombiano, que tendrá la misión de defender la soberanía terrestre, frente a agresores potenciales, cuando ya no haya guerrillas comunistas, pero si vecinos apetitosos de apoderarse de las riquezas patrias, como mandaderos de otros más poderosos. No es alarmismo sino realidad.

     El oficial del año 2050, de cuyo seno serán generales los cadetes que ingresan a la Escuela Militar  en 2015, deberá ser un sociólogo militar integral que combine virtudes de geopolitólogo experto, líder culto y ejemplar, conocedor de la historia militar colombiana y del mundo, pero también de la historia general del país, docto en defensa nacional, hábil estratega y táctico, pulcro manejador de recursos y visionario del entorno político, económico y socio-cultural que lo rodea.

     Pese a las explicaciones en apariencia muy honestas y sensatas del general Alzate acerca de porqué estaba vestido de civil y sin la obvia seguridad militar en una zona roja, y del aluvión mediático de comentarios de todos los tintes acerca del tema, lo cierto es que por todas las circunstancias que rodearon el absurdo secuestro, este hecho golpeó profundamente la mística institucional y afectó de manera significativa, el principio básico y columna vertebral del ejercicio del mando, cual es el de la autoridad moral.

     Habida cuenta que el Ejército es una entidad corporativa monolítica, lo que suceda a uno de sus altos comandantes afecta a muchos, positiva o negativamente pero afecta. Un examen desapasionado del suceso deja sobre el tapete serias reflexiones que exigen acción y corrección. Por razones obvias, el hecho afectó el curso de las conversaciones de paz en La Habana, y sirvió de trampolín a Santos para catapultar juicios de valor e irrespetuosos mensajes por las redes sociales, (tolerados por el alto mando militar) para exigir acciones y explicaciones en torno a esto.

     Al ministro de defensa le dio insumos para aumentar su presencia mediática en la competencia que ya inició por la presidencia del 2018 con Vargas Lleras, hasta el extremo de “ordenar” al general Lasprilla que saliera para el Chocó, y luego llegar allá a hacer payasadas en connivencia con novatos periodistas que lo exaltaron por “dirigir” las operaciones militares para rescatar al general Alzate. Y ese mensaje absurdo, desconcertante e irrespetuoso llegó de manera muy negativa, a todas las tropas en todos los rincones de Colombia.

     Por su parte las Farc aprovecharon la circunstancia, para pasar de victimarios a víctimas, para imponer más condiciones a los impreparados negociadores del gobierno en La Habana, para exigir ceses de fuego bilaterales, para mover sus fichas publicitarias y logísticas desde Cuba, para manosear la buena fe de los colombianos y para insistir en que el país debe ser desmilitarizado, es decir suprimir el Ejército, única barrera que se opone a los planes comunistas de esclavizar a Colombia, con la venia de las instituciones civiles plagadas de ineptos y corruptos, cuya miopía no les permite ver ni comprender la gravedad de la agresión del narcoterrorismo comunista contra el país.

     De la misma forma, incide en la autoridad moral de los diferentes escalones del mando militar, la errónea situación en que todo parece indicar que  algunos oficiales y suboficiales, se aliaron con bandidos de las AUC por dos razones oscuras: Una, que alto porcentaje de ellos por considerar que la guerra sucia practicada por estos delincuentes era la única forma de contrarrestar la metodología subrepticia y criminal de las guerrillas comunistas, y dos, porque es probable que algunos pocos militares sin suficiente fortaleza moral ni concepto sólido de la autoridad moral, cometieron esos graves errores, cuando fueron atrapados en las redes del delito alrededor del narcotráfico, o el despojo de tierras.

     Esta cruda realidad indicaría una visión miope de las capacidades propias para combatir el narcoterrorismo, y tendencias puntuales de personajes mal seleccionados, a ser conniventes con el delito y no ejemplos de autoridad moral sobre los subalternos, para comandar las operaciones militares dentro de los parámetros institucionales.

     Atada a esta trágica realidad, aparecieron las presuntas ejecuciones extrajudiciales, en las que las informaciones de prensa indicarían que fueron  asesinados civiles inermes al lado de delincuentes comunes, con el fin de demostrar resultados operacionales exitosos con base en cifras de guerrilleros muertos.

     La macabra metodología criminal refleja una vez más que la carencia de preparación profesional, las pésimas selecciones de personal para ascender en la carrera y un paupérrimo nivel intelectual de cultura militar, que como en la humillante desconsideración presidencial hacia el alto mando militar por el secuestro del general Alzate y los nexos con las AUC, reflejan impreparación estructural y ausencia de carácter para hacer valer la posición que corresponde a las instituciones armadas y a sus integrantes frente al estamento político.

     Lo peor, es que todo eso sucede en el crítico momento que el Fiscal General busca exonerar a los terroristas en lugar de judicializarlos como es su deber constitucional, el Congreso está enfrascado en las intrigas y mediocridades de siempre, muchos de  los magistrados dan vergüenza, la academia es corta de análisis y la prensa enmermelada por el gobierno. Rasgos de lo que inicia a constituir estados fallidos que solo pueden ser salvados por los militares, pero para ello necesitan autoridad moral.

     A la complicación interna por insuficiencia de identidad institucional, de fortalecimiento de los valores corporativos,  de conocimiento de las intenciones del adversario; a la evidente afectación de la autoridad moral en ya demasiados casos reiterativos y a la falta de carácter para poner los puntos sobre las íes, sin que esto se malinterprete como salidas de facto, se ha añadido con incidencia negativa el velo nefasto de duda y desprestigio que dejan en la opinión pública los rumores, aperturas de investigaciones penales y señalamientos por presuntos casos de corrupción, que dan la pauta para pensar que por errónea selección de los cuadros de mando en los procesos de ascensos y por insuficiente contrainteligencia, se pudieron haber colado delincuentes escudados en los uniformes, lo que implicaría que si se corrompe la sal, se pudre el resto.

     El cuadro descrito es preocupante y exige correcciones estratégicas de fondo, no paños de agua tibia, ni declaraciones altisonantes de defensa de la moral y el prestigio de las Fuerzas Militares, o la manida justificación de las manzanas podridas. Los hechos referidos demuestran que se necesitan acciones firmes de un replanteamiento con visión de futuro y mentalidad proactiva de cambio.

      En síntesis, el Ejército tiene que volver a ser la fuerza moral de la nación, el referente de honestidad, patriotismo y valores cívicos, el patrimonio histórico y moral de todos los colombianos no la fuerza militar al servicio de la fronda aristocrática o los politiqueros como Santos. Sus cuadros de mando deben ser profesionales íntegros en los ámbitos profesional militar, cultural, intelectual, académico, físico y ético; pero también defensores a ultranza de la democracia, de la legítima democracia, no del sostén de mediocres politiqueros ineptos y/o corruptos, que tienen a Colombia como está.

     El Ejército se debe la pueblo colombiano no a demagogos que se apoltronan en los altos cargos y en forma calculada frente a la impreparación y la ausencia de carácter de algunos mandos, mancillan el honor militar y generan el caos de autoridad moral, que crece de manera progresiva y confluye en soportar irrespetos de politiqueros vividores, caer en alianzas con delincuentes similares o peores que las Farc, desnaturalizar la moralidad militar y fuera de eso hacer parte del marasmo de torceduras administrativas con los recursos del Estado.

     Obviamente son pocos quienes han incurrido en esas conductas frente a la masa global del Ejército, pero si no hay acciones contundentes mediante un replanteamiento con objetivos a largo plazo y con la constancia necesaria, la situación será susceptible de empeorar, porque lo que se está afectando es nada menos y nada más que la autoridad moral, que debe venir de arriba hacia abajo.

     Amigo no es quien nos elogia a sabiendas de que estamos en los errores, sino quien tiene la franqueza y el carácter de decirnos donde están los errores y cuáles pueden ser las soluciones.

Coronel Luis Alberto Villamarín Pulido

Analista de asuntos estratégicos

www.luisvillamarin.com

 

 

 

 

 

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